Naciones Unidas designó 2025 como el segundo Año Internacional de las Cooperativas, bajo la consigna “Las cooperativas construyen un mundo mejor”. Para avanzar hacia ese objetivo, la perspectiva de género es un aspecto indispensable. En Uruguay, el movimiento cooperativo está desarrollando desde hace años diversas estrategias para avanzar en equidad, con esfuerzos sostenidos por ampliar su alcance territorial.

Un ejemplo de ese enfoque es Mujeres del Litoral, una iniciativa de la Mesa Intercooperativa de Salto junto con la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas (Cudecoop) y el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional. Se trata de una capacitación gratuita dirigida a mujeres cooperativistas o vinculadas a la economía social y solidaria, mujeres desempleadas o mujeres en proceso de salida de situaciones de violencia de género de Artigas, Paysandú, Río Negro, Salto y Soriano.

La mesa de Salto “siempre trabajó en temas de género” por medio de una comisión específica. Gracias a ese trabajo continuo surgió esta propuesta para atender algunas problemáticas que atraviesan las mujeres en la zona, contó a la diaria la integrante de la Comisión Directiva de la Mesa Intercooperativa de Salto, María del Luján Pucholo. Desde el inicio se intentó que la capacitación fuera “muy abarcativa”. Por ese motivo, ofrece formación en comercio, ventas y atención al cliente, derechos laborales, género, entre otros temas, comentó.

“Se eligió el tema de comercialización como eje de capacitación porque toda la región del litoral tiene dificultades de empleo y eso afecta particularmente a las mujeres. Entonces, se pensó una estrategia que les permitiera formarse en algo que tuviera inserción laboral, ya sea como emprendedoras, cooperativistas o como trabajadoras dependientes”, explicó a este medio el referente de la mesa, Jorge Vaz.

Aunque la articulación regional del proyecto es un desafío para las y los coordinadores, ven en ello una ventaja clara: la inclusión social de las mujeres mediante el intercambio de experiencias con otras de su departamento y otros. “No sólo comparten sobre trabajo, también sobre otros temas vinculados a lo social, como situaciones de violencia de género con mujeres que viven o vivieron lo mismo y lograron salir adelante”, señaló Vaz. Esto para el coordinador aumenta la posibilidad de adquirir herramientas, vislumbrar la chance de una vida diferente, sentirse acompañadas y generar redes de apoyo.

“Es bastante más que una capacitación”, enfatizó el referente salteño. En esa línea, también comentó que se realizan talleres con otras instituciones, como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). “Tuvimos un taller con Inmujeres sobre la violencia basada en género y temas de género en general, cómo se construyen culturalmente modelos patriarcales y cómo eso permea la vida de todas las mujeres”, contó. “Por eso el proyecto se llama Mujeres del Litoral, porque no queríamos encasillarlo en una formación. Es un proyecto que busca trabajar el desarrollo de las mujeres de la región desde un punto de vista integral”, expresó Vaz.

Las participantes

Actualmente, participan en la capacitación 80 mujeres de los cinco departamentos. La formación es semipresencial, entre encuentros presenciales y virtuales. La modalidad es la misma para todas las mujeres dentro y fuera de Salto; los cursos presenciales se dictan por referentes del movimiento cooperativo en cada uno de los departamentos. A su vez, todos los materiales que se usan se suben a la plataforma de Cudecoop para que las participantes puedan volver a repasarlos.

El grupo lo integran mujeres de distintas edades, diferentes áreas de formación o desempeño laboral y diversas circunstancias y experiencias de vida. Según contó Pucholo, muchas de ellas tienen emprendimientos, en varios casos formalizados. En esos casos lo que se busca es reforzar conocimientos y darles herramientas para que sus proyectos puedan crecer y ser su fuente de sustento. A otras participantes se las impulsa a emprender o se les enseña cómo elaborar un buen currículum, y reciben orientación para presentarse a entrevistas de trabajo.

En el caso de las mujeres en situación de violencia basada en género, además de recibir estos conocimientos también se las pone en contacto con el Ministerio de Desarrollo Social, en particular con Inmujeres, que trabajan en articulación con la mesa para que puedan recibir el apoyo y acompañamiento necesario desde el Estado.

