Por medio de una audiencia pública, el jueves se presentó la autorización ambiental de la Intendencia de Montevideo (IM) para realizar una ampliación de la usina Felipe Cardoso. La extensión del predio no requerirá la expropiación de nuevos padrones; se busca unir dos módulos que ya existen mediante tres celdas nuevas. Actualmente la usina tiene 35 metros de altura; en una primera etapa, después de que se comience a implementar el proyecto, se llegará a 45 metros y podrá sumar un volumen de 5.490.000 metros cúbicos en casi siete años. Toda la obra durará en total 12 meses.

Sin embargo, durante la audiencia, vecinos mostraron su malestar por la situación en que se encuentra el barrio. En un radio de dos kilómetros del centro de disposición final hay tres centros educativos y tres centros de salud. También por día ingresan entre 2.300 y 2.800 toneladas de residuos, en aproximadamente 700 vehículos. “¿Por qué no se le dio participación al vecino? Todo lo técnico está bárbaro, pero estamos viviendo una realidad que es bastante complicada en tema de olores, residuos, camiones que pasan a mayor velocidad y de asentamientos cercanos al vertedero”, manifestó un vecino al acercarse al micrófono. Sumó que: “Los olores en verano son insoportables, hay momentos que no podés abrir una ventana; a veces lo técnico y la realidad no concuerdan”. Incentivó a las autoridades para buscar una solución en conjunto.

Alessandra Tiribocchi, gerenta ambiental del proyecto, fue la encargada de presentar los impactos que puede generar la ampliación. Planteó que en 2015 se realizó una encuesta a más de 350 personas del entorno; se preguntó cada cuánto se podía percibir olor, en qué hora del día y si había una vinculación con la estación del año. “Surgió que, desde el punto de vista de la climatología, la percepción de olor está vinculada a determinados fenómenos climáticos”, indicó Tiribocchi. Como solución la IM compró un “equipamiento para compactar los residuos”. También se está buscando implementar una vía de comunicación para atender reclamos de forma más directa.

La mezcla del agua de lluvia sobre los residuos genera líquido lixiviado. “Durante eventos de lluvia de determinada magnitud, la planta de tratamiento no tiene más capacidad de recibir ingreso de líquido y lo que hace es hacer un alivio, que consiste en verter este líquido que no está tratado hacia la cañada Juan Díaz”, relató la gerenta ambiental. La cañada Juan Díaz desagua en el arroyo Manga, pasa por el arroyo Carrasco y llega al Río de la Plata. Como solución se planteó instalar una “laguna de amortiguación” de 4.000 metros cúbicos. Para impedir que los líquidos lixiviados afecten el agua subterránea la IM planteó que se impermeabilizará el nuevo sector del módulo con tres membranas y una capa de suelo compactado de 50 centímetros. “Se determinó que el estado del agua subterránea bajo el sitio de disposición final no tiene mucha diferencia a cualquier monitoreo de agua subterránea que pudiéramos hacer en otro lugar influenciado por la actividad humana”, planteó Tiribocchi.

En la audiencia también estuvieron presentes Eduardo Andrés, director nacional de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Ambiente (MA), Rosario Lucas, gerenta del Área de Evaluación e Impacto Ambiental del MA, e Ignacio Lorenzo, director de Limpieza de la IM.