El camino hacia la Ley de Economía Social y Solidaria, aprobada en 2019, fue de construcción colectiva y estuvo marcado por ferias o “espacios” de intercambio de productos, propuestas de talleres y actividades, en las que “lo que prima es la solidaridad, la equidad, la posibilidad de generar otros modos de sociabilidad, de estrechar vínculos con la comunidad y con la naturaleza”, explica Helena Almirati, integrante de la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria (CNES). La economía solidaria promueve una “transformación social que coloque en el centro al planeta, a la persona, no la acumulación de capital”, añade.

Por su parte, Gerardo Sarachu, director de la Unidad de Estudios Cooperativos y Economía Solidaria del Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio de la Universidad de la República (Udelar), la define como “un proyecto de acción conjunta que las organizaciones y las entidades que la integran levantan a los efectos de interpelar la forma de hacer economía dominante”.

Esta institución nació en 1988 con el fin de “generar propuestas de formación y desarrollo, de extensión y cooperación a nivel de la economía social y solidaria”, dijo Sarachu a la diaria.

En tanto, mencionó que esta economía comenzó a tener fuerza en Uruguay a partir de la crisis de 2002. En ese contexto se llevó a cabo el Foro Mundial de Porto Alegre, impulsado con la consigna “Otro mundo es posible”. Al lugar asistió una amplia delegación de organizaciones nacionales, instituciones y emprendimientos –entre ellos la Udelar– y, a partir de ese momento, se colaboró con la conformación de una coordinadora propia de economía solidaria en el país.

El trueque como forma de economía

La CNES apoya el proyecto Trueque con Sol desde que se comenzó a gestar, en 2020. Esta herramienta de “intermediación solidaria” se trata de una aplicación para dispositivos móviles a la que se accede cuando alguien que ya la utiliza la comparte. Hay dos formas de participar: ser invitado por alguien que ya integra un nodo o escribir un correo a la organización para participar en una instancia de taller. Una vez instalada la aplicación y elegido un nombre de usuario, se pasa a formar parte de un nodo con 2.000 soles para intercambiar por productos. En este sentido, Almirati destacó que los soles lograron visualizar que “no hay autogestión que perdure si no es con alegría, si no es con humanidad, si no es disfrutándola y construyéndola desde lo humano”.

Este proyecto tiene un espacio físico autogestionado que funciona como almacén de trueque todos los viernes de 14.00 a 18.00 en Juan Carlos Gómez y la rambla 25 de Mayo, en Ciudad Vieja.

Almirati describe las reuniones del colectivo como espacios libres de confrontación y tensión. “Es como llegar a tu casa. Te sentás y respirás, es un lugar tranquilo”, relata, y agrega que allí las decisiones se toman por consenso. “Tenemos tanto planificado para hacer en conjunto que no hay tiempo para la disputa”, explica.

Feria de intercambio en "Casa de Piedra".

Feria de intercambio en "Casa de Piedra".

Foto: Alessandro Maradei

En materia de valores y principios que promueve la economía solidaria, Sarachu subrayó el vínculo con la naturaleza “no como algo externo que podemos modificar a nuestro antojo, sino siendo parte de ella y generando un modo de relacionamiento que no sea depredatorio”.

El consumo responsable es uno de los ejes centrales del colectivo. Almirati indicó que se lo plantea desde tres lugares: el cuidado del planeta, el cuidado de uno mismo y el cuidado del que elabora con responsabilidad.

Por otro lado, señaló que el fomento y desarrollo de esta economía está instalado a nivel nacional “fuertemente” en el Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop), así como también en cada departamento. En esa línea, agregó que se muestran “súper abiertos” a que otros colectivos se sumen o quieran intercambiar desde sus localidades, instando a la descentralización.

La integrante de la coordinadora valoró que tanto el Ministerio de Desarrollo Social como el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) tienen áreas que trabajan con emprendimientos autónomos, con el cooperativismo y el asociativismo. “Desde el principio nuestra actitud fue siempre trabajar en que haya políticas públicas desde el Estado”, manifestó.

Asimismo, Sarachu expresó que en el movimiento sindical se ha dado lugar al espacio de los autogestionados y ahí confluyen la CNES, la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, la Asociación de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores y la Udelar, entre otras organizaciones. El vínculo con las instituciones y colectivos es horizontal. En ese sentido, Almirati insistió en que cada colectivo tiene vida propia, pero se complementan.

Deconstrucción del poder

Sarachu explicó que desde la economía solidaria se impulsa otra manera de ver el poder, como un poder social que se ubica en un plano relacional y se expande en la medida en que se expanden las conexiones. Señaló que no hay un juego libre entre la oferta y la demanda, sino que “hay un acuerdo entre productores y consumidores que trabajan juntos para resolver el problema de la comunidad”. En la práctica, asumirse como un ser integral, incompleto y equívoco que se constituye con base en la relación con los demás es la primera etapa de este proceso de deconstruir para construir con solidaridad.

