Mauricio Vives es productor agroecológico familiar. En la década de 1970 fue obligado a exiliarse por su militancia política. “En aquella época no hablábamos mucho de agroecología, se utilizaba más el término producción orgánica”, recordó. Formó parte de la Asociación de Productores Orgánicos del Uruguay y además integra un grupo de productores del oeste de Montevideo.

En la novena Fiesta de las Semillas, el sábado 20 de noviembre, contó que en la segunda mitad del siglo pasado “comenzó a implementarse la revolución verde”. “¿Cuál era la justificación de esa revolución? Que la agricultura, que los campesinos y que las semillas de los campesinos eran incapaces de alimentar el mundo. Entonces la alternativa era modernizar y hacer una producción bajo proyectos industriales. 70 años después de la revolución verde, resulta que la opción somos nosotros”, expresó.

¿Pensás que se valora lo suficiente el trabajo de los pequeños agricultores?

Acá y en todo el mundo se habla de que son los agricultores, campesinos, indígenas y productores familiares los que alimentan a 75% de la población mundial. Pero eso es sólo un discurso, porque en la realidad no hay un reconocimiento real. Además hay toda una promoción de que nuestra forma de producir es arcaica, inefectiva, que no sirve y hay que sustituirlas por tecnologías y conocimientos más avanzados, que no necesitan ni a los agricultores en el territorio ni a su conocimiento. Uno siente eso; no es sólo que no hay un reconocimiento, sino que también hay un ataque permanente a nuestras semillas. A uno le dicen: “No, esas semillas viejas no sirven”.

Para los pequeños productores acceder a la tierra es una de las grandes dificultades. ¿Cómo observás la situación actual?

Entrando en este siglo, en Uruguay se efectivizó la reforma agraria más grande y más radical de la historia del país. Pero a la inversa: se concentró y extranjerizó la tierra. Además, se le cambió el uso productivo: en lugar de plantar y cultivar alimentos -como fue históricamente- se pasó a dar prioridad a monocultivos de commodities, soja transgénica, maíz transgénico, la forestación. Se cambió totalmente. Para hacer esto el territorio tiene que estar vacío, porque si hay gente, hay conflicto. Entonces, que se pierdan productores familiares no es sólo, como dicen muchas veces, “porque los jóvenes no quieren saber nada con el campo y la gente va quedando vieja”. Eso es mentira. Mirá acá, en esta fiesta. Hay cientos de jóvenes que quieren vivir en el campo. Hay una evidente intención de desconocer eso y de tratar de sacarlos para lograr más concentración. Lo vemos. En la administración anterior se había logrado incluir el concepto de agricultor familiar y tener políticas diferenciadas. No quiere decir que fueran las correctas, yo no estoy diciendo eso, pero sí que se reconocía ese concepto. Hoy, este gobierno volvió a la conceptualización anterior. En el campo existen agricultores chicos, medianos y grandes. Hoy no hay diferencias; ahora un productor de 10.000 hectáreas puede ser productor familiar, total, el predio es de su familia.

¿Por qué es necesario que los pequeños agricultores tengan más tierras?

Yo veo la lucha por la tierra que hoy están haciendo los jóvenes y la comparo con la lucha por la tierra de mi generación. Cuando yo era joven, nuestra consigna era “tierra para el que la trabaja”, sin mucho contenido. Hoy vos ves cómo los jóvenes luchan por el acceso a la tierra de una forma integral: la tierra para trabajarla, producirla, habitarla y hacerlo en común y sin el sentido de propiedad que nosotros teníamos. Generalmente acceden de forma colectiva, son muchos. En el anterior período del Instituto Nacional de Colonización, su presidenta, Jacqueline Gómez, luchó mucho, con el apoyo de la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas, para que varios grupos de jóvenes tuvieran tierras. En aquella época mucha gente relacionada con la producción en el campo decía: “¡Ah, estos hippies que van a hacer desastre y no van a plantar nada!”. Que vayan ahora y vean. Yo creo que algunos son conscientes de que es muy peligroso que esta forma de vivir se difunda.

¿Qué es la agroecología para vos?

La agroecología tiene muchas definiciones, generalmente académicas. Desde el punto de vista de los agricultores, creo que la agroecología es la agricultura como forma de producir. Ese es el modelo, no hay un modelo de producción agroecológico. El modelo productivo es la agricultura y a eso se le agrega todo el contenido social de tener un alimento limpio, justo, sano y accesible a la mayor cantidad de población. No es sólo producir y cuidar el medioambiente, sino también distribuirlo. Implica rescatar todo el relacionamiento humano que hay con respecto a la alimentación. En las ciudades y civilizaciones que tenemos, la base es que pudimos dominar la agricultura y reproducir las plantas y los animales que precisamos para comer. Por eso nos pudimos asentar. Yo no digo de volver a aquella época; pero en la época actual se podría volver a reconstruir la relación y que la gente de la ciudad no crea que el alimento está en la góndola del supermercado porque cayó ahí o se lo puso una empresa, que es lo más triste.

Se habla mucho de una cooptación del concepto de agroecología.

No lo cooptaron. Nosotros cometimos un error y lo seguimos cometiendo. En los años 50, cuando se empezó a impulsar la revolución verde, decían que la agricultura era un atraso y las semillas que utilizaban los agricultores eran ineficientes. Se negaron puntos fundamentales de la agricultura: la persona humana interactuando con su ecosistema para producir alimentos. Desde algunos lugares promueven que ya no se precisa ni a los agricultores ni lo que ellos saben, porque ahora en los laboratorios se genera todo el conocimiento que se necesita, se forman los paquetes tecnológicos adecuados. Además, te dicen lo que tenés que plantar, qué semillas hay que usar para supuestamente tener alto rendimiento, cosa que, a mi entender, nunca se llegó a concretar.

¿Cuáles son los principales problemas que se enfrentan al convivir con el modelo convencional de producción?

Nosotros en la zona casi que no podemos plantar maíz. Cualquier productor de Canelones que quiera plantar maíz criollo tiene 70 u 80% de posibilidades de que se le contamine con maíz transgénico. Es una afectación bastante grande. La gente que tiene abejas permanentemente está teniendo problemas como la mortandad, consecuencia de las fumigaciones. Más que afectaciones por otros productores, es por el cambio de uso de suelo de la zona rural.

¿Es muy solitario tu trabajo?

Claro. Y muy poco visualizado.