Doce años atrás, en la cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático en Copenhague, los 192 países reunidos en Dinamarca establecieron una serie de acuerdos para la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático. Las economías más poderosas asumieron el compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares anuales para asistir a los países con mayores necesidades en la implementación de planes locales con esos objetivos. La promesa no se cumplió. En 2019 se brindó 79.600 millones de dólares y la cifra de 2020 aún es desconocida, según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
En medio de este contexto de descontento y tensiones entre países ricos y pobres, se desarrollará en noviembre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow, Escocia, que reunirá a 197 países. En las negociaciones, los países más vulnerables reclamarán por el financiamiento climático incumplido y abogarán por más dinero para programas ambientales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y planes de adaptación al cambio climático, informó la revista Nature, en un artículo publicado el miércoles pasado.
¿Cuáles son las reglas?
La revista Nature reporta que el acuerdo de Glasgow falló por varios motivos. Entre ellos, menciona que los negociadores “nunca” se pusieron de acuerdo en cómo fiscalizar o medir con precisión la forma en que los países ricos cumplirían su promesa.
De los informes de la OCDE en relación al dinero brindado en 2019 y 2018 (79.600 y 78.000 millones de dólares, respectivamente), se desprende que la mayor parte del dinero provino de “subvenciones o préstamos públicos transferidos directamente de un país a otro o mediante fondos de organismos multilaterales” y una cantidad menor de privados sobre los cuáles “se dice que han movilizado el dinero público, como las garantías de préstamos y los préstamos concedidos junto con los fondos públicos”.
La cantidad de dinero correspondiente a 2020 se desconoce, pero Nature adelanta que es “muy poco probable” que haya aumentado en relación a los años anteriores. Es más, el monto podría ser aún menor por las consecuencias socio-económicas provocadas por la pandemia de covid-19, que a pesar de haber dejado en evidencia las urgencias climáticas globales, concentró los esfuerzos de los países en otras áreas de desarrollo como la sanidad, economía, planes sociales y de empleo.
Además, analistas internacionales han sostenido que las cifras de la OCDE “están enormemente infladas”, dice el artículo de Nature y plantea que un informe de 2020 de la organización Oxfam estimó que el financiamiento público para el clima estuvo “entre 19 y 22,5 mil millones de dólares entre 2017 y 2018”, un tercio de la estimación del organismo internacional. Nature explica que esta diferencia se debe en parte a que Oxfam sostiene que, además de las donaciones, “solo se debe contabilizar el beneficio acumulado de los préstamos a tasas inferiores a las del mercado, no el valor total de los préstamos”.
Además, la organización civil argumentó que “algunos países consideran de forma incorrecta la ayuda al desarrollo como destinada a proyectos climáticos”. Por ejemplo, los países ricos han reportado como proyectos “relevantes para el clima” la construcción de carreteras e infraestructura.
¿Quién paga —o debería— pagar más?
Otro de los problemas del compromiso asumido en 2009 es que las potencias mundiales no alcanzaron un acuerdo formal sobre la cantidad de dinero que cada una debería pagar. “Los países anuncian compromisos con la esperanza de que otros los sigan. Múltiples análisis de una participación equitativa teórica de estos pagos llegan a la misma conclusión: Estados Unidos se ha quedado muy corto”, dice el artículo.
El informe “Un desglose de las contribuciones del financiamiento público para el clima de los países desarrollados hacia la meta de 100 mil millones de dólares” del World Resources Institute (WRI), publicado este año, sostiene que Estados Unidos “debería contribuir con del 40 al 47%” del total, pero “su contribución anual promedio de 2016 a 2018 fue de sólo alrededor de 7.6 mil millones de dólares”. Australia, Canadá y Grecia también se quedaron “muy por debajo” de lo que deberían haber contribuido. En cambio, Japón y Francia, han transferido “más de lo que les corresponde (14,1 y 8 mil millones de dólares), aunque casi toda su financiación se realizó en forma de préstamos reembolsables, no de subvenciones”, dice el artículo en base al informe del WRI.
Ya no es suficiente
El paso del tiempo tiene costos. La falta de financiamiento de programas para adaptación y mitigación del cambio climático, entre otros factores, ha profundizado las consecuencias negativas del aumento de la temperatura y niveles de contaminación. En el artículo publicado, la revista científica afirma que en la antesala de la reunión de Glasgow surgieron “una serie de promesas” que han generado “esperanzas” de que, para 2022, las naciones ricas logren transferir la cantidad de dinero prometida. Sin embargo, los negociadores representantes de países con mayores necesidades apostarán por un acuerdo más ambicioso de financiamiento climático para mediados de la década de 2020.
El director del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), Saleemul Huq, explicó a Nature que para “evitar niveles peligrosos de cambio climático”, la promesa de 100 mil millones de dólares “es minúscula”’ y sostuvo que “las naciones en desarrollo necesitarán cientos de miles de millones de dólares” para cumplir con el objetivo del acuerdo de París de 2015 de restringir el calentamiento global por debajo de 2°C. No obstante, Huq planteó que cumplir con el compromiso asumido “es icónico en términos de la buena fe de los países que lo prometieron”.