La granja es un sector que mezcla lo mejor de la producción primaria de Uruguay, lo agrícola y lo ganadero. En ese sentido, no es un sector exento de complejidades, como el acceso a la tecnología, el cambio climático y problemas en la cadena comercial. En ese sentido, asegurar la permanencia de la granja es asegurar un área productiva que no sólo aporta soberanía alimentaria, sino también trabajo y vida al medio rural. Gran parte de esa responsabilidad estará este quinquenio en manos de la directora general de la Granja del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Laura González, quien dialogó con la diaria.

La Dirección General de la Granja (Digegra) tiene por definición el cometido de la promoción y el desarrollo del sector granjero. Con ese objetivo, las nuevas autoridades se encuentran “profundizando” algunas líneas de trabajo llevadas adelante por la administración anterior, vinculadas con los “sistemas de producción sostenible”. Asimismo, pretenden consolidar algunas políticas que “habían quedado por el camino” relativas a asegurar la “información en tiempo real” en las distintas áreas del sector. Con esto, se busca “aportar a la planificación estratégica” de la producción, la distribución, la comercialización y la industrialización.

“El conocimiento del sector” y “el programa de gobierno” son para González elementos fundamentales de apoyo a la hora de definir el rumbo de las políticas. Sin embargo, ha dejado claro que pretende que las gremiales “sean artífices de las propuestas”, buscando promover un diseño conjunto de políticas que “sean trajes a medida de lo que el sector necesita”.

La granja abarca producciones muy diversas. En estos meses de trabajo, ¿hay un diagnóstico sobre los sectores más complicados?

En este momento toda la granja está atravesando complicaciones, algunas vinculadas con el rubro en sí mismo, como pueden ser las cuestiones de comercialización. Esto pasa, por ejemplo, con la apicultura o con la producción animal, sobre todo la avicultura. Pero todos los sectores tienen problemas de mercado y de rentabilidad. Por ejemplo, la fruticultura y la horticultura.

¿Cuál es la situación actual de la horticultura?

La horticultura está atravesando problemas que tienen que ver con la rentabilidad, con el mercado en sí mismo. El mercado uruguayo es pequeño y el acceso a tecnologías ha hecho que la producción se haya ido concentrando cada vez en menos manos. Los productores van adquiriendo tecnología, lo cual está muy bien, pero, por otro lado, aquellos que no tienen acceso se van quedando por el camino.

¿Qué se puede hacer para romper esa dinámica?

Hay que trabajar a nivel de los mercados, generando diversificación a la hora de la comercialización. Se trata también de la promoción de la agroindustria, lo que no es competencia sólo del MGAP. Creo en que, por ejemplo, las industrias puedan crecer y abastecerse de mercadería nacional. También está el apoyo a las ventas al Estado por parte de los productores familiares. Aparece como recurso además la asociación a la hora de comercializar; no negocia igual un productor aislado que un productor que está cooperativizado o vinculado con una organización.

¿Cambia mucho la realidad si pensamos en el sector frutícola?

Si bien los problemas son similares, para el sector frutícola las soluciones son más estratégicas y de mediano a largo plazo. Tienen que ver, por ejemplo, con los recambios de variedades. Ahí se puede empezar a pensar en una estrategia de recambio, no sólo considerando el mercado interno, sino también generando una corriente de exportación, aunque sea de algunas especies.

Cuando se habla de producción agrícola, se habla de población rural y su proceso de migración, ¿qué lugar ocupa eso en la granja? ¿Está afectando su dinámica?

Sí, sin duda. Eso es un fenómeno que viene de muchos años y que afecta a toda la población rural de todos los sectores y, básicamente, lo que llamamos la producción familiar. Son los que tienen menos capacidad de resistir a todos los cambios, tanto sean en el uso de la tierra, en los negocios, como también los recambios generacionales. Eso es común a todos los sectores [de la granja] y sobre todo a los que más se vinculan con la producción familiar: la horticultura y la lechería, por ejemplo.

Para seguir manteniendo pujante la granja es necesario que las nuevas generaciones se involucren, ¿qué puede hacer la dirección?

No es un cometido específico, pero sí hemos generado una línea de trabajo que tiene que ver con el rescate de la identidad granjera. Eso no sólo apela a la sensibilidad y al rescate identitario desde la tradición, sino también a reconocerse como sector productivo. Se trata de saber verdaderamente cuánto aporta este sector a la soberanía alimentaria, pero también a la generación de empleo y al aporte que hace al producto interno bruto. El rescate de esa identidad viene por reconocer el valor que tiene intrínsecamente el sector productivo.

¿Cómo se consolida ese rescate de identidad? ¿Por medio del trabajo comunicacional?

Nosotros nos hemos planteado primero generar esa información para tenerla disponible y luego sí, mediante una estrategia de comunicación.

Cuando se habla de granja, también hablamos de un rol fundamental de la mujer, ¿ese es otro de los aspectos importantes a cuidar?

