“Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” es uno de los objetivos establecidos en la Agenda 2030. En ese marco, se reconocen la gestión y el desarrollo sostenible del medio urbano como aspectos fundamentales para garantizar una buena calidad de vida a la población.
En Uruguay, para avanzar hacia el cumplimiento de este objetivo, se aprobó el Plan Nacional de Respuesta al Cambio Climático en 2010, que establece la adaptación al cambio climático como una prioridad estratégica para el país. Unos años más tarde, en 2017 se aprobó la Política Nacional de Cambio Climático. El párrafo 11 de esta norma plantea el desarrollo de ciudades, comunidades, asentamientos humanos e infraestructuras sostenibles y resilientes a través de “incorporación adecuada de la mitigación y la adaptación al cambio y variabilidad climática en la planificación urbana, en los instrumentos de ordenamiento territorial y el paisaje” y “la integración adecuada” de esos mismos parámetros en la “construcción, gestión y mantenimiento de viviendas, infraestructura, equipamiento y provisión de servicios públicos”.
En el proceso de elaboración de un Plan Nacional de Adaptación en Ciudades, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se lanzó en 2018 el Plan Nacional de Adaptación en ciudades e infraestructuras (NAP Ciudades). El proyecto tuvo como objetivos principales “reducir la vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático mediante la creación de capacidades de adaptación y resiliencia en ciudades, infraestructuras y entornos urbanos” y “facilitar la integración de medidas de adaptación al cambio climático de manera uniforme en políticas e instrumentos de planificación territorial en todas sus escalas”.
La elaboración del proyecto culminó en 2021 y sus resultados fueron presentados en diciembre de ese año. A lo largo de la elaboración del trabajo se realizaron diferentes estudios y recolección de información preexistente para una evaluación integral de las necesidades de desarrollo desde una perspectiva de cambio climático y la identificación de zonas de amenaza y vulnerabilidad. Los datos obtenidos permiten prever, con cierta certeza, algunos escenarios futuros posibles en Montevideo frente a la crisis climática e incremento de eventos climáticos extremos.
El estudio tomó en cuenta distintas amenazas climáticas que pueden impactar en las ciudades, como las olas de calor o de frío, ráfagas de viento, tornados, “tormentas convectivas”, inundación fluvial y por drenaje, marejada de tormenta, aumento del nivel del mar y erosión costera, sequía y deslizamiento. Los sectores urbanos más expuestos y sensibles a estos fenómenos son los sistemas de agua y saneamiento, sistema energético, transporte y telecomunicaciones, stock edilicio y espacios de recreación, infraestructuras y servicios ecosistémicos, servicios sociales y de salud, sostiene el documento del proyecto.
Asimismo, se sugieren algunas medidas para atender estas situaciones como “desarrollo de instrumentos de ordenamiento territorial que incorporan la adaptación al cambio climático”, “gestión integral del riesgo de desastres climáticos incluyendo las múltiples amenazas climáticas” y “desarrollo e implementación de sistemas de alerta temprana para múltiples amenazas”. Otras acciones refieren a “promover el drenaje pluvial sustentable para la gestión integrada de aguas urbanas”, “incorporar sistemas de espacios verdes en la planificación y gestión de las ciudades, “resignificación de suelo en zonas inundables mediante la creación de parques y áreas de recreación compatibles con la inundación” y la “adaptación de edificaciones frente a diversas amenazas climáticas”.
Lluvias más fuertes y más frecuentes
En el NAP Ciudades trabajaron expertos de distintas áreas de conocimiento y de varios organismos estatales e instituciones gubernamentales. Uno de los principales actores fue el Ministerio de Ambiente por intermedio de diferentes direcciones, como la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua). Juan Pablo Martínez, ingeniero hidráulico ambiental, experto en inundaciones y drenaje urbano del Área de Inundaciones y Drenaje Urbano de la Dinagua, participó en el proyecto y habló con la diaria sobre los resultados obtenidos en su área de conocimiento y las posibles medidas que pueden adoptarse en Montevideo.
Lo primero que debe tenerse en cuenta al abordar temas vinculados con el cambio climático es “la gran incertidumbre” que presentan, sostuvo Martínez, y añadió que “estudios más recientes arrojan algunas certezas”, pero al momento de planificar y elaborar planes y políticas de acción se “juega entre esa incertidumbre y lo poco que se puede decir en este momento” en relación a la crisis climática.
