Diego O’Neill es el presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay desde 2018. El rubro en el que se maneja acordó el año pasado, en medio de la pandemia, un convenio colectivo que no implicaba la pérdida de salario real para los trabajadores. El líder de la gremial empresarial conversó con la diaria sobre las particularidades de la relación con los obreros y dio su visión sobre cómo pueden mejorar las negociaciones.

¿Cómo describirías la relación empleado-empleador dentro de la industria de la construcción?

Creo que es una relación buena. La industria de la construcción tiene algunas particularidades: hay alta rotación de trabajadores, porque se hacen los contratos por determinada obra y, una vez que se termina la obra, termina el vínculo contractual, excepto en un porcentaje de trabajadores que son permanentes, que van por la misma empresa de una obra a otra. Yo te diría que esos trabajadores permanentes generan un sentido de pertenencia y un vínculo bueno, en el que en muchas oportunidades reciben apoyos de las empresas ante distintas situaciones que tienen que enfrentar, como para comprar una vivienda o un vehículo o ante alguna situación de enfermedad o lo que sea, y que, en general, van progresando dentro de la empresa en lo que tiene que ver con su remuneración. Con el que no es permanente, si bien puede haber ese tipo de situaciones, como el vínculo es a término, puede ser menos cercano, pero en general es un relacionamiento bueno, de tirar juntos para el mismo lado.

¿Y cómo es la relación institucional entre el sindicato y el empresariado?

La construcción tiene una tradición muy larga de negociación, que comenzó con la ley que instaló los Consejos de Salarios [que se promulgó en 1943]. Después tuvimos una interrupción en la dictadura, aunque se mantuvieron algunos contactos informales, pero ya en la salida de la dictadura se instalaron los Consejos de Salarios y aun cuando después, en la década de 1990, se dejaron sin efecto, la construcción siguió negociando sus convenios colectivos y ha desarrollado una tradición de negociación muy fuerte de construcción de acuerdos. Y a partir de la huelga de 1993 se crearon los fondos sociales de la construcción; ese también ha sido un ámbito de trabajo permanente de colaboración. Estos fondos son para ayudar al trabajador y a su familia en temas de formación, también en temas de vivienda o en temas más sociales, como de salud, de recreación, y ese es un ámbito de trabajo colaborativo bien interesante. Por ejemplo, el año pasado abrimos un primer centro de atención a la infancia para la zona de Aparicio Saravia y General Flores [en el barrio Piedras Blancas] y ahora abrimos un segundo centro, hace aproximadamente un mes, en Bella Italia. Son obras muy buenas, en eso tenemos muchas coincidencias. No quita que hay otras cosas en las que, obviamente, no tenemos tantas coincidencias o que aspiraríamos a resolver las diferencias en un ámbito más colaborativo y menos confrontativo. Tenemos un área más colaborativa y de repente otras etapas en las que todavía hay cierta rispidez o cierta actitud de confrontación.

¿En qué momentos suele ser esa confrontación?

Por ejemplo, el convenio especial en UPM nosotros entendemos que podríamos resolverlo sin estos niveles de conflictividad. Nos parece que sería bueno para todos y que los resultados serían similares. No por la conflictividad es que los convenios terminan siendo mejores. Entendemos que ahí deberíamos avanzar a algo más colaborativo. Podríamos hacerlo con menos enfrentamiento, con menos confrontación, con menos conflictividad, y eso sería bueno para todos.

El año pasado la construcción fue uno de los pocos rubros que acordaron un convenio colectivo que no significaba una pérdida de salario real para los trabajadores. ¿Cómo fue llegar a ese acuerdo?

El Poder Ejecutivo propuso un convenio puente por un año por la pandemia. A nosotros justo se nos había vencido el convenio colectivo en abril y nos pareció que era mejor tratar de descolgarnos de ese convenio puente. El sindicato también acompañaba esa postura y el Ejecutivo nos dio luz verde, así que hicimos la negociación colectiva. La construcción ha tenido durante unos cuantos años una mejora del salario real por encima de la media en la economía; evidentemente, no estaba planteado seguir mejorando, pero también nos pareció que se podía mantener el salario, porque con el escenario de actividad que estaba por delante, con la inversión de UPM, con las modificaciones que el Ejecutivo hizo tanto al decreto de vivienda promovida como a los proyectos que tomaron por la Comap [Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones], iba a llegar un buen nivel de actividad, lo que se confirmó con el tiempo, entonces entendimos que podíamos ir a un convenio con esas características de mantenimiento del salario.

Actualmente las obras de UPM y el Ferrocarril Central explican buena parte de la ocupación en la construcción. ¿Qué pasará cuando terminen?

Sería bueno ampliar la inversión pública que está prevista en el Presupuesto a través de instrumentos de financiación alternativos. Algunos ya se plantearon, como el fideicomiso para los asentamientos o los contratos Crema que va a sacar el Ministerio de Transporte para obras viales. Sería importante profundizar ese camino y generar más instrumentos y, por tanto, más obra pública.