El Grupo de los Siete (G7) se reunió desde el 11 al 13 de junio en Cornualles, Reino Unido, para definir medidas a tomar en un futuro próximo. Está compuesto por los principales representantes de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido –país que tiene la presidencia del grupo–. El último día se trató la problemática del cambio climático, de cara a la próxima Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP 26). Se invitó a participar a representantes de Australia, Corea del Sur y Sudáfrica en reuniones específicas.
Las potencias acordaron llegar a la neutralidad de carbono en 2050, reduciendo a la mitad sus emisiones colectivas. Para finales de este año buscan poner fin a las ayudas directas a las centrales térmicas de carbón. Los siete integrantes tienen la visión de que es posible llegar a limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°, como define el Acuerdo de París. Se apuntó a generar objetivos “ambiciosos” para 2030.
En el documento presentado por el grupo sumaron su intención de incrementar la velocidad de la descarbonización del transporte durante esta década y “acelerar la transición de los nuevos vehículos que se vendan”. También llamaron a “conservar” o “proteger” al menos 30% de las tierras y océanos para 2030. Afirmaron reconocer su “deber de salvaguardar el planeta para las generaciones futuras”. Durante el primer día de reuniones del G7, habían estado en contacto con empresarios para debatir la intensificación en materia de desarrollo sustentable.
Se manifestó la necesidad de “detener” y “revertir” la pérdida de biodiversidad para finales de esta década. En esta misma línea se enfatizó el rol del grupo para liderar la transición hacia el uso sostenible y legal de los recursos naturales: haciendo frente a la deforestación y revisando políticas nacionales “lo antes posible”. La basura y la pesca fue una de las temáticas tratadas referidas al impacto de la actividad humana. Resaltaron la necesidad de una “mayor cooperación mundial” para el cuidado de los océanos.
El primer ministro de Reino Unido, el conservador Boris Johnson, decidió trasladarse desde Londres a Cornualles –distan aproximadamente 400 kilómetros– en su jet privado. La situación enojó al Partido Verde británico. Tildaron a Johnson de “presumir una revolución verde” y luego priorizar una forma de transporte aéreo frente al tren. Manifestaron que “hay una gran brecha entre la retórica climática de Boris y la acción climática”.
Ante las declaraciones, el mandatario declaró que “una de las líneas del plan de diez puntos para nuestra revolución industrial verde es llegar a la aviación de emisión cero, además de lograr una huella de carbono cero”.
No fue la única crítica que recibió el gobierno británico. Se decidió elegir la locación de Cornualles por su característica natural, con playas y acantilados. Diversas agrupaciones de ecologistas expresaron que la selección fue “perfecta” porque en esta clase de lugares es donde se puede exponer las consecuencias del cambio climático.
Sacarse las caretas
“Este fin de semana fue un momento clave. El G7, que nuclea a los líderes de las naciones democráticas más ricas del mundo, se ha reunido y, sin embargo, todavía estamos ahogados en promesas. Les pedimos a los líderes del mundo que actúen ahora y han hecho más promesas huecas. ¿Cómo podemos confiarles nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos?”, declaró Melissa Carrington. Ella es integrante de Rebelión contra la Extinción (conocido en inglés como Extinction Rebellion), un movimiento mundial que tiene como objetivo incidir en los gobiernos y políticas medioambientales. También se propone frenar la extinción masiva de animales, plantas y la humanidad como consecuencia de la crisis climática. Nació en 2018, después de que un centenar de académicos hicieron un llamado a la acción.
Mientras transcurrían las reuniones de los mandatarios del G7, el grupo fue uno de los participantes en las manifestaciones para solicitarles a los líderes más esfuerzos contra la crisis climática.
No fueron los únicos. Miles de ecologistas se reunieron en la localidad costera de Falmouth, a unos 40 kilómetros de la reunión. Tomaron las playas en diferentes sentidos. Los integrantes del grupo Surfistas contra las Aguas Residuales se subieron a sus botes de remo y se desplegaron en la costa. Su propósito: exigir mayor limpieza de los océanos. En la arena, siete personas estaban vestidas con máscaras de los representantes de los siete países, tomaban sol y realizaban actuaciones.
Las solicitudes trascendieron el continente. Los activistas también solicitaron acciones urgentes sobre la “continua deforestación de la selva amazónica”. Destacaron la “dudosa moralidad” de Reino Unido “en busca de un acuerdo de libre comercio con el gobierno brasileño en este momento”, según versa en la página de Rebelión contra la Extinción. Agregaron que en 2019 “hubo indicadores ominosos de que el proceso irreversible de muerte regresiva de los bosques puede haber comenzado: sequías y estaciones más largas y cálidas, además de una mayor mortalidad de las especies forestales de clima húmedo. A pesar de esto, la deforestación se aceleró en 2020”.