En referencia a las lluvias, el ingeniero explicó que si bien los trabajos de campo del NAP Ciudades se realizaron sobre las costas y algunas ciudades, los resultados obtenidos son aplicables al resto de Montevideo. Los estudios analizaron las tendencias de las lluvias a mediano y largo plazo en diferentes escenarios posibles producidos por el cambio climático, contó. Los resultados “fueron muy interesantes porque marcan, en cierta medida, qué es lo que se puede decir al día de hoy”.
De acuerdo a los resultados obtenidos, Martínez dijo que “hay una tendencia a un aumento de lluvia en el acumulado anual esperable en el orden del 10%” en el mediano plazo”, mientras que en largo plazo, la cifra podría alcanzar “un 35%”. Sin embargo, el ingeniero hidráulico aclaró que el porcentaje de aumento varía de acuerdo a los instrumentos utilizados en las investigaciones. Sostuvo que otros estudios señalan que a mediano plazo podría llegar a haber una reducción de 5% de las precipitaciones acumuladas anuales. Por eso y debido a la cantidad de variables y fenómenos vinculados, la “incertidumbre sigue siendo grande”, apuntó.
Otro elemento de análisis de los estudios fueron las lluvias intensas de corta duración, que “son las que impactan y afectan el sistema de drenaje pluvial urbano”. En ese caso, no es importante si hay un aumento o descenso de las lluvias anuales, sino estimar cuánta lluvia cae en un período determinado de tiempo y en un lugar específico como una “ciudad, un barrio o incluso en una casa”, dijo Martínez, y agregó que para esas situaciones los datos seguros son casi inexistentes y “el nivel de incertidumbre es mucho mayor”.
No obstante, comentó que en el marco del proyecto se llegó a la conclusión de que “hay indicios como para pensar que puede haber un aumento de la lluvia diaria y un cierto rango esperable”. Asimismo, sostuvo que recientes proyectos de ingeniería –que han tomado en cuenta estos fenómenos– establecen un aumento de lluvias de entre 10% y 20%.
Alteración del medio
“En un sistema natural, cuando llueve el agua se acumula en los puntos bajos, va drenando y llega a las cañadas. En la medida en que se construye ciudad –casas, calles y otras infraestructuras– en ese espacio, se distorsiona el sistema hidrológico natural”, explicó el experto. Señaló que bajo el “enfoque tradicional”, basado en “construir, impermeabilizar y hacer calles por donde conviene”, los cursos de agua se desvían y tratan de controlarse para que el agua se “aleje lo más rápido posible”.
De todas formas, aseguró que cuando el drenaje pluvial de una ciudad está “bien construido” funciona “perfecto”, aun en situaciones en las que sus capacidades sean superadas por la intensidad de las lluvias. Cuando ocurren esas situaciones, el sistema deja de funcionar como es “esperado y, de alguna forma, el agua retoma sus cauces naturales”, planteó. “Eso, por ejemplo, lo vimos en la última inundación de Montevideo con el arroyo Malvín, que está entubado en el último tramo que va hasta la rambla, pero en la medida en que no tuvo suficiente capacidad para evacuar el agua, se desbordó”, manifestó.
Martínez comentó que al momento de hacer un diseño de macrodrenaje pluvial se toma en cuenta que su capacidad sea “superada una vez cada diez años”, pero si esta situación ocurre con mayor frecuencia “tenemos un problema”. En Montevideo, el sistema es capaz de soportar alrededor de 50 ml en una hora de lluvias, apuntó. “Las últimas lluvias, que generaron inundaciones en varios puntos de la capital, fueron de entre 90 y 150 ml de agua por hora, según lo que reportó la Intendencia de Montevideo [IM]. Tuvimos el doble o el triple del volumen para el que están diseñadas habitualmente estas obras”, expresó.
Por lo tanto, si tomamos en cuenta las capacidades del sistema de drenaje urbano de la capital y los fenómenos climáticos esperados por el cambio climático, es “esperable” que en Montevideo se registren estas situaciones con más frecuencia. “No podemos determinar hoy con mucha certeza qué tanto más fuertes van a ser las lluvias o qué tanto más frecuentes, pero sí va a haber un aumento en intensidad y frecuencia”, manifestó el ingeniero.
¿Qué medidas pueden tomarse?
