Laura Alberti es la representante del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) en el Secretariado Ejecutivo del Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT). El SUNCA es el sindicato de la construcción y las ramas anexas, que son extracción, hormigón, peaje y cerámicas. En representación de esta última llegó Laura al sindicato.

Las mujeres desembarcaron en el SUNCA hace nada más que 15 años. Casi 90% de quienes trabajan en el anexo “peaje” son mujeres. En “cerámica” también hay una fuerte representación de mujeres, gran parte de ellas representantes de hogares monoparentales.

Laura, que tiene 43 años, lo primero que dice al presentarse es “soy la mamá de Santiago y Micaela”. Fue mamá a los 17 años. Cuando tenía 29 se separó y se hizo cargo del sostén del núcleo familiar. “Al quedarme sola con ellos tuve que buscar la forma de mantenernos. Después de varios intentos de buscar trabajo, llegué a una fábrica de cerámicas”. Corría 2005 y ni bien entró a la fábrica le llegó la planilla de afiliación al SUNCA. En el lugar había dos delegadas gremiales. Laura dice que les “debe muchísimo”, porque le enseñaron mucho.

“Durante un tiempo aprendí el oficio, y a fines de 2008, en una asamblea, cuando fueron los delegados del SUNCA, en la fábrica no teníamos delegada de seguridad. Me ofrecí y entonces comenzó mi periplo como delegada sindical”, cuenta. En 2010 una de las delegadas gremiales quedó embarazada y, mientras estaba de licencia maternal, Laura asumió su lugar.

“Estábamos en plena negociación del Consejo de Salarios. Esa fue mi llegada, porque hasta ese año los delegados de seguridad no teníamos fueros sindicales. Podíamos hacer recorridas dentro del centro de trabajo, verificando las condiciones de seguridad, pero no teníamos fueros para salir del lugar de trabajo”. Esa fue justamente una de las victorias de ese Consejo de Salarios.

Ese mismo año fue a su primer plenario de delegadas y delegados, que tuvo lugar en el Club Atlético Platense. “Cuando llegamos al plenario éramos muy pocas mujeres, pero los compañeros nunca nos hicieron sentir que éramos distintas. Siempre nos hicieron sentir muy cómodas, que éramos SUNCA”.

En el SUNCA hay un interés particular por la inserción de las mujeres en la industria. “Cuando comienza una obra vamos a dar la discusión y planteamos que ingresen compañeras, también personas en situación de discapacidad”, sostiene.

Por ley, las mujeres pueden anotarse para trabajar en obras y, mediante un sorteo, se adjudican los lugares. “El problema es que, por lo general, eso es para el ‘peón práctico’, para quien no tiene experiencia. Lo que hacen las empresas es hacer llamados para oficiales más especializados, entonces se saltean esa ley y así evitan que ingresen mujeres”, apunta.

“Hoy el que nos está discriminando para el ingreso al trabajo en la construcción es el empleador”.

Y la desigualdad se hace presente: “Cuando nosotras ingresamos a las obras y por medio de la capacitación accedemos a otra categoría, nos cuesta muchísimo ingresar, porque hoy el que nos está discriminando para el ingreso al trabajo en la construcción es el empleador”. Las explicaciones son “que hay que tener un vestuario más, un baño más, usan como excusa que faltamos porque tenemos hijos”. Según explica Laura, “eso no es así”. “Hoy sabemos que la mujer no es más faltadora que el hombre. Sabemos que la mayoría de las mujeres que trabajan en la industria están al frente de su hogar, entonces evitan faltar y evitan llegar tarde. Muchas veces nos estigmatizan y así evitan que podamos acceder a este trabajo. Pero seguimos peleando para que haya más mujeres en la industria”.

También reivindica otros reclamos: “A igual tarea, igual remuneración”. Y asegura: “Hoy el trabajo de la construcción lo podemos hacer las mujeres”.

