La empresa Orosur Mining Inc., que tenía la concesión para la explotación de oro en la mina San Gregorio, ubicada en Minas de Corrales, departamento de Rivera, cesó su actividad en 2018. Marcelo Pugliesi, titular de la Dirección Nacional de Minería y Geología (Dinamige) del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), dijo a la diaria que “cuando esta empresa dio a quiebra el precio internacional del oro estaba en un valor históricamente bajo”, de unos 700 dólares la onza (medida de peso equivalente a 28,350 gramos).

Según Pugliesi, actualmente hay empresas interesadas en la explotación del hierro en la localidad riverense, que están abocadas “a las exploraciones que son la etapa previa” a cualquier proyecto minero. “Hacen perforaciones y analizan muestras en laboratorios certificados para minería a nivel mundial”, explicó.

“Los emprendimientos mineros arrancan con un proceso de estudio, de exploración”, señaló. Luego de finalizar esta etapa, en la que “ya se ha ubicado la zona geológica y se ha calculado el volumen de mineral que se puede sacar”, normalmente “salen a buscar más inversores”, agregó. Finalmente, cuando obtienen los capitales necesarios y “logran cotizar en bolsa, contratan a una empresa minera para que haga la explotación”, detalló.

Pugliesi consideró que es “un proceso prolongado y costoso”, en el que además “se corre un riesgo muy grande”. Por esa razón, las etapas previas son tan importantes, “el análisis del proyecto debe ser avalado por instituciones que se dedican a eso a nivel mundial”, agregó. Según el titular de la Dinamige, las exploraciones se llevan a cabo en una zona ubicada al sureste de Minas de Corrales, “a una distancia de 20 o 30 kilómetros” de la localidad. Existen estudios de prospección realizados en el lugar que datan de la década del 70.

Pugliesi dijo que una empresa multinacional también había realizado exploraciones en 2008, y añadió que es un “lugar en el que hay presencia de hierro”, al igual que en la zona Valentines, donde se iba a llevar adelante el fallido proyecto de Aratirí. Aunque “por ahí sin un yacimiento tan grande”, añadió.

Contó que hay una empresa de capitales nacionales que “está por terminar los documentos necesarios para obtener sus permisos medioambientales” para la explotación de hierro. Se trata de un proyecto minero a pequeña escala, que podría llegar a extraer 300.000 toneladas al año. “Para tener una idea, con Aratirí se hablaba de 18.000.000 toneladas anuales”, comparó.

La viabilidad económica del proyecto y su impacto ambiental

Pugliesi dijo que en la etapa de exploración cada empresa emplea alrededor de diez personas. En el caso del emprendimiento de capitales uruguayos, el jerarca contó que desde el MIEM esperan que “pronto puedan traer sus equipamientos y comenzar con la explotación”. El jerarca estima que cuando esta empresa empiece a operar necesitará unos 30 trabajadores.

En el mismo sentido, argumentó que la zona de Minas de Corrales se caracteriza por la producción minera “desde hace mucho tiempo”, por lo que en dicho lugar hay “mucha mano de obra experta”. Además, “el equipamiento que se utilizó hasta que se cerró la mina de oro era relativamente moderno”, consideró.

Por otra parte, Pugliesi explicó que el hierro que se pretende extraer en esa zona proviene de la magnetita. Eso implica algunas diferencias con la extracción del hierro proveniente de la hematita, que es “el que más abunda en el mundo”, contrastó. Si bien la extracción se hará a cielo abierto, la transformación del hierro que proviene de la magnetita se realiza por medio de la “separación magnética” y no es “necesario utilizar elementos químicos en grandes cantidades”. Esto sí sucede con otros minerales como el oro, que además necesitan lagos de relave. Por esa razón, la extracción del hierro en nuestro país será “más beneficiosa para el medio ambiente que la del oro”, sentenció.

En otro sentido, el jerarca recordó que cuando se hicieron los estudios en la zona de Valentines para el proyecto de Aratirí, “el resultado concluyó que se podría obtener una calidad de hasta 68% en el hierro”. Se trata de un nivel alto, que lo “categoriza como premium a nivel mundial”, enfatizó.

Además, consideró que aunque la extracción de hierro en Uruguay en principio no tendrá una gran magnitud, “es importante porque el país nunca exportó este mineral”. Y agregó que el hierro que se extrae de la magnetita es muy requerido internacionalmente. China es uno de los principales compradores, ya que “necesita unas 700.000.000 de toneladas de hierro”, añadió. También dijo que actualmente el precio del hierro está a un nivel “históricamente alto, a más de 170 dólares la tonelada”.

El director piensa que su precio no caerá en el mediano plazo debido a que el conflicto entre Rusia y Ucrania hizo subir el precio de las materias primas y que “los metales preciosos al ser un refugio de capitales aumentan su valor”.