Martínez señaló que a pesar de las grandes dudas que depara el futuro, el NAP Ciudades establece algunas pautas y lineamientos de acciones a implementar para la adaptabilidad de Montevideo ante lluvias intensas. Antes de ahondar en estos aspectos, el ingeniero subrayó la necesidad de que todos los planes de planificación, independientemente de su enfoque de interés, deben incorporar “la variabilidad y el cambio climático”, sobre todo, en los planes de ordenamiento territorial, que pautan “cómo y dónde se debe construir la ciudad”.
En relación a medidas concretas posibles, el experto sostuvo que en las zonas más bajas y más proclives a inundarse es “mejor no instalar viviendas”. Señaló que la construcción de casas es menos recomendable aún en zonas de cauces de cursos de agua que es “importante” que estén “despejados de construcciones” porque son los “primeros lugares que se van a inundar”. En muchos casos, en esas zonas se instalan asentamientos y viviendas precarias en las que viven personas en contexto de alta vulnerabilidad social, un aspecto que para el ingeniero es esencial tomar en cuenta, y en esos casos la medida más recomendable es la “relocalización de esas viviendas”.
Otra acción posible es “disminuir el porcentaje de impermeabilización del suelo”, expresó Martínez, y agregó: “Si además de que están aumentando las lluvias incrementamos cada vez más la impermeabilización, vamos a tener más caudales en los puntos bajos y mayor riesgo [de inundaciones]”. El ingeniero planteó que esa estrategia ya se aplica en Montevideo.
La conservación y generación de infraestructuras verdes también son muy importantes para la adaptación de la ciudad ante este tipo de eventos. “Hay un enfoque tradicional de entubar, meter mucho hormigón y tratar de conducir el agua lo más rápido posible. Eso viene cambiando desde hace unos cuantos años, con la incorporación de sistemas de drenaje sustentable, que están muy relacionados con estructuras verdes”, explicó.
En la misma línea, Martínez planteó que se puede implementar “jardines de lluvia” que intentan retener el agua y mejorar su calidad para no extender contaminantes en los lugares a los que llega. Estas estructuras cumplen una función comparable con la de las bocas de tormenta: reciben el agua de lluvia que se infiltra en el suelo e ingresa a una zona de almacenamiento que se encuentra debajo. Una vez que se llena ese depósito, el agua ingresa a la red de saneamiento. Esta es una medida que también se aplica actualmente en Montevideo.
Martínez sostuvo que es necesario, en “la medida de lo posible”, recomponer el sistema hidrológico natural. “En lugar de entubar una cañada o un arroyo, se puede mantener a cielo abierto y conservar la vegetación alrededor o pastizar sus márgenes”, comentó.
¿Y sobre lo que ya está hecho?
Todos estos aspectos señalados por el ingeniero son medidas a tomar en cuenta para edificaciones y construcciones futuras, aunque algunas ya se han implementado. Pero, ¿qué puede hacerse frente al estado actual de la ciudad de Montevideo?
Respecto de la vivienda, Martínez explicó que hay medidas de “adaptabilidad” de los hogares que pueden tomarse. “Hay medidas que se pueden tomar dentro de la vivienda para que, por lo menos, el agua no ingrese o no lo haga con tanta violencia. Por ejemplo, colocar bisagras en las puertas o chapones para tratar de aislar el agua de la casa. Si hay una inundación y se sabe que el nivel del agua va a aumentar, por ejemplo, 20 cm en determinada cantidad de minutos, se pone ese chapón y el agua no ingresa y se controla la situación”.
Asimismo, sostuvo que se puede “colocar válvulas antirretornos”, que son “una especie de plaquetas que se pone en la sanitaria interna para que cuando hay inundación externa el agua no ingrese por el sistema de saneamiento”, explicó.
En relación a los sistemas de drenaje pluvial la situación es más complicada. “Si se tiene un entubado que está enterrado, en una sección grande, con un par de metros de alto y de ancho, es muy difícil poder romper y agregar más infraestructura”, señaló. Ante esas situaciones, las medidas de drenaje sustentable “tienen mucho para aportar porque se presentan más flexibles”. Por ejemplo, se pueden construir embalses de retención que ante una lluvia intensa “retengan el agua y la dejen salir una vez que el agua ha pasado”. “Es una solución para reforzar sistemas viejos y tiene una buena relación costo/beneficio. Además tiene la ventaja de que se puede compatibilizar con espacios públicos”, agregó.
“El drenaje pluvial, cuanto más natural podamos dejarlo –más a cielo abierto en lugar de enterrados y con más verde–, vamos a estar en mejores condiciones para adaptarnos al futuro”, resumió.
