El 2 de diciembre la Cooperativa de Consumos del Transporte (Cotrans) celebró sus 80 años con la inauguración de su nueva sede social en un edificio patrimonial. En el habitual corte de cinta inaugural de la nueva planta comercial, el presidente de la cooperativa, Gerardo González, fue el primero en usar la tijera y dedicó el primer retazo a Carlos Silveira, uno de los socios, como “homenaje al compañero que fue parte de todo esto”. Luego sostuvo en sus manos una placa entregada por el club de fútbol Boston River en agradecimiento por el “apoyo permanente” recibido de la cooperativa.
Diego Peña, secretario del Consejo Directivo de Cotrans, dijo a la diaria que, debido al carácter patrimonial del nuevo local, no se puede intervenir en su estructura. Además, reveló que con este gran paso apuntan a “expandirse” en cuanto a infraestructura, economía y cantidad de socios.
El local nuevo, ubicado en la calle Uruguay 919, es de principios de siglo XX y cuenta con una superficie 2.000 metros cuadrados mayor que el anterior, un edificio que habían comprado en agosto de 1978. El secretario presentó algunos de los espacios que serán utilizados para diversas propuestas: futura radio de la cooperativa, salón de fiestas –donde aconteció la inauguración– y el salón de la directiva.
Además, destacó la importancia del sistema cooperativo que permite brindarle la oportunidad de acceder a productos de primera necesidad a aquellos que de lo contrario no tendrían posibilidad. Recordó que hace diez años, en plena crisis de la cooperativa, acordaron que Cotrans “necesitaba crecer porque no podía seguir estancada como estaba”, e informó que están en tratativas para conseguir un nuevo parque de vacaciones.
González manifestó que es un “ciclo cumplido de mucho trabajo”; también agradeció al Consejo Ejecutivo y a todas las “cooperativas hermanas”; reconoció que todo lo que lograron es en gran parte “gracias a los funcionarios” y reivindicó la idea de “familia”. En otra instancia, se hizo una degustación gastronómica de productos de elaboración propia, un “nuevo servicio” con el que cuentan desde hace dos años, informó González.
También se llevó a cabo el lanzamiento de un sello alusivo al aniversario junto con el vicepresidente del Correo Uruguayo, Julio Silveira. El jerarca dijo que es un honor que desde el Correo hayan tenido la “oportunidad” de llegar a representar a quienes tuvieron influencia directa en el desarrollo del país.
Silveira celebró que se pondrá en circulación el sello para “integrar y expandir por el mundo” la idea y la presencia de esta institución como “uno de los símbolos propios del país”.
“Todos para uno y uno para todos”
En el marco de la inauguración de la nueva sede, la cooperativa presentó el libro Cotrans: surgimiento, crisis y prosperidad en la voz de sus protagonistas, que cuenta su historia y crecimiento. Según Daniel Arbulo, sociólogo y autor del libro junto con Gustavo Rotunno, el texto surgió de una investigación cualitativa a través de “grupos focales, entrevistas, exsocios, exdirigentes, socios actuales” y del descubrimiento de la revista Rochdale.
Antes de que se llamara Cooperativa de Consumos del Transporte, el 27 de setiembre de 1944, 35 trabajadores de este rubro hicieron la asamblea constitutiva que dio origen a la “Cooperativa de Propietarios y Empleados de Cutcsa [Compañía Uruguaya de Transportes Colectivos Sociedad Anónima]”. Una vez que se superaron los 1.000 socios, en enero de 1948, pasó a llamarse como en la actualidad: Cooperativa de Consumo del Transporte. El cambio fue “sustancial”, ya que pasó a ser de libre afiliación. El primer local propio lo compraron el 9 de mayo de 1949, a cuatro años de la creación de la cooperativa, en la calle Uruguay 2055.
En la revista Rochdale quedó el registró de que la compra de aquel primer local significó para los protagonistas “un ejemplo de fortaleza y crecimiento para el colectivo”. En la tapa de la revista publicaron el evento bajo el lema “Todos para uno y uno para todos”.
Yolanda Oyarbide, psicóloga y docente de formación cooperativa de la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (FCPU), fue invitada por Cotrans para presentar hitos sobre la historia de la publicación. Entre ellos, Oyarbide enfatizó en “la diversidad y el despliegue” de la revista no sólo como “una cuestión de crecimiento sino de marketing”, elemento innovador para la época.