Un vínculo histórico con la actividad minera

Según un artículo publicado por Eduardo Palermo en 2019 que se titula “Paisaje cultural minero: la región aurífera de Minas de Corrales (Uruguay) a través de la fotografía de época (siglo XIX)”, los primeros hallazgos de la existencia de oro datan de 1820. Palermo explica que José Suáres, un hacendado portugués, “encontró pepitas en los arroyos de su estancia”. En el citado trabajo académico se dice que ese dato “fue consignado por los vecinos de Corrales en un manuscrito de 1880”, con el título de Historia aurífera de Tacuarembó.

La también profesora de Historia Selva Chirico, que investigó los inicios de la actividad minera en Rivera, dijo a la diaria que Clemente Barrial Posada “es el verdadero pionero de la minería en la zona”. Era un ingeniero español que “comenzó la explotación minera en la década de 1860”, agregó. Según la profesora, había estudios geológicos que daban cuenta de un “venero de oro que nacía en Brasil, se arrastraba por nuestro país y moría en Vichadero”.

Sin embargo, Barrial Posada no había obtenido la concesión para la explotación de oro, por lo que debió unir a su emprendimiento a Federico Nin Reyes “que sí contaba con la posibilidad legal de hacerlo”, señaló. El español, que había llevado a 300 obreros para trabajar en las minas, instaló su represa en el arroyo Cuñapirú, entre 1867 y 1869, según Palermo. “Al parecer en 1870 hubo una inundación que se llevó puesto el muro de contención de la represa”, contó. Esta circunstancia hizo que el ingeniero tuviera demasiados problemas para continuar la explotación.

La profesora dijo que en 1878 “los franceses que estaban instalados en Montevideo realizando estudios para la confección del puerto”, a través de los hermanos Birabén, consiguen fraudulentamente quedarse con concesiones. Por esa razón, Barrial Posada inició un juicio contra el Estado uruguayo.

Chirico explicó que los franceses hicieron un nuevo dique y continuaron las obras realizadas por el ingeniero español. “Las minas de donde se extraía el mineral, para luego ser procesado en Cuñapirú, estaban en Santa Ernestina”, en los accesos a Minas de Corrales. El otro núcleo grande “era el de San Gregorio, que tal vez fuera hasta más rico que la propia mina de Santa Ernestina”, explicó.

En otro sentido, la profesora destacó la importancia económica de esta explotación en aquella época, aunque “al tratarse de un emprendimiento imperialista del siglo XIX, las verdaderas ganancias se iban a Europa”.

En ese sentido, apuntó que “muchísimas veces ni siquiera existían tantas ganancias en la extracción minera, sino que se hacían negocios de bolsa”. Se daba “como descubierta una mina riquísima, se hacía un informe fantástico”, y sus acciones subían. Luego los que “inicialmente habían comprado acciones para una mina poco productiva vendían sus acciones y generaban cierta ganancia”, describió. “Era todo un ciclo financiero más que de capitales locales”, opinó.

En 1939 la empresa francesa cerró y en 1959 las inundaciones destruyeron el dique de contención de la represa. Varios años más tarde, en 1996, una empresa de capitales australianos, canadienses y estadounidenses retomó la actividad minera.

Ricardo Vargas, que trabajó en las minas desde 1996 hasta su cierre en 2018, contó a la diaria que “durante la construcción del predio habían muchas empresas contratadas”. En suma, “llegaron a trabajar cerca de 1.000 personas”, recordó. Aunque “cuando comenzó el proceso de extracción en la planta, en febrero de 1997, éramos poco más de 400 empleados”, contrastó.

Vargas señaló que la mayoría de los operarios en la mina eran oriundos de Minas de Corrales, aunque muchos como él eran de la capital departamental, y también habían obreros de Tacuarembó. Según Vargas, la mayoría de los trabajadores “no contábamos con experiencia minera y aprendimos en el proceso”. Por otro lado, generalmente los altos cargos de la empresa eran ocupados por extranjeros.

El extrabajador también contó que a partir de 2004, cuando “la mina fue adquirida por una empresa australiana, fuimos pioneros en materia de seguridad laboral”. Además, en 2005 “se creó el sindicato”, agregó.

El impacto del cierre

Finalmente, cuando culmina la actividad minera en 2018, los trabajadores pasaron al seguro de desempleo. Desde entonces, el Poder Ejecutivo otorgó sucesivas prórrogas y algunos exempleados aún cuentan con dicho beneficio.

Hugo Pereira, secretario de la Alcaldía de Minas de Corrales, dijo a El Observador que la mayoría de los trabajadores que estaban empleados en la mina actualmente se desempeñan en las obras del Ferrocarril Central y de la planta de UPM 2, en el departamento de Durazno. “En números gruesos debemos tener unas 100 personas en situación de desempleo”, añadió. La localidad tiene 3.788 habitantes, según el censo de población de 2011.

Por esa razón, dijo que hay una gran expectativa por la posibilidad de que se lleve a cabo la explotación de hierro, ya que “es lo que daría puestos de trabajo más rápido”.