Martínez subrayó que estas medidas “son el camino” para la adaptabilidad de la ciudad, pero no se puede olvidar que todas estas acciones requieren inversiones de dinero muy altas. “En los países del primer mundo de repente ya tienen solucionados los problemas actuales, y se pueden preocupar por los que se presenten a largo plazo por el cambio climático. Parten de una condición mucho mejor que la que tenemos en Uruguay, que tiene un déficit de infraestructura y de inversión por las condiciones climáticas desde 1970. Este camino depende de muchas variables y no es sólo es una cuestión de voluntad, sino de prioridades y de inversión”, manifestó.
Nuevo plan de acción climática
Los temas vinculados a la crisis climática y su impacto sobre la ciudad, y viceversa, no son nuevos en la gestión de la comuna capitalina. De hecho, en 2010, cuando aún el cambio climático era una “cuestión de Estado” y no de otros niveles de gobierno y la preocupación por estos temas era “incipiente”, se creó dentro de la intendencia el Grupo Interdisciplinario de Trabajo en Cambio Climático, contó a la diaria Andrea de Nigris, actual coordinadora del grupo y de la Unidad Ejecutiva de Resiliencia de la IM.
El principal cometido de este grupo –que funciona ininterrumpidamente desde su creación– es la articulación y generación de información y propuestas para implementar acciones de mitigación y adaptación en respuesta al cambio y variabilidad climática en Montevideo. El grupo de trabajo está integrado de manera transversal y transdisciplinar por técnicos y delegados de diferentes reparticiones de la IM. “El cambio climático no está ubicado ni en un departamento ni en una única disciplina. Para trabajar sobre estos problemas, por su complejidad e incertidumbre, se necesitan diferentes visiones y un abordaje transdisciplinar”, explicó De Nigris.
Para el equipo de trabajo los proyectos NAP Ciudades y el Plan Nacional de Adaptación para la zona costera (NAP Costas) fueron “un antes y un después” por la cantidad de información que se generó, aseguró la coordinadora. “Hace 30 años, cuando empezó a hablarse de cambio climático, Uruguay era un puntito en un mapa enorme de incertidumbre. No sabíamos cómo nos iba a afectar la crisis climática. Eso ha avanzado muchísimo, el conocimiento se incrementó exponencialmente en los últimos diez años, y en los últimos cinco estos proyectos hicieron aportes al conocimiento de la climatología esperada y de los modelos y de las posibilidades para Uruguay que fue un salto cuántico”.
A raíz de los datos e insumos generados en el marco de ambos proyectos, la IM proyecta la elaboración de un “plan de clima”, que tiene como objetivo “identificar oportunidades y acciones posibles, así como determinar dónde hay que trabajar con más prioridad y urgencia para mejorar la resiliencia de Montevideo”, explicó De Nigris.
La elaboración del plan comenzará en marzo y se proyecta que culminará en agosto. De Nigris sostuvo que el equipo de la IM acompañó “todo el proceso” de elaboración de los NAP y se obtuvo información “muy buena” para Montevideo mediante dos proyectos piloto: uno en la cuenca del arroyo Pantanoso, que detectó las “amenazas climáticas” en la zona, y otro en las playas de Carrasco y del Cerro, sobre cómo impactará el cambio climático sobre la costa.
La coordinadora señaló que las mayores vulnerabilidades del departamento desde el punto de vista climático están asociadas al aumento del nivel del mar. Las olas de calor serán otro punto de abordaje, pero, de acuerdo a los estudios realizados en el marco de NAP Ciudades, no son un “problema prioritario”. Además, el plan incorporará medidas de “mitigación y reducción” de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el “aumento de precipitaciones”, temas vinculados a la biodiversidad y al agro.
Si bien este proyecto comenzará a delinearse en marzo, De Nigris aclaró que en la IM ya “está lleno de medidas de adaptabilidad” a la variabilidad climática, desde políticas de limpieza, el mantenimiento de espacios verdes y áreas protegidas, hasta “todo lo referido” a la gestión de riesgo. Para ilustrar esto, contó que durante la administración de Ana Olivera (2010-2015) la intendenta propuso crear el libro Montevideo frente al cambio climático e incluir en él 30 medidas de la comuna en este tema. “El equipo a cargo salió a buscar medidas en toda la intendencia y en menos de una semana teníamos 100 medidas. Muchas veces, responder al cambio climático no es el objetivo principal, pero ayudan a aumentar la resiliencia de la ciudad y la preparan mejor ante el cambio climático”, relató.