Un lugar en la central

Laura fue la primera mujer en ocupar un puesto en la Mesa Representativa del PIT-CNT. Se integró “cuando los compañeros que formaban parte asumieron otras responsabilidades”.

“El feminismo es sin duda también una cuestión de clase”.

“Me acuerdo de que ese día se iba a discutir sobre un paro general. En la mesa pedí la palabra, pero el compañero que estaba dando la palabra no me la cedía. Al lado mío estaba Marcelo Turco Abdala [secretario general del PIT-CNT]. Le hizo seña y le dijo: ‘Laurita te está pidiendo la palabra’. Preguntó de dónde era, y le dije que era de la construcción”.

Se dio cuenta de lo que estaba pasando por otra compañera, Tatiana Antúnez. “Cuando fui a hablar me sacó una foto y la subió a las redes. Escribió: ‘Un orgullo la compañera Laura Alberti, primera mujer en representar al SUNCA’”. Dice que en ese momento entendió “la responsabilidad que tenía como mujer”. “Como militante del SUNCA sabía que la tarea era importante, pero cuando vi que otras compañeras resaltaban esto y que, de hecho, era una mujer que estaba representando a un sindicato que es 99,9% de varones, entendí la importancia que tenía que darle para visibilizar nuestras luchas y nuestras reivindicaciones”. Ahí le cayó la ficha.

Si bien el Congreso del PIT-CNT mandató que el Secretariado Ejecutivo debe ser integrado por mujeres, la central sindical no les puede decir a los sindicatos quién los representa. “Eso pasa desde hace varios congresos. En el último se rompió ese techo de cristal. Varios sindicatos designaron mujeres en su representación. Eso ayudó a visibilizar que habemos compañeras en el movimiento sindical que podemos tener la capacidad y la responsabilidad de representar a nuestro sindicato. No solamente estar sentadas en el secretariado, sino también ocupar cargos, como la vicepresidencia, la secretaría de organización, lugares en los que la responsabilidad es grande”.

“Hoy resisten las mujeres y los niños que están siendo violentados en sus casas y no tienen cómo ser ayudados porque viven con el agresor”.

El rol de las mujeres en cargos de representación de la central sindical tiene una carga simbólica fuerte. “Lo que nosotras estábamos haciendo ahí era visibilizar que las mujeres podemos y debemos estar en lugares de decisión. Porque habemos mujeres capaces. Muchas veces hasta somos nosotras mismas las que nos boicoteamos y nos creemos que no podemos o que no debemos estar”. Dice que este es “uno de los desafíos más grandes que tiene el feminismo, porque a veces mucha gente que está alrededor nuestro es la misma que nos boicotea”.

También, a diferencia de los varones, muchas veces tuvo que contestar por qué milita. “Fue de las primeras cosas que me preguntaron. A los únicos que tuve que explicarles por qué militaba fue a mis hijos, y cuando me dijeron ‘estamos orgullosos de vos, mamá’, fui para adelante como un tren”.

El rol del feminismo

Laura considera que aún hoy “las mujeres tenemos que estar dando explicaciones a cada rato de por qué militamos y para qué militamos”. “Por eso es importante que las mujeres nos apoyemos y entendamos que esto no es una lucha que empezó ayer; son siglos de patriarcado, siglos de machismo”.

“Nosotras tenemos años de opresión arriba, y cuando el que te oprime ve que vos te querés soltar, te oprime más”.

Si bien le gustaría que el cambio fuera más contundente, entiende que es un proceso que se está dando y que, necesariamente, tiene que ir “de la mano del movimiento sindical”. “No podemos estar lejos de la lucha de clases. El feminismo es sin duda también una cuestión de clase”, explica. “Nosotras tenemos años de opresión arriba, y cuando el que te oprime ve que vos te querés soltar, te oprime más”, sostiene. Por eso, cree que hay muchísimos desafíos por delante.

El golpe de su vida

Micaela, la hija de Laura, fue asesinada en 2017 en el marco de un conflicto criminal del que no formaba parte. Tenía 20 años.

