Se dice y se repite que Uruguay, con su institucionalidad como estandarte y la estabilidad como bandera, es tierra libre de movimientos y triquiñuelas que azotan, desde hace tiempo, a la región y más allá. Sin embargo, 2024 ha sido la prueba de que a sus modos y con su talante, la uruguayez puso a prueba su capacidad de lectura y reacción ante la información falsa, las descontextualizaciones, las campañas sucias, la difamación y la llegada de actores internacionales que buscan promover narrativas de odio y posicionamientos políticos a base de exageraciones o, directamente, con mentiras.

Ya a comienzos de año, en los albores de la campaña electoral y aún a sabiendas de que es durante estas que afloran y se expanden las desinformaciones, como explican y coinciden las politólogas Marcela Schenck y Tamara Samudio, consultadas para este balance de la diaria Verifica, emergió la primera señal de alerta.

El 7 de marzo, Romina Celeste Papasso, quien gozaba de cierta credibilidad por haber sido una de las principales denunciantes contra el exsenador Gustavo Penadés y que derivó en su prisión por abuso sexual a menores, denunció a través de un vivo de Tik Tok que Yamandú Orsi fue el protagonista, una década antes, de un caso de abuso a una trabajadora sexual en la inmediaciones del Parque Roosevelt, relato que le habría llegado a través de una amiga.

Esta versión circuló rápido en medios y redes sociales, y llevó a que el entonces candidato del Frente Amplio (FA) y hoy presidente electo debiera salir a desmentir ser el autor de la agresión. Unos días después, Paula Díaz, la supuesta víctima, radicó la denuncia y, más allá de las versiones y del modo en que se activó la conversación en redes sociales –con un impacto que desde la campaña de Orsi señalaron como orquestado a partir del uso de miles de bots, aunque no pudieron demostrarlo ante la Justicia–, el tema se instaló por al menos dos meses, cuando finalmente a principios de mayo la denunciante desistió, confesó el armado falso y culpó por él a Romina Celeste. Nunca se supo, hasta ahora, si hubo alguna otra instigación detrás.

Este inicio y el final de la campaña, cuando emergió La Derecha Diario como actor de peso, son los elementos “más significativos” que destaca Schenck cuando busca “anudar” lo que considera los dos ejes que remiten a la definición de desinformación: por un lado, la difusión de contenido no verificado sin mala intención (declaraciones de políticos sin fundamento, u otros actores, aunque no estos dos casos señalados, claro está); por el otro, aquellos actores que producen o promueven narrativas (y noticias) falsas con el “objetivo de generar un impacto político y un mensaje performativo” (ahí sí los momentos señalados).

Si bien la campaña sucia contra Orsi fue desestimada, “podría haber tenido un efecto significativo”, dice Schenck. Y era sólo el comienzo.

Bots, trolls y “campaña sucia”

Durante los meses previos a las elecciones internas, las redes sociales fueron un campo virtual de batalla donde usuarios de uno y otro bando disputaron la hegemonía del relato. Mientras la militancia afín al FA machacaba con los casos de corrupción durante este lustro, desde el oficialismo defendieron los logros de la gestión coalicionista.

Horas posteriores a la noche del 30 de junio, en la que se anunció a Valeria Ripoll como compañera de fórmula del candidato Álvaro Delgado, en principio no bien recibida por la militancia nacionalista, entraron en escena decenas de bots en la red social X con mensajes automatizados en apoyo a la nueva fórmula. Las cuentas, creadas a comienzos de julio, utilizaban imágenes de perfil creadas con inteligencia artificial, respondían toda publicación y artículos en los que se mencionara a alguno de los candidatos.

A partir de agosto, un conjunto de cuentas troll comenzaron con la difusión coordinada de posteos desinformantes con imágenes que simulaban titulares de medios periodísticos uruguayos y atacaban a personalidades de la política, la cultura y la prensa. Buena parte de estos posteos se iniciaron a través del usuario El Informante y fueron amplificados por cuentas con una importante cantidad de seguidores, entre los que se encontraban senadores del Partido Nacional.

Durante la primera quincena de octubre, circuló en Youtube y en las plataformas de Meta (Facebook, Instagram y Whatsapp) una serie de avisos en los que se difundieron videos humorísticos que ridiculizaban al candidato colorado Andrés Ojeda, así como citas vertidas por su expareja en una entrevista de 2023. Esto motivó que Ojeda denunciara una “campaña sucia”.

Estas campañas de desprestigio, el uso de bots y trolls, el uso de inteligencia artificial y la publicidad engañosa son algunos ejes clave que hay que “problematizar” al analizar la comunicación y la campaña, según Schenck. Pero el tema de las redes sociales le vale un párrafo aparte: “Mencioné contenido y tiempo como dos variables a considerar para hacer esta valoración cualitativa, pero hay por lo menos otras dos de igual relevancia que estuvieron sobrevolando lo que planteaba: medio y emisor. Y en este sentido, hay una importancia creciente de las redes sociales como medio para la difusión de contenido falso y especialmente de fake news, y Uruguay no estuvo ni está por fuera de este fenómeno. Todo esto en un contexto de crisis de legitimidad de las instituciones clásicas de la democracia representativa, que, aunque esté más atenuada en nuestro contexto, también existe. En el último informe de Latinobarómetro que se publicó este año, se ve que en América Latina las redes sociales tienen más confianza de la población que instituciones como el gobierno, el parlamento, los partidos o el Poder Judicial. Esto convive con la percepción de que las redes son una fuente de información falsa: en este punto Uruguay lidera en América Latina, ya que un 87% de las personas tenía esta opinión (más de diez puntos por encima del promedio latinoamericano)”.

