Hubo más público en los cines durante en 2022, obvio, pero fue tan sólo 66% del público de 2019. Es decir, hay un sector de público que todavía no regresó, y la gran duda es si regresará (la recuperación sigue) o si se perdió para siempre (hasta acá llegó la recuperación). Esta recuperación, además de implicar la lucha por mejores condiciones técnicas y sociales de visionado, es fundamental para la economía del cine.

Toda la ceremonia estuvo pautada por el empeño de motivar el regreso del público a las salas. El anfitrión, Jimmy Kimmel, ya arrancó hablando de eso: “las películas que ustedes trabajaron tan duro para hacer, de la manera en que pretendieron que fueran vistas: en una sala de cine”. La escenografía evocaba los teatros lujosos de la primera mitad del siglo XX. Hubo una extensa y atractiva propaganda del Museo del Cine inaugurado por la Ampas en 2021. Se puede conjeturar incluso que la nominación de Top Gun: Maverick a mejor película debe haber estado empujada por cierto sentido de alivio y agradecimiento, ya que su éxito, junto al de Doctor Strange en el multiverso de la locura, fue la primera esperanza de un regreso a la normalidad.

Los breves stand-ups de Kimmel fueron excelentes. Aparte de su buen humor, fluidez y elegancia, Kimmel pareció especialmente empeñado en enaltecer el cine, y varios de sus comentarios fueron simplemente expresiones de admiración, convincentes y respetuosas, priorizando generar un sentido de unidad y reverencia antes que incomodar con apuntes mordaces. Estos, por supuesto, no podían faltar, pero no hubo ninguno que bordeara lo ofensivo. Puso de relieve que, entre los 20 nominados a las cuatro categorías actorales, 16 estaban siendo nominados por primera vez. Esto indicaba, por un lado, una saludable tendencia a la renovación, presentando a talentos jóvenes como Austin Butler, Ana de Armas, Stephanie Hsu o Hong Chau. Pero esa nómina incluyó también a gente archifamosa y establecida que nunca había sido nominada, como Brendan Fraser, Colin Farrell, Michelle Yeoh, Jamie Lee Curtis o Brendan Gleeson.

Kimmel señaló que Steven Spielberg se convirtió en el primer director de cine nominado en seis décadas distintas, que el compositor John Williams, con 91 años, fue la persona de mayor edad nominada a un Oscar y, con su 53ª nominación (por la música de Los Fabelman) fue la segunda persona más nominada de la historia (detrás de Walt Disney). Por supuesto, sus comentarios incluyeron chistes autocríticos hacia la Academia que funcionaron como atenuantes —no como excusas, pero al menos como reconocimiento de que los problemas están en el tablero—. El mejor fue cuando comentó que era raro que James Cameron, luego del exitazo de Avatar: el camino del agua, no hubiera sido nominado a mejor director: “¿Qué es lo que piensan que él es? ¿Una mujer?”. Esto fue un apunte a la ausencia de mujeres entre los nominados a mejor dirección.

Cuando vino una de las infaltables alusiones al cachetazo del año pasado (sus protagonistas activo y pasivo, Will Smith y Chris Rock, respectivamente, no fueron nombrados), Kimmel primero ironizó sobre la falta de reacción en aquella ocasión, luego jugó con que si a alguien le diera por alguna acción violenta, la Academia disponía, repartidos en el teatro y como medida de seguridad, de un campeón de peso pesado (Michael B Jordan, que hizo el papel de Creed en tres entregas de la franquicia epónima), Michelle Yeoh (estrella de innumerables películas de artes marciales de Hong Kong), el Mandalorian (Pedro Pascal), Spider-Man (Andrew Garfield) y Fabelman (una referencia a Spielberg, que, de paso, lo eleva a una condición superheroica que, al menos en un campo no físico, el gran director y productor tiene y merece).

Frente a eso, y como una lógica manifestación de autorrespeto, todas las categorías fueron premiadas en vivo (el año pasado, intentando hacer que el espectáculo quedara más corto y, supuestamente, ágil, algunas categorías fueron premiadas durante los intervalos comerciales). El espectáculo terminó durando tres horas y 40 minutos, nada del otro mundo para la variedad de atractivos y la enormidad de talento representado en el teatro Dolby. En todo caso, aproximadamente la mitad de esa duración transcurre en intervalos comerciales, pero estos tampoco son fáciles de evitar, ya que contribuyen a costear la ceremonia.

Esta transcurrió tranquila y agradable. Se estableció un límite de 45 segundos para los agradecimientos de cada premiado, y efectivamente, en algunos premios menores en que hubo más de un ganador, a veces el segundo se quedó sin oportunidad de manifestarse. Aun así, para los premios más importantes, o incluso para algunos de los otros cuando el discurso venía sustancioso, hubo tolerancia. Cada vez que se anunciaba el ganador, durante el tiempo que le tomaba a este caminar hasta el escenario, una voz tiraba dos o tres frases sobre su biografía. Hubo muchas personas conmovidas con el premio, con mayor o menor exageración. Algunas personas portaban una cintita azul que significó, en ese contexto, solidaridad con las víctimas ucranianas de la guerra con Rusia. Fue especialmente politizado (en un sentido no conflictivo con la política oficial estadounidense) el discurso de los autores de Navalny, ganador como mejor documental, sobre un preso político ruso opositor a la guerra.