Laura la despidió con una carta: “Cuando le pedimos que nos acompañe en la campaña por No a la Baja, nos dijo: ‘Sí, mami, claro. Las rejas no son la solución; vamos’. Ella ahí estaba en todas las causas... ¡Siempre! No lo cuento esto porque es mi hija, es porque hay que seguir peleando por esta juventud, la juventud que es el futuro de mañana”. Lejos de promover la venganza y el odio, expresa: “No me van a hacer bajar los brazos. Sepan que voy a estar más fuerte, por todas las Micas que hoy pelean por un futuro mejor”.

Desde su lugar Laura acompaña y se mueve para ser parte de la solución y apoyar, entre otras cosas, actividades que suceden dentro de las cárceles. A fines del año pasado, en la Unidad 4 Santiago Vázquez (ex Comcar) se detectó la necesidad de conseguir sillas de ruedas para que las visitas en situación de discapacidad o con dificultades de movilidad puedan desplazarse por la cárcel. Enterada, se puso el tema al hombro y al día siguiente, con el aporte de distintos sindicatos, se compraron varias sillas de ruedas para la cárcel. Similar fue su actitud en el marco de la emergencia sanitaria provocada por la aparición de la covid-19. El PIT-CNT hizo una donación de productos de limpieza al Comcar y la encargada de esta gestión también fue Laura.

Acuerda con quienes sostienen que ni el punitivismo ni las armas son la solución. “Estoy segura de que la salida para la seguridad no es endurecer las penas, dejar que se porten armas ni bajar la edad de imputabilidad penal. No es una cuestión que vaya a mejorar de un día para el otro”, afirma.

“Hoy resiste el que está yendo a una olla popular a comer”.

Para mejorar la seguridad, sugiere hacer énfasis en la educación, dejar de lado la estigmatización y entender las políticas en este sentido como una inversión en lugar de un gasto. “Cuando se cree que en las zonas más vulneradas solamente germinan personas que delinquen es muy complejo. Cuando los gobiernos de turno creen que invertir en ese tipo de personas no es una inversión sino un gasto, ahí es donde más se complica. Invertir en educación, cultura y deporte es una inversión a futuro en seguridad”, opina.

Considera que para mejorar la seguridad es necesario trabajar desde el territorio y dar la disputa por los espacios de identificación: “Cada joven que le sacamos a una boca, a la calle, que aportamos para sacarle la idea de delinquir, es alguien a quien ayudamos para el futuro de la seguridad. Es ahí donde tenemos que sumar, ahí están la respuestas. Ahí debemos encarar seriamente”.

Los derechos se defienden

“Nadie nos regaló los derechos que tenemos ni las leyes que conseguimos. Lo conquistamos con lucha, en la calle”, dice. “Cuando nos vienen a decir que los trabajadores no tenemos derecho a la huelga, a pelear por un salario digno, a sentarnos a negociar por condiciones de trabajo, eso significa que no consideran que seamos sujetos de derechos”, señala.

No le parece oportuno el tratamiento de la ley de urgente consideración (LUC). “La presentación de esta ley, en este marco de emergencia sanitaria y de pandemia mundial, habla mucho de los gobernantes que tenemos de turno. Cuando tenemos trabajadores que van a las ollas populares porque no tienen para comer, nuestros legisladores se preocupan por que haya porte de armas o por que ingresen 501 artículos de una ley que no es urgente, y que encima es un retroceso para vulnerar nuestros derechos”.

“Hoy nuestro gobierno se está equivocando, y vamos a estar a la altura para que nos escuchen”.

El movimiento sindical no estará ajeno a esta discusión. “Como siempre, vamos a resistir. Hoy resiste el que está yendo a una olla popular a comer. Hoy resisten las mujeres y los niños que están siendo violentados en sus casas y no tienen cómo ser ayudados porque viven con el agresor. Entonces, hoy nuestro gobierno se está equivocando, y vamos a estar a la altura para que nos escuchen”.