Pocos días después de la denuncia de Ojeda, en las vísperas de la primera vuelta de la elección nacional, hizo su aparición en la escena uruguaya el español Javier Negre, un periodista despedido del periódico El Mundo que desembarcó en Argentina al comprar el 50% de las acciones del portal La Derecha Diario, fundado por el operador y consultor político Fernando Cerimedo, asesor de Javier Milei, Jair Bolsonaro y José Antonio Kast, entre otros.

Negre abordó a Orsi en la entrada a un acto en la ciudad de Pando, donde lo increpó por sus supuestos “vínculos con el kirchnerismo” y por la reunión que mantuvo el entonces intendente interino de Montevideo, Mauricio Zunino, con Cristina Fernández en la sede del Instituto Patria.

A partir de la divulgación del intercambio entre el español y Orsi, las cuentas de Negre, Cerimedo y La Derecha Diario dedicaron sendos posteos en redes sociales, en varias ocasiones con desinformación, y en el que acusaban al FA y sus integrantes de querer instalar el “comunismo” en el país. Estos posteos eran amplificados por cuentas automatizadas, similares a las utilizadas en la operación de apoyo a Ripoll, así como el conjunto de usuarios amplificadores del contenido de El Informante.

Para Schenck, la emergencia de estos actores internacionales dedicados al activismo en base a desinfomación son “un punto de inflexión”. Y agrega: “Aunque este hecho se dio sobre el final de la campaña, fue efectivo en generar agenda e introducir artificialmente puntos de debate, como la vinculación del candidato del FA con el kirchnerismo (que apareció luego en declaraciones de Ripoll). Creo que el hecho de que integrantes del sistema político retomen y reproduzcan contenido generado a través de estas plataformas de desinformación es una fuerte señal de alerta”. En ese sentido, al igual que Samudio, observa que la amplificación y la difusión de falsedades por parte de actores institucionales –una señala a Ripoll, la otra a la senadora Graciela Bianchi– “legitima a sus emisores como fuentes fidedignas de información y, en el mediano plazo, alimenta la desconfianza en la política institucionalizada”.

Samudio repara en la “señal preocupante” que implica la actitud de Bianchi al compartir en X una acusación falsa al senador del FA Óscar Andrade por supuestos dichos en favor del gobierno de Nicolás Maduro, que luego admitió abiertamente que los difundía a sabiendas de que eran falsos para advertir sobre lo que podía ocurrir, pero pone especial énfasis en que “muestra que su propio partido no reaccionó ante eso”. Para Schenck “no tuvo mayores repercusiones, en parte por la gran naturalización que existe respecto a este tipo de comportamiento de la legisladora”. Y ambas coinciden en identificar algunos datos positivos y otros desafíos de cara a lo que vendrá.

Desinformacion electoral... ¿y ahora qué?

Luego de ocurrida la primera vuelta electoral, en la que el FA obtuvo la mayoría absoluta en el Senado y mayoría simple en la Cámara de Representantes, la divulgación de este contenido se intensificó. Acusaciones de “acomodos”, anuncios de nuevos impuestos y descontextualización de frases fueron algunas de las desinformaciones que apuntaron a dirigentes frenteamplistas. Esta actividad mermó abruptamente luego de que el 24 de noviembre el FA se impusiera con el triunfo en el balotaje, pero no desapareció.

Si bien 2025 no será año electoral a nivel nacional –sí serán las departamentales–, para Samudio hay que estar alertas porque “este tipo de noticias falsas y campañas existen cotidianamente y en muchos ejes que envuelven la vida de una comunidad más allá de lo político”. De todos modos, en la arena política cree que la paridad parlamentaria, “con momentos tensos de negociación” y la incorporación de Identidad Soberana, “que suele tener discursos con desinformación o con mensajes para generar alarma en la población”, deberá ser considerada a la hora de analizar cómo se desarrollará la conversación pública, y cree que puede aparecer el fenómeno de la desinformación y su traslación a redes sociales, como hemos visto en la campaña.

Entre los elementos positivos, además de que la denuncia falsa contra Orsi no hay tenido mayor incidencia, Samudio destaca algunos elementos, como la firma del pacto ético impulsado por la Asociación de Prensa del Uruguay (APU), y señala que en el futuro será clave el trabajo conjunto y mancomunado de al menos tres actores para combatir y contrarrestar la desinformación por venir: el sector político, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación y organizaciones profesionales vinculadas a la profesión. En ese sentido destaca iniciativas “que también han sido importantes; la diaria Verifica es una de ellas, también acciones de Cainfo [Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública] y APU, que trabajan desde y hacia la construcción de un periodismo más serio y han alertado por estas campañas de noticias falsas”. Para Schenck dicho pacto es positivo, aunque sus efectos son limitados (y vuelve sobre actitudes como la de Bianchi pese a su firma), y coincide en la necesidad de un combate permanente a la desinformación.

“Me preocupa que en elecciones con una estructura de voto tan definida como la nuestra, en donde gran parte de la ciudadanía define su voto previo a la campaña y un porcentaje pequeño (pero determinante de una elección) lo hace en campaña, recurrir a la desinformación no sea una tentación para actores que buscan mover esa aguja. También creo que combatir la desinformación, como se vio en esta elección, es una tarea compartida en donde los medios y otros actores tienen un papel que jugar”, señala Schenck, que, junto con el grupo de investigación que coordina con Paulo Ravecca sobre el estudio de las extremas derechas, acaba de ser seleccionada en la convocatoria concursable de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, donde, además de investigar, desarrollarán una guía para abordar la desinformación en redes.