El premio a mejor montaje se ilustró con una escenificación que ponía, lado a lado, a una montajista, caracterizada como si fuera de los años 30, con una Moviola (aparato mecánico), y otra con un moderno sistema de edición digital. Lady Gaga se presentó a sí misma antes de casi reventar el sistema de sonido con su vozarrón estentóreo en la canción que hizo para Top Gun: Maverick, que cerró con un homenaje a Tony Scott (1944-2012), director de la Top Gun original (1986). Lenny Kravitz cantó al piano la canción emotiva que ambientó la sección In Memoriam, que recuerda a los artistas cinematográficos fallecidos en 2022, entre ellos Louise Fletcher, Irene Papas, Ray Liotta, Irene Cara, James Caan, Burt Bacharach y el enorme Jean-Luc Godard.

No hubo mujeres en la categoría a mejor dirección, pero quitando eso las premiaciones salieron relativamente “diversas”: hubo una decena de premios otorgados a personas de origen asiático (chino, vietnamita e indio), y al menos Sarah Polley ganó el premio al mejor guion adaptado (por Ellas hablan) y Odessa Rae, Diane Becker y Melanie Miller, en cuanto productoras de Navalny, recibieron el premio al mejor documental. También son mujeres la directora y la productora de The Elephant Whisperers, premiado como mejor corto documental. Si bien, como es costumbre, las películas en idioma no inglés tuvieron muy poca participación en los premios, la alemana Im Westen nichts neues (Sin novedad en el frente)recibió nueve nominaciones, más que ninguna película “internacional” hasta entonces. No repitió la hazaña de la coreana Parásitos, que en 2020 ganó como mejor película, pero acaparó cuatro premios (los espectadores nos paspamos de escuchar, en cada evocación de esa película, el tema musical que parece de cine de monstruos japonés de la década de 1950).

Hace décadas que una de las grandes preocupaciones de la Academia es cierto divorcio entre popularidad y prestigio en Hollywood, que lleva a que las películas nominadas y ganadoras suelan ser producciones para minorías. Siguió siendo el caso para la mayoría de las ganadoras, y la productora independiente A24, de Todo en todas partes al mismo tiempo y La ballena, fue la más beneficiada en la premiación: conquistó un total de nueve Oscar, incluidos mejor película, mejor dirección, mejor guion original y los cuatro premios actorales. Por otro lado, los nominados a mejor película incluyeron, por primera vez en la historia, dos títulos cuya taquilla superó los 1.000 millones de dólares —Avatar: el camino del agua y Top Gun: Maverick—, ambas, además, segundas partes de éxitos anteriores. Cada una de ellas recibió un premio “técnico” (respectivamente, a efectos especiales y sonido).

Sobre los premios en sí, como en cualquier instancia de votación democrática que maneja una masa de gente (en la Academia son varios miles de votantes), van siguiendo oleadas de simpatía y opinión. Cuando se eligieron los Globos de Oro, en enero, Los Fabelman, de Spielberg, fue encarada con veneración, se observó la maestría de su realización y pareció primar un clima de reconocimiento por un prócer que está arribando a la tercera edad e hizo una película muy personal sobre su vínculo con el cine; y también Argentina, 1985, una realización magistral del cine argentino sobre un evento histórico muy llamativo y políticamente importante. En estos casi dos meses, sin embargo, las corrientes fueron hacia otros lados, y de pronto ya nadie más hablaba de ninguna de estas dos películas.

Actualmente las grandes publicaciones dedicadas al cine masivo en Estados Unidos (Variety, The Hollywood Reporter) tienen sus “premiólogos”, que comparan tendencias y tantean entre votantes, y ninguno de los ganadores a los premios importantes fue una sorpresa. En todo caso, había cierta duda sobre si el premio a mejor actriz lo ganaría Cate Blanchett (por Tár) o Michelle Yeoh, quien finalmente se llevó la estatuilla por Todo en todas partes al mismo tiempo. En algunos casos, esas tendencias parecen derivar de una fuertísima campaña promocional, como parece haber sido el caso de Im Westen nichts Neues. En otros casos, es el fruto de la actitud personal de los candidatos. Ke Huy Quan construyó una persona pública muy querible y simpática con su entusiasmo y humildad y con la figura del refugiado vietnamita que tuvo cierto destaque como actor niño en una película de Spielberg y luego quedó casi olvidado, pero ahora la vida le regaló la participación en Todo en todas partes al mismo tiempo y el consiguiente Oscar como actor secundario. Michelle Yeoh, la “mejor actriz”, se ocupó de insistir en la posibilidad políticamente correcta de convertirse en la primera mujer asiática premiada como actriz, y además una con 60 años, exagerando en ese “descubrimiento” por Hollywood —es una de las más grandes estrellas de Hong Kong, que tiene uno de los cines más pujantes del mundo, muy difundido en toda Asia—.

Uno tiende a pensar que el voto de la academia, en que los votantes son profesionales en las áreas por las que están votando, es un voto especialmente informado y, por lo tanto, más meritorio, pero no funciona así. El premio al sonido va a la película en la que hay aviones de guerra cruzando el espacio (Top Gun: Maverick); el premio al montaje a la película que tiene más cortes estilo Tik Tok (Todo en todas partes al mismo tiempo); el premio al guion original a la película más dialogada (Ellas hablan); el premio al actor al que más se transforma físicamente (Brendan Fraser en La ballena), y el de película extranjera al que tiene la producción más vistosa (Im Westen nichts Neues). Un montón de películas increíbles, como suele ser, pasó totalmente por fuera del radar de los Oscar (por ejemplo, Armageddon Time, de James Gray; Decision to Leave, de Park Chan-wook; Cerdita, de Carlota Pereda; Return to Seoul, de Davy Chou; El suplente, de Diego Lerman; Avec amour et acharnement, de Claire Denis; Apollo 10 ½, de Richard Linklater, y varios más).