Actualmente el turismo es uno de los sectores más dinámicos de la economía uruguaya, y de los que provee mayor ingreso de divisas al país y más aportes al empleo y a la producción interna. Y así como las redes físicas y virtuales siguen en expansión en todo el mundo, es esperable que el traslado de las personas también siga en aumento. En el marco de los escenarios prospectivos que está elaborando la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), una nueva edición aborda el sector turístico y analiza cinco posibilidades a 2050, según los niveles de sofisticación de la demanda y de personalización de la oferta.

Para la OPP la capacidad tecnológica del país –la conectividad digital, la infraestructura en redes y la alta tasa de penetración digital–, el elevado nivel de calidad de vida, así como la creciente inclusión financiera y su nivel de seguridad se presentan como fortalezas en el posicionamiento de Uruguay como destino turístico. Los desafíos, en cambio, se plantean en torno a la desestacionalización y diversificación de la oferta turística nacional. La intención es posicionar a Uruguay como un destino multiproducto que aproveche la tendencia mundial hacia el envejecimiento y trate de captar a un turista que busque “seguridad, calidez y confianza”. En este sentido, el cambio de óptica estará en tomar al turismo como “un vehículo de desarrollo local y territorial” con derrames positivos sobre la cultura, las identidades, el arraigo y la calidad del trabajo, entre otros aspectos.

El estudio de demanda laboral a 2050 ubicaba al turismo como una fuente de empleo a futuro, en algunos subsectores turísticos ya altamente feminizados. En este sentido, se plantea como clave la formalización del empleo y de los emprendimientos turísticos “hacia la generación de un entramado profesionalizado y económicamente sostenible”. En particular, se resalta el vínculo con la bioeconomía –como sector con doble relación con los recursos naturales: para su activación y puesta en valor así como para su protección– y con la economía digital –para acceder a nuevos tipos de turistas y elaborar ofertas complementarias–. En contrapartida, se establece que debería adaptarse la formación de recursos humanos y el gerenciamiento de establecimientos y destinos, así como la gobernanza de la cadena.

Escenarios prospectivos

En función de dos variables –el grado de sofisticación de la demanda turística, desde un turismo de masas con bajo nivel de exigencia hacia un turismo que ha elevado su exigencia hacia la búsqueda de nuevas experiencias, y el nivel de personalización de la oferta turística–, la OPP elaboró cinco escenarios prospectivos del entramado turístico nacional a 2050.

1. “Una oferta, muchos turistas”: pérdida del valor local y de las relaciones con el territorio.

En este escenario, Uruguay triplicaría el número de turistas recibidos en relación a su población local, concentrados en la época estival y en el litoral del país, superando los límites de carga aceptables para los destinos, con una consecuente degradación del entorno y la infraestructura del país. Esta situación se produciría a partir del aumento de la demanda, lo que provocaría un incremento de los precios de alquiler y la expulsión de los inquilinos locales, con la consecuente generalización del rechazo a los turistas. Prevén también un congestionamiento y encarecimiento de los servicios en los meses de noviembre a marzo e infraestructuras subutilizadas el resto del año. Se trata, a grandes rasgos, de un sector simplemente movido por el lucro.

2. “Turismo como derecho”: desarrollo equitativo del territorio.

En este escenario también se proyecta un turismo masivo, pero con mayor grado de sofisticación que en el anterior. El turismo dejaría de ser un lujo y se incorporaría como derecho ciudadano relativo al cuidado de la salud y el bienestar, al amparo de nuevas políticas públicas. Se apela a que exista un desarrollo de infraestructura –servicios de transporte multimodal y multifunción, mejora de carreteras y cartelería– y una segmentación del mercado múltiple, que propicie una diversificación de los destinos.

3. “Turismo 5.0”: Uruguay como destino 100% accesible y valorado a nivel mundial.

En este caso se anticipa, a partir de la profundización del contexto actual de revolución tecnológica, el posicionamiento de ciudades “inteligentes”. Fruto de la tecnología y del “nuevo rol” del turista, las agencias y los intermediarios desaparecerían y esto obligaría a una reconversión de los puestos de trabajo, con la desaparición de las áreas rutinarias sustituibles por una interfase digital o inteligencia artificial y, en contrapartida, la contratación de personal con perfiles académicos más calificados, diversos y transversalizados por los cambios tecnológicos. También se necesitaría para este escenario agentes turísticos con “conciencia ambiental”, que incorporaran el concepto de economía circular.

4. “Turismo verde”: uso responsable de los recursos naturales como diferencial.

Este caso prevé un vínculo entre turismo y ambiente más “armónico y sostenible”, con una conciencia creciente sobre el rol clave de los recursos naturales para los productos turísticos y del turismo como vehículo necesario para la protección de estos recursos, a partir de la articulación de los actores del sector. Consumo responsable, servicios y producción amigables con el medio, adaptación de costas para el disfrute de residentes y visitantes, y una oferta que se enfoca en la atracción de turistas preocupados por lo ambiental. Esto demandaría que todo capital humano vinculado al turismo desarrolle una formación atravesada por los conceptos de cuidado ambiental y sostenibilidad.

5. “Un turista, una oferta”: turismo a medida, el escenario “deseable”.

Este plan se construye a partir del concepto de turismo como búsqueda de experiencias: “viajes transformadores, búsquedas de desconexión, demanda de vivencias significativas”, entre otras. Uruguay lograría en este caso una oferta turística adecuada a su territorio, a sus valores, a su cultura y a sus productos locales. Esto supone un rol activo de la sociedad civil, mediante una promoción en cada localidad para conocer su propia historia y generar una propuesta turística afirmada en los usos, costumbres e identidades locales (gastronomía, cultura, juegos, vecindad, calidad de anfitrión), apalancado por la inclusión en las currículas de la educación primaria de contenidos referidos al sector y a la promoción de la identidad local. También se necesitaría una fluida conectividad interna, la construcción de rutas transversales, de infraestructura diferencial, específica y especializada, así como la articulación de diversos perfiles académicos, sobre todo aquellos marcados por la tecnología.

Finalmente, el escenario “meta” prevé a Uruguay como un país de anfitriones con una oferta turística basada en su identidad local, logrando la puesta en valor de los productos y tradiciones locales con servicios de calidad. También la consolidación de un turismo de atención cálida y personalizada, sostenido por productos turísticos naturales y culturales integrados entre sí y con la región gracias a un proceso de valoración del turismo como herramienta de desarrollo local por parte de la comunidad y los tomadores de decisión.