El proyecto Ganadería y Clima busca la mejora de las prácticas del sector ganadero para que se adapte y tenga una mayor resiliencia al cambio climático, sin perder productividad. Trabaja en 61 predios ubicados en el norte, noreste, este y centro del país, que cubren 35.000 hectáreas en total. Cuentan con el acompañamiento en territorio de técnicos pertenecientes al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar), y es coordinado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El miércoles se presentaron los primeros relevamientos tras un año de implementación.

Se utilizó una metodología de “coinnovación” donde cada predio se observa como un sistema, promueven procesos de aprendizaje en todos los participantes y las propuestas para la adaptación se desarrollan de acuerdo a cada realidad. Para formar parte, los propietarios de cada finca debieron expresar su conformidad al INIA y a la Facultad de Agronomía.

El proyecto es liderado por Cecilia Jones, coordinadora del área de Sostenibilidad y Cambio Climático del MGAP. Planteó que uno de los objetivos es “reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la ganadería” y “aumentar la captura de CO2 a través de la restauración de campo natural” y “la mejora en el ecosistema planta-suelo”. “En estos temas sucede que nos falta información y datos que nos permitan establecer relaciones causa-efecto entre lo que hacemos y el resultado que obtenemos”, resaltó. Jones remarcó que el proyecto apunta a generar “fortalecimiento en las capacidades institucionales para el diseño de políticas públicas”.

Primeros resultados

El ingeniero agrónomo Pablo Soca es el coordinador del equipo productivo del proyecto. Destacó que los predios son “representativos de la situación ganadera” del país, pero aclaró que dentro de la “ganadería promedio” se categorizaron cinco grupos. Se tomaron diferentes variables, como los costos y la producción de carne vacuna.

Definió que el pronóstico climático es “muy complejo”; el equipo detectó “anomalías” en el porcentaje de agua disponible entre octubre, noviembre y diciembre de 2020. También hubo escasa altura del forraje -hierba con que se alimenta el ganado-, baja condición corporal de los animales, una gran dispersión de partos y peso en recrías. “El promedio general de preñez y la línea de base en 2020 fue 71, en el proyecto logramos que fuera 77. Quiere decir que el proyecto blindó bastante bien a los productores frente a este escenario”, dijo Soca.

También en 60% de los predios se mejoró un 50% el ingreso neto en relación a la línea de base. “Hubo un aumento de 30 dólares por hectárea en el ingreso neto en el 60% de los predios”, explicó el ingeniero agrónomo. A su vez, aumentó 6% la producción vacuna por hectárea y 15% la producción ovina, y los costos bajaron 6%.

En el proyecto se tomaron cuatro de los 61 predios totales para analizar las emisiones de CO2. Se calcularon con el modelo que aplica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés). “Fue posible estimar una reducción de 27% de las emisiones de CO2 por kilo de carne producido”, manifestó Soca. Agregó que hay un “ganar-ganar” porque se produjo un “aumento en la producción por hectárea, una mejora en el ingreso neto y una reducción de las emisiones”.

El ambiente como valor agregado

El titular del MGAP, Fernando Mattos, participó de la presentación de los primeros datos estudiados en Ganadería y Clima. Manifestó que el país “basó históricamente su ganadería en la producción de pasto” pero que “no necesariamente manejamos bien el pasto”. “Es el factor fundamental que tenemos que tomar en cuenta en el diseño de las políticas públicas y que además obedece a una lógica económica. El productor a lo largo de las generaciones utiliza el ganado como la gran reserva de capital, a lo largo de la historia lo ha protegido de distintas crisis, pero lógicamente sacrifica en virtud de esa conducta los resultados productivos”, apuntó el mandatario.

Resaltó que las señales del gobierno deben ser “el impulso de la inversión”, “la especialización productiva” e “incorporar el valor ambiental en un valor final de producto” y que “se adicione a las demás características”.

Carlos Rydström, director de Desarrollo Rural, declaró que el proyecto tiene ”el enfoque de minimizar el concepto del subsidio”. “La producción es el motor de la economía y no necesariamente un factor que reciba un aparejamiento por parte del resto de la sociedad para poder competir. Sin inversión, sin subsidio a la inversión predial, una familia puede lograr esa resiliencia”, expresó.