Una de las ideas fuerza en las que queremos trabajar es transversalizar lo que tiene que ver con género y generaciones. Cuando se hagan llamados o propuestas de política pública, buscaremos favorecer el acceso a los beneficios a mujeres y jóvenes. A veces estás subsidiando una inversión en un predio donde quien postula tiene 68 años. ¿Tiene derecho? Sí, tiene, pero con eso no estás promoviendo y fomentando el acceso de los jóvenes a esa determinada tecnología.

Otro de los desafíos es seguir los cambios tecnológicos, ¿cómo está el país en ese sentido?

La granja ha tenido acceso a tecnología y eso ha promovido el desarrollo. Pero no es un acceso generalizado y eso a veces depende de quién tiene la capacidad de invertir. De todas maneras, hay mucha innovación en la vuelta que no necesariamente requiere grandes inversiones. A veces son simplemente cambios en la forma de trabajar.

¿Cómo se llega a esos cambios en la forma de trabajar?

Uruguay no tiene un sistema de extensión, de técnicos extensionistas, entonces la asistencia técnica y la extensión rural no están presentes en estos apoyos que se dan desde la Digegra. Siempre hay un técnico vinculado con cada proyecto, pero no hay una continuidad en el trabajo técnico. La transferencia de tecnología se corta con cada proyecto.

¿Entonces sería necesario generar una especie de extensión permanente?

Sí, creo que Uruguay tiene que transitar -desde el MGAP- hacia un sistema nacional de extensión rural.

¿Ya lo están trabajando desde la dirección?

Lo estamos trabajando como una línea, todavía hay que seguir avanzando en esa estrategia como ministerio y como institucionalidad agropecuaria. Ahí entran a tallar también hasta los propios institutos.

Asimismo, son importantes las líneas de crédito y los programas de financiamiento. En ese sentido, ¿son suficientes las herramientas con las que se cuenta hoy?

La dirección tiene una fuente de financiamiento que es el acceso al Fondo de la Granja por medio del BROU y de Afisa [República Administradora de Fondos de Inversión]. Los productores se postulan a un crédito en inversiones o infraestructura para riego, maquinaria, y el Fondo de la Granja lo que hace es subsidiar los intereses. Esa es una línea que se generó en el período pasado que nosotros estamos manteniendo. Sin embargo, tiene un acceso limitado porque no todos los productores tienen capacidad. Por varios motivos, en algunos casos están en el clearing, en otros son deudores del BROU.

Entonces, ¿se podría innovar de alguna forma? ¿Hay espacio para eso?

Hay que pensar estrategias, hay que diseñar estrategias de acceso, tal vez no a créditos demasiado grandes, sino a pequeñas inversiones que apalanquen el crecimiento o el acceso a la tecnología; incluso a través de alguna convocatoria vinculada con el Fondo de la Granja que no implique la toma de un crédito.

Otro elemento que toma protagonismo es el cambio climático, ¿qué acciones son necesarias para estar preparados desde el sector?

Hay algunas estrategias que pasan por el lado de las inversiones, por ejemplo, el acceso al riego, la sistematización de los cuadros, la rotación de los cultivos, el trabajo con distintas especies o la mejora genética. Para contribuir a esto, tanto sea desde la perspectiva de la sostenibilidad como desde la reducción de la vulnerabilidad frente al cambio climático, no se puede pensar en una sola estrategia porque son problemas multicausales.

El cambio climático también lleva a fenómenos que afectan la infraestructura o generan daños en la producción. ¿Cuál es la situación del país en materia de seguros?

Los seguros granjeros necesitan un espacio de actualización. Es una de las líneas en las que venimos trabajando, tratando de actualizar los costos de producción. Se trata de empezar a ajustar los seguros a eso. También hay que generar otros seguros que se puedan valorizar desde otras perspectivas, para atender estos eventos que necesitan atenciones de emergencia. Estamos trabajando con la Opypa [Oficina de Programación y Política Agropecuaria] para el diseño de algunos instrumentos que van a formar parte de algún piloto vinculado con cultivos en específico.

Mencionaba por aquí el riego, ¿cuál es el diagnóstico sobre la presencia de esa herramienta? ¿Qué líneas de trabajo se van a instalar en ese sentido?

Si bien ha habido avances, porque ha habido muchos apoyos, la emergencia hídrica pasada dejó en evidencia que nunca es suficiente. Por eso, la propuesta es trabajar en una convocatoria relacionada con el acceso al riego, que se va a complementar mediante el acceso al crédito con el Fondo de la Granja. En esa convocatoria que estamos planificando, la idea es hacer una secuencia de talleres con el sector para ver exactamente qué es lo que se necesita y dónde se necesita más, para así focalizar sobre todo en los jóvenes.

Al principio hablaba, en general, de problemas de comercialización en el sector. ¿Cómo se puede superar esa situación?

El diagnóstico es que la cadena comercial de rubros granjeros, sobre todo hortifrutícola, está sumamente distorsionada. Ha recibido cambios en distintos eslabones de la cadena y eso ha generado una distorsión en la que muchas veces el valor de lo que paga un consumidor no refleja lo que está recibiendo el productor. Hay una ganancia a nivel de la intermediación que en muchos casos es excesiva y que tampoco refleja lo que es oferta y demanda. A veces hay un stock abundante de determinado producto, pero el consumidor sigue pagando un precio alto y no es lo que recibe el productor.