La capacitación inició a finales de abril de este año y tiene una duración de seis meses. Si bien participan 80 mujeres, los integrantes de la mesa recibieron alrededor de 500 postulaciones y para hacer la selección se estudió el perfil de cada postulante, comentó Pucholo. Esto para la referente deja en evidencia una “fuerte demanda” de programas y políticas públicas que atiendan los problemas de desempleo de las mujeres, la inclusión social, los procesos de salida de situaciones de violencia y las necesidades de formación.

Cuando termine el curso, las autoridades de la mesa proponen realizar, en noviembre o diciembre, un encuentro entre las participantes de los cinco departamentos, donde puedan poner en común sus vivencias y experiencias, sostuvo Vaz. Por el momento no está previsto que se realice una nueva instancia de Mujeres del Litoral. “De repente ahí surgen cosas, que no sea un cierre, sino una oportunidad de proyectar cosas hacia el futuro”, añadió.

La experiencia de Natalia

Natalia tiene 51 años, es jubilada de las Fuerzas Armadas, está casada y tiene tres hijos. Vive en Salto, es cooperativista y tiene dos emprendimientos: uno sobre pastelería artesanal y otro sobre papelería creativa. Se enteró de la capacitación a través de una persona que siempre la anima a sumarse a este tipo de propuestas. “A mí me dicen ‘hay un curso’ y allá voy. Soy de esas personas que hacen capacitaciones todos los años porque siempre hay algo nuevo para aprender”, contó en diálogo con la diaria.

Su interés estaba puesto en el área del emprendedurismo, para mejorar en la gestión de sus emprendimientos y fortalecerlos. Pero con el transcurso de los meses se encontró con muchísimo más, tanto en cuanto a conocimientos formales como a experiencias de vida en el intercambio con sus compañeras. “Hay cosas que en mi vida había tocado en un curso, como la parte de informática. Para mí está siendo todo un descubrimiento a esta edad, aunque trabajo con una computadora en uno de mis emprendimientos. Pero había cosas que no sabía, era más de práctica que de teoría”, señaló. “Como vivencia siempre está bueno juntarte con tus pares, es un lugar de reunión. A veces nos ponemos muy dispersas porque es necesario ese momento de conversación, de interacción, de que hablás con una y con otra sobre tus experiencias y también escuchás”, continuó.

“Nos juntamos un montón de mujeres y salimos adelante en un montón de aspectos, tenemos contención, nos enseñan cosas que nos sirven para aplicar en el día a día. Algunas tenemos emprendimientos, otras no, pero siempre sentís que lo que vos decís y lo que vos aportás le sirve a otra”, añadió. A su vez, Natalia destacó que en los casos de las mujeres que atraviesan situaciones más complejas es visible cómo esta capacitación les ha dado oportunidades y puede generar un cambio de perspectiva en sus vidas. “Hace poco tuvimos una charla sobre género. Hay muchas cosas que uno no sabe que están porque están tan arraigadas. Capaz que hay cosas que ni siquiera las cuestionás porque son parte de la vida misma. Pero conversar te lleva un poco a la reflexión”, comentó.

“Es también un lugar de escucha porque hay muchas mujeres que vienen de situaciones totalmente distintas, quizás de familias disfuncionales. Creo que este curso también es una formación personal para mujeres que se ayudan entre ellas, se contienen y se motivan”, apuntó la referente.

Cooperativismo y mujeres

La participante consideró que el cooperativismo representa oportunidades para todas las personas: “Tengo compañeros que si no fuera por una cooperativa no podrían tener su casa”. Pero en el caso de las mujeres, aún más, entre varios motivos, porque a veces sus trabajos son peor remunerados o están criando hijas e hijos solas. “Somos una cooperativa de 39 viviendas y muchas familias son mujeres cabeza de hogar”.

En relación con este tema, Pucholo señaló que el cooperativismo es una herramienta de gestión que permite tener una perspectiva más amplia. “Cuando las personas se unen tienen una visión mucho más amplia para poder llegar a más. Por ejemplo, con unas compañeras y compañeros estamos empezando una cooperativa porque vimos que esta forma nos ayudaría mucho más y a obtener más oportunidades”, señaló. Por último Natalia, planteó que “estaría buenísimo” que se abriera una nueva instancia de capacitación para más mujeres de la región y que otras puedan vivir lo que “una está viviendo hoy día”.