A las 17.00 tenía que pasar a buscar a su hija, Cecilia, pero nunca llegó. “Aquel domingo 16 de julio de 1989, Guillermo caminaba junto a una amiga, se detuvieron al mediodía en la plaza Cipriano Miró, donde efectivos de la seccional policial 15ª los detuvieron mediante un operativo de razzias. Su amiga fue liberada, pero mi padre no; ese mismo día a las 20.30, su cuerpo es trasladado en estado de coma al Hospital Pasteur, donde es reanimado. El 24 de julio, luego de varios días internado en el CTI de la Mutualista Israelita del Uruguay (MIDU), finalmente fallece”, escribió Cecilia en la carta publicada en el Facebook del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), en homenaje a su padre, Guillermo Machado. Machado era trabajador de la construcción, afiliado al SUNCA y a la Unión de la Juventud Comunista. Si bien la policía calificó el episodio como “intento de suicidio”, el médico de la MIDU que atendió a Machado dijo que las lesiones que presentaba no se correspondían con dicha declaración.

Este viernes se cumplen 31 años de su fallecimiento y el SUNCA y los familiares estarán organizando desde las 10.30 en la plaza Cipriano Miró una intervención para recordarlo, “con un mural, con banderas y diciendo unas palabras”, según explicó a la diaria el secretario de Derechos Humanos del SUNCA, Enrique Núñez.

“El día de su entierro fue decretado un paro por el PIT-CNT, día en que el pueblo uruguayo acompañó marchando a pie con su cajón al hombro desde el Paso Molino hasta el Cementerio del Norte. Días después, la Coordinadora Anti Razzias convoca a la marcha de las antorchas, en la que se iluminó la ladera del Cerro de Montevideo bajo la consigna: ‘No más razzias’. El pueblo uruguayo pidió justicia, dijo basta de represión, basta de violencia y de distinción entre ciudadanos”, sigue la carta de Cecilia. Núñez dijo que la muerte de Machado ocurrió “en el marco de la adopción y aplicación por parte del primer gobierno de Julio María Sanguinetti” del Decreto 690/980 de la dictadura cívico-militar, que legalizó las detenciones masivas de personas, pero que “fue aplicado especialmente contra los jóvenes ya sea en espacios públicos o cuando había expresiones de organizaciones sociales, como había en ese momento, en que existía una movida muy grande de los estudiantes y jóvenes reclamando derechos”.

La muerte de Machado y la represión contra los jóvenes por medio de las razzias generó protestas y movilizaciones y llegó hasta el Parlamento, culminando con la renuncia del entonces ministro del Interior Antonio Marchesano. Sin embargo, según Núñez, es un hecho que no quedó del todo esclarecido y del que quedaron responsables impunes.

En la carta de Cecilia, quien está preparando un libro sobre su padre, se puede seguir leyendo: “Los argumentos que sustentaron la negación del derecho a la libertad y a la presunción de inocencia fueron su apariencia y su actitud cuestionadora ante la autoridad. Amparados en el Decreto 690/980 que reglamentó las razzias, decreto que permitió una acción policial ilimitada, que imponía su poder anulando la ciudadanía de aquel que no cumplía con los criterios normativos. Las razzias fueron el continuismo del terrorismo de Estado en nuestro país. Su muerte es una de las huellas que han dejado los ejercicios de dominación en democracia. Por eso elijo recordar, porque recordar es proteger la memoria de la negación cultural que nos invisibiliza, y porque el recuerdo colectivo es la muestra de que la memoria no se requisa”.