¿Se puede hacer algo para cambiar esa dinámica?

Entendemos que sí. Todavía no tenemos claro qué es lo que se puede hacer específicamente, pero estamos construyendo para eso. Uno de los elementos a poner sobre la mesa es la información: si vos no tenés claro cuánto te cuesta producir en determinados rubros, tampoco podés transparentar cuáles son tus costos de producción, y eso no genera información para el consumidor. Otra cosa que tiene que manejar el consumidor es cuándo hay producto, cuándo no hay producto, cuándo debiera estar caro, cuándo debiera estar barato.

En el último tiempo ha habido varios cuestionamientos sobre la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM), ¿qué evaluación se hace por parte de la nueva administración? ¿Cuál considera que debe ser el rol?

No voy a hablar de la situación de la UAM, no es mi competencia. Lo que sí te puedo decir es que la UAM para esta administración es un socio estratégico y así lo venimos trabajando. Por eso, buscamos reflotar esto del Observatorio Granjero y darle estatus de plataforma de trabajo. Estamos en el marco de la elaboración de un convenio a firmar con la UAM para avanzar en esos trabajos y otras acciones.

¿Qué quiere decir “darle estatus de plataforma”?

Hasta ahora era un acuerdo de trabajo que generaba cierta información. Nosotros la queremos transformar en una plataforma en la que todas estas direcciones -Dirección de Estadística del MGAP y la Opypa- aporten a la generación y el procesamiento de información. Se trata de salirnos sólo de la tarea de, por ejemplo, los boletines de precio o el relevamiento de precios, y volver a las encuestas frutícolas, las hortícolas, los monitoreos de zafra, de cosecha, actualizar el registro hortifrutícola, el registro de cámaras y otros que maneja la dirección. Toda esa parte tiene que ver con esa contribución a la planificación y a la toma de decisiones. Toma de decisiones de política pública, pero con evidencia, con análisis de lo que está sucediendo.

Cuando se habla de comercialización, otro factor a tomar en cuenta son las importaciones. ¿Qué se puede hacer para que estas no afecten la producción nacional?

Volvemos a la necesidad de generar información. Para eso es que queremos recomponer todo este tema de las encuestas, los monitoreos y saber cómo viene cada uno de los rubros. A falta de esto estamos trabajando con representantes de las gremiales, con lo que se monitorea en el campo por medio de los técnicos territoriales de la Digegra y lo que se monitorea mediante los ingresos y egresos de la UAM. En función de eso, vamos tomando decisiones de cómo, cuánto y cuándo deberían estar ingresando al mercado productos importados.

Siempre se dice que Uruguay tiene un mercado muy pequeño. A pesar de eso, ¿se está logrando pasar frontera con algunos productos?

El producto estrella de exportaciones es la miel, tiene una corriente exportadora año a año. Después, en términos de alguna fruta, algunas exportaciones puntuales, pero no mucho más que eso.

¿Hay espacio para profundizar la exportación con algún producto?

Desde la Unidad de Asuntos Internacionales [del MGAP] se está trabajando en la apertura y la consolidación de algunos mercados, básicamente vinculados con la citricultura, y de algunas frutas, como el caqui y la manzana. Asimismo, también en el mercado de la miel, y algunos productos de la colmena, propóleos y demás. Después no hay mucho margen en la actualidad. Si logramos desarrollar canales de producción para la exportación o para la industria, ahí ya habremos avanzado bastante.

Se ha profundizado el consumo de productos procesados, ¿cómo es la industrialización que tenemos en los productos de granja?

Existe la agroindustria, pero no tiene un gran desarrollo. En paralelo, sí hay una venta de productos industrializados que está en crecimiento, casi todos ellos importados o reenvasados acá. En ese sentido, hay un margen para crecer. Por un lado, es necesario plantar o cultivar para la industria y eso es un cambio de conciencia, un cambio cultural. Abastecer la industria con lo que me sobra o con el descarte ya no corre. Es un cambio cultural que no creo que pueda lograr en cinco años de gestión, pero hemos empezado a poner este tema sobre la mesa y a trabajarlo.

Siempre se pone la lupa en los costos de producción e industrialización, ¿hay margen para cambiar esta realidad?

Margen siempre hay, el tema es negociar con los actores que tienen este poder de decisión sobre esos insumos. Lo hemos hablado, por ejemplo, en la Junta de la Granja; algunas gremiales lo viven planteando, y es cierto, hay posibilidades. Hay que negociar con otros ministerios a nivel de gobierno, pero también hay que tener la capacidad desde las gremiales y desde el sector productivo de plantear esos temas -y vuelvo- con información. Porque uno no puede convencer al Ministerio de Economía o al Ministerio de Industria si no sabe realmente qué impacto tiene o qué porcentaje del costo de producción le implica la energía eléctrica, el transporte, el combustible y demás. Hasta no saber exactamente cuánto te cuesta producir y cuál es el margen que tenés para negociar esos insumos, es difícil que puedas hacer ese tipo de planteos.