Tanto el crecimiento como la caída de la actividad económica tienen un impacto directo sobre el desempleo: favorecen la creación o la pérdida de puestos de trabajo, así como inciden en los salarios. Pero existen otros factores, como los cambios tecnológicos, que también tienen consecuencias en el mercado laboral, señala el libro Para entender la economía del Uruguay, del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), coordinado por Diego Aboal y Fernando Lorenzo.

“En Uruguay es posible encontrar fases de la historia reciente en las que el empleo (y en consecuencia el desempleo) es menos sensible a la evolución del nivel de actividad”, dicen en el informe. Un fenómeno de ese tipo ocurrió en la primera mitad de la década de 1990. “La economía atravesó un ciclo expansivo, acumulando un crecimiento de 25% en términos reales entre 1989 y 1994. Sin embargo, la tasa de desempleo se mantuvo estable en un valor promedio de 8,8%, apenas inferior al observado en la segunda mitad de los 80”, agrega. Algo similar sucedió entre 2014 y 2017, cuando la tasa de empleo cayó en tres puntos porcentuales, con una pérdida de unos 30.000 puestos de trabajo, pese a que el Producto Interno Bruto (PIB) creció más de 8%.

Foto del artículo 'Informe del Cinve: Las nuevas tecnologías podrían incidir en la pérdida de puestos de trabajo de cualificación media'

“En el primer caso [el de la década de 1990], la candidata a explicar este comportamiento es la reestructura productiva que ocurrió en la economía uruguaya a partir de la entrada en vigor del Mercosur”, afirman en el libro. “Para el segundo caso, si bien no se dispone todavía de estudios en profundidad, una hipótesis razonable es que estén operando tendencias globales de reducción de empleos por impactos tecnológicos”, agregan.

“Estas tendencias tienen varias consecuencias, aparte de una reducción en el nivel general de empleos”, continúa el informe, y señalan que “distintos estudios han planteado que las nuevas tecnologías impactan en las tareas rutinarias produciendo la llamada ‘polarización ocupacional’”. Este fenómeno consiste en que se pierden puestos laborales destinados a “actividades cognitivas y manuales que impliquen tareas de administración y producción rutinarias”, mientras que crece la demanda de trabajadores para otras áreas, para ocuparse de “tareas no rutinarias”, que “requieren de creatividad y capacidad para resolver problemas, o interacciones interpersonales complejas”, así como aquellas “tareas manuales que requieren de interacciones personales y de adaptabilidad a los entornos”.

De acuerdo con el informe del Cinve, estas tareas no rutinarias hoy son desempeñadas por aquellos trabajadores que se encuentran en dos extremos: los más cualificados y aquellos con menor cualificación. Por lo tanto, los más afectados por la irrupción de nuevas tecnologías son los que se encuentran entre unos y otros. “Para los ingresos medios, particularmente manufactureros (es decir, empleos asociados con tareas manuales rutinarias, aunque pueden ser relativamente especializadas), se produciría una reducción en la demanda de trabajo (reducción de los puestos de trabajo por parte de las empresas) acompañada de una disminución en sus salarios (o un menor crecimiento)”.

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Impacto y recomendaciones

El Cinve cita el Informe sobre el Desarrollo Mundial del Banco Mundial (BM) en el cual el organismo afirma que las innovaciones tecnológicas no son nuevas y que han mejorados los niveles de vida, pero también señala que “los trabajos de fabricación se pierden debido a la automatización en una serie de economías avanzadas y en algunos países de medianos ingresos”. Sucede en el área de la industria pero también en otras, como la agricultura.

El BM también reconoce que existe la preocupación por una posible pérdida de conquistas de derechos laborales y de calidad de vida alcanzadas en las últimas décadas, y que la perspectiva de que en algunas tareas los trabajadores sean reemplazados por robots “continúa generando temor en grupos amplios de la población”. Sin embargo, el organismo considera que estos escenarios son exagerados.

En cualquier caso, destaca que “la tecnología está cambiando la demanda de habilidades necesarias para el trabajo, tanto de habilidades cognitivas generales como de técnicas más específicas, e incluso de habilidades socioemocionales, también conocidas como ‘blandas’”. Esto implica un reto para el sistema educativo, agrega.

Como recomendación, el BM llama a personas, empresas y gobiernos a invertir en capital humano, en formación de los trabajadores, y exhorta a los gobiernos a mejorar la protección social y a reformar el sistema impositivo, que según señala el Cinve, es desafiado por plataformas como Uber o Airbnb.

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Otro estudio, elaborado por los economistas Ignacio Apella y Gonzalo Zunino para el BM, en 2017, y titulado “Cambio tecnológico y el mercado de trabajo en Argentina y Uruguay” distingue entre efectos inmediatos y permanentes del impacto de las nuevas tecnologías. De acuerdo con el Cinve, los autores de ese informe concluyen que “en lo inmediato, la preocupación debería concentrarse en la recapacitación de los trabajadores desplazados para acceder a nuevos empleos”. Por otra parte, proponen que el gobierno “favorezca la aplicación de nuevas tecnologías mediante, por ejemplo, estímulos fiscales y medidas compensatorias a los ‘perdedores’” que deja este fenómeno.

El Cinve señala que este tipo de “acciones presentan dificultades importantes en su implementación y no sólo en términos políticos o sociales, sino inclusive en cuanto al conocimiento necesario para un correcto diseño de las acciones”. Esto se debe a que, por ejemplo, en el caso de un trabajador de la industria, no deberá especializarse en lo que hace, sino “reconvertirse a tareas con un componente cognitivo superior”. A su vez, a la hora de educar nuevas generaciones, no existe un “consenso entre los académicos sobre qué tipo de educación se requiere para el trabajo del futuro”.

Algunas iniciativas, como la que propone el “incremento de los impuestos a ciertos tipos de capital, como los robots, pueden tener relevancia para grandes economías, con un efecto (eventualmente) reducido en términos de competitividad internacional. Pero ciertamente no es el caso de Uruguay, donde una medida de este tipo podría tener efectos negativos para el conjunto de la economía”.