La publicación, que luego pasó a llamarse Brújula, tenía como finalidad brindar un servicio a los socios: publicidad, información sobre nuevos acuerdos y convenios, también propiciaba reflexiones sobre temáticas específicas y opiniones sobre la realidad del país, entre otras secciones, como la de humor y la de crónicas.
A 20 años de la fundación de Cotrans –en 1950–, el crecimiento de la cooperativa permitió la compra de una primera sede en Piriápolis, donde se fundó la colonia de vacaciones, la ampliación sistemática de los servicios y la oferta de productos cooperativos. El “hogar de vacaciones” fue considerado por sus protagonistas una “victoria social”, según se menciona en el libro.
Además contaban con diferentes secciones y gran variedad de artículos comestibles y para el hogar, nacionales e importados con su propia marca “cooperativa”. También ofrecían “servicios directos” como odontólogos, abogados, entre otros, reparto a domicilio de las compras realizadas dentro de Montevideo, y se llevó a cabo la primera experiencia de otorgar garantías de alquiler a los socios y varios beneficios a los que accedían por las órdenes de compra.
En agosto de 1978 la asamblea autorizó la venta del local que tenían hasta ese entonces, y adquirieron un nuevo local ubicado en la calle Convención 1420.
Decisión colectiva
Oyarbide se refirió al crecimiento de Cotrans en términos de “desarrollo”, ya que expresó que el crecimiento se mide en tamaño: “cuánto pesa, cuánto mide y cómo aumenta el número de socios”. En cambio, el desarrollo refiere a “la vida humana” y se mide por las “habilidades, competencias, saberes y experiencias”.
A raíz de esto, la docente destacó la visión de “amplitud” de la cooperativa, ya que no se dedica únicamente a facilitar el consumo de bienes básicos, sino que también a difundir la “educación, la difusión y la promoción del cooperativismo” con la intención de “resguardar, promover y proteger el derecho a estar bien”, al disfrute y al esparcimiento. Oyarbide destacó lo innovador de esta propuesta, ya que en 1950 para la clase trabajadora este tipo de iniciativas escaseaban: “Es una de las grandes revoluciones”.
En la década de 1990 las sucesivas crisis económicas que impactaron el país provocaron el retraso en el pago de salarios y otras complejidades que amenazaron con un cierre inmediato de Cotrans. La docente relató que la cooperativa debatió entre fusionarse con otra –que también tenía dificultades– o cerrar. Sin embargo, desde la asamblea optaron por vender la colonia de vacaciones, que había sido un logro para el colectivo, y eso les permitió subsistir.
En la misma línea, Arbulo se refirió a esa asamblea, realizada en el contexto de crisis y en la que tomaron una decisión que priorizó el “proceso solidario”: “Demostró con la historia que tomar decisiones distintas a lo que el sistema capitalista o empresarial haría es lo que empuja a la cooperativa”. Destacó que decidieron seguir adelante “por la gente y los trabajadores”.
El sociólogo dijo a los cooperativistas que “tienen que sentirse orgullosos de ser parte de esta cooperativa”, porque “marcaron la cancha” y demostraron que hay decisiones de gestión que son propias de los valores cooperativistas, como priorizar a los trabajadores y tomar decisiones en colectivo.
En tanto, Oyarbide dijo que en el proceso de crisis de la cooperativa hubo “tropezones, raspones y algo más”, porque, según ella, “Cotrans se cae, se lastima bastante, pero no muere”. Explicó que cuando todo indicaba el final, la cooperativa tuvo una oportunidad de “sobrevida” al “abrirse a otros socios y cambiar la matriz”. Esto produjo un aumento “gigantesco” de afiliados, ya que pasaron de ocuparse del transporte a expandir su horizonte a otros rubros.
En el libro se menciona, con la recopilación de testimonios, que Cotrans ha sido para sus socios “un lugar de pertenencia, para no caminar solos a través de los avatares histórico-sociales del país”.
En ese sentido, Oyarbide reflexionó que en tiempos de globalización, en los que “parece que todos somos iguales, la cooperativa elige el cara a cara: saber quién es el socio y qué le pasa, cómo vive, cuáles son sus necesidades, cómo lo podemos ayudar”, y especificó que el efecto lleva a la “fidelización”.
“Ninguna vida es igual, es cierto. Pocos o casi nadie puede renacer a los 80 años”, cerró Oyarbide.