“La empresa capitalista, una vez que entra en crisis, se desprende de los trabajadores, pero desde la economía solidaria se promueve lo contrario. Se busca otra alternativa para consolidar el trabajo: se distribuyen los pocos recursos que hay o se buscan nuevos recursos, pero siempre la resolución es más hacia lo colectivo”, ejemplificó.

Sin embargo, esta fuerza desestabilizadora está condicionada por las formas dominantes. “Vivimos en una sociedad heterónoma en la que las normas las pone otro y nosotros las acatamos. Es una relación de dependencia”, constató.

Feria de intercambio en "Casa de Piedra".

Feria de intercambio en "Casa de Piedra".

Foto: Alessandro Maradei

Viento del Norte

El colectivo Nordan (“viento del norte” en sueco) se creó en Suecia, durante el exilio de muchos uruguayos que formaban parte de la Comunidad del Sur, una cooperativa integral de Montevideo que tuvo sus inicios en 1955. La vuelta a la democracia también los devolvió al país, pero, con la identidad sueca arraigada, pasaron a llamarse Editorial Cooperativa Nordan.

Laura Prieto, integrante del colectivo, señala que existe un fuerte vínculo, “de años”, con la CNES, y que desde su punto de vista la economía solidaria respeta a la persona, a las personas y al ambiente, en tanto que vela por una distribución justa del trabajo. Como colectivo, explica que siempre trataron de consumir productos locales, de pequeñas empresas y cooperativas, productos orgánicos y agroecológicos.

Por otro lado, opina que hoy por hoy existe un mayor cuestionamiento en el entorno en cuanto al consumo. “Yo creo que los jóvenes comienzan a tener más conciencia. Estamos metidos en una economía que hasta que no la cuestionamos, es la manera de funcionar”, sentencia.

Fawhodie

Artesanas Afrouruguayas es un grupo de mujeres emprendedoras que se conformó el 8 de marzo de 2006 con el objetivo de lograr una mayor visibilidad. Mónica Castellanos, integrante del colectivo, cuenta a la diaria que “estaba bueno poder resaltar como mujeres afro y jefas de hogar” en el mercado de la artesanía, y añade: “Poder hacer algo productivo, algo que nos remunere económicamente y que nos independice”. Fawhodie es una palabra africana con la que el grupo se identifica porque refiere a la emancipación, la independencia y la libertad.

Lo que la llevó a comenzar con su emprendimiento de carteras y riñoneras de cuero, y luego a formar parte de la CNES, fue la búsqueda de poder “equilibrar” sus emociones. “He tenido la suerte de encontrar contención en mis compañeras. Me dejé llevar por una corriente muy linda y sanadora”, relata. “Como mujeres negras, nos cuesta el doble todo como para salir adelante acá en este hermoso paisito que yo tanto amo”, concluye.

Proyecto de primera mano

El proyecto de reúso textil nació, originalmente, de la organización europea Tess, que hizo converger seis organizaciones con el propósito de “recolectar, seleccionar, clasificar y recomercializar” ropa de “segunda mano” para dos fines: la reinserción social a través de la actividad laboral y el cuidado del medioambiente, en tanto que priorizan el trabajo de mujeres jefas de hogar.

Estas organizaciones autosustentables, que no dependen del Estado, se apoyan en la experiencia previa de sus integrantes dentro del rubro textil. A su vez, tienen como objetivos el “bien público y articular políticas públicas”, dijo a la diaria Alexandre Bohl, técnico francés que representa a Tess en Uruguay.

Según estableció, actualmente en los sectores tradicionales de economía se invierte mucho dinero en ropa de “segunda mano”, pero para beneficios propios. “Estos sectores tomaron conciencia de que el reúso textil es una inmensa oportunidad en términos financieros”, dijo, y aseguró que se llevan a cabo prácticas de economía circular “poco sustentables”.

Por su parte, Bohl apuntó que el contacto con Uruguay surgió de manera “informal” en el contexto del cierre de la fábrica Paylana, en Paysandú, años atrás. En 2020 se hicieron estudios económicos y de mercado. “El proyecto que se desarrolló junto con la CNES es único”, puntualizó, y añadió que la idea es que se establezcan “dos plantas de clasificación, dos centros logísticos”, en Montevideo y Paysandú.

Almirati explicó que el proyecto fue analizado y estudiado por el Inacoop y el MTSS. En esta línea, destacó que el contacto con el gobierno es “fluido” y que esperan tener “todo el apoyo para continuar con este trabajo”.

Del 15 al 23 de diciembre, la organización va a estar presente en la plaza Cagancha, donde se llevará a cabo un encuentro de economía solidaria con emprendimientos, talleres y dos áreas temáticas: de reúso textil y reúso textil intervenido (materia prima para diseñar encima), y de soberanía alimentaria (plantines y huertas).