La acacia negra (Gleditsia triacanthos) es una especie arbórea introducida en Uruguay con fines forestales y ornamentales. En su lugar de origen, Estados Unidos, convive con otros árboles en los bosques, pero en Uruguay, junto al ligustro (Ligustrum lucidum), encabeza la lista de especies exóticas invasoras de mayor impacto negativo en los bosques nativos.

Su presencia predomina a lo largo del litoral oeste y suroeste del país, aunque también se han registrado ejemplares en el centro del país, en el departamento de Durazno, dijo a la diaria Beatriz Sosa, investigadora del Laboratorio de Desarrollo Sustentable y Gestión del Territorio del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar).

“La Gleditsia afecta la diversidad de la flora, especialmente a las leñosas, y toda la fauna asociada. Además, tiene impacto sobre procesos ecosistémicos como el ciclo hidrológico”, expresó Sosa. Este árbol exótico es muy agresivo; logra colonizar grandes extensiones de tierra y al final lo único que queda es una forestación de acacias negras con sus grandes espinas. Se dispersa fácilmente a través de sus frutos, en forma de vaina y con varias semillas, que caen en los cursos de agua o que son diseminados por el ganado. Es que el fruto tiene un sabor dulce y un alto valor energético que atrae a los animales. Según explicó Sosa, cuando las vacas la comen, en su tracto digestivo se desarrolla un proceso fisiológico que facilita la germinación de la semilla.

La acacia negra y Rivera

En Rivera, extensas áreas sobre las márgenes del arroyo Cuñapirú están cubiertas por la acacia invasora. En búsqueda de estrategias para frenar el avance de la Gleditsia sobre el bosque nativo, un equipo de investigadores de la Udelar y técnicos de la Intendencia Departamental de Rivera (IDR) pensaron en la posibilidad de utilizar la madera de esta especie como materia prima para la producción de carbón en el departamento.

La fusión de un estudio y relevamiento sobre territorios invadidos por la acacia negra y el trabajo con poblaciones vulnerables en el marco del programa de negocios inclusivos de la IDR dio lugar al proyecto “Acacia Negra. Utilización de una especie invasora leñosa como fuente laboral para grupos vulnerables de Rivera”, que contó con fondos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, contó a la diaria Felipe Rodríguez, técnico de la División de Estrategias de la intendencia y colaborador en el proyecto. El trabajo se llevó adelante entre 2017 y 2020.

“En la IDR trabajamos con las y los carboneros que trabajaban dentro de la zona urbana y generaban múltiples problemas a los vecinos por el humo. Entonces, le cedimos un predio donde pudieran trabajar y solucionar este problema y garantizar a las y los trabajadores el acceso a la materia prima”, dijo Rodríguez.

A pesar de que es considerado un departamento forestal, las familias que se dedican a la producción de carbón en Rivera tienen grandes dificultades para obtener la madera necesaria por las condiciones de vulnerabilidad socioeconómica en las que viven, sostuvo el técnico. “Antes del proyecto, las familias no tenían la capacidad de comprar camiones de leña para transformarla en carbón. Trabajaban principalmente con pino y producían un carbón de baja calidad que lograban vender sólo en la zona”.

Por su parte, Sosa destacó que la iniciativa surgió desde la IDR y extendió la invitación a expertas y expertos de la Udelar. Sostuvo que en la gestión de las especies exóticas invasoras existe, a nivel nacional e internacional, una “brecha entre el conocimiento y la gestión”, y que “muchas veces el saber que se produce en la academia no se puede aterrizar o no llega a la gestión como herramientas para la elaboración y gestión de políticas”.

El trabajo con familias carboneras

Desde 2007, en Uruguay crece de forma sostenida el consumo de carbón ‒una tendencia contraria a lo que ocurre en el resto del mundo‒. El carbón que se utiliza en el país proviene en su mayoría de Paraguay, pero en la ciudad de Rivera, más de la mitad del carbón comercializado es de origen nacional (770 de 1.300 bolsas, lo que equivale a 2.400 kilos de carbón al mes). “La presencia del carbón uruguayo en el mercado de Rivera se sustenta en el precio del producto; los comercios que venden carbón paraguayo declaran precios de venta que oscilan entre 100 y 129 pesos, el carbón brasileño se vende a precios de entre 69 y 85 pesos, el carbón nacional se vende a precios que oscilan entre los 48 y 70 pesos la bolsa, según precios registrados en el año 2018”, apuntan las y los autores en el borrador del estudio al que accedió la diaria.

En el marco del proyecto se trabajó con tres empresas carboneras y productores independientes. Además, participaron cinco familias que trabajan en la limpieza del monte y la carga del camión. Para las familias dedicadas a la producción de carbón el proyecto significó más que encontrar un recurso para sostener su fuente laboral, ya que lograron formalizar su trabajo y crear una cooperativa que les permitió extender el mercado donde colocan su producto, comentó Rodríguez. Por ejemplo, ahora venden en Tacuarembó.

Asimismo, se realizó un curso de capacitación de Motosierrista Forestal y se abordaron aspectos de seguridad laboral, salud, información ocupacional, con el objetivo de brindarles herramientas y mejorar sus condiciones laborales. Rodríguez sostuvo también que desde un primer momento se trabajó con esta población en conocer la especie, sus características y potencialidades como materia prima en la producción de carbón.

La producción de carbón vegetal consta de varias instancias: la tala, el transporte y la posterior elaboración del carbón. Estas actividades fueron coordinadas por la División de Estrategias y Articulaciones Regionales de la IDR en conjunto con la carbonería El Progreso, integrada por un grupo de cuatro familias.

Horno artesanal de carbón en Rivera.
Foto: gentileza de Beatriz Sosa

Horno artesanal de carbón en Rivera. Foto: gentileza de Beatriz Sosa

En octubre de 2018 se taló una superficie de media hectárea ocupada casi en su totalidad por individuos adultos de Gleditsia triacanthos. “Se obtuvo un total de 5.010 kg de madera que representaron un total de 564,57 kg de carbón”, sostiene el texto. Para la toma de muestras y su posterior análisis de calidad, se trabajó con ocho hornos artesanales, y el manejo del proceso de carbonización fue conducido por un integrante diferente de la carbonería.

Con esa cantidad de madera talada, se obtuvo una media de 70 kilos de carbón por horno ‒que representa un promedio de 27 bolsas de 2,5 kilos por horno‒, agrega el estudio. La metodología de trabajo de las y los carboneros no fue modificada. De hecho, uno de los aspectos centrales del proyecto que destacaron Sosa y Rodríguez fue haber respetado la modalidad de trabajo de los integrantes de la carbonería “a los efectos de contribuir con la apropiación de la propuesta y a la vez que los resultados obtenidos pudieran aportarles información útil para el desarrollo de su trabajo identificando fortalezas y debilidades metodológicas que pudieran fortalecer su trabajo”, dice el documento.

El carbón

La caracterización de la calidad del carbón obtenido se hizo mediante el análisis del contenido de humedad, volátiles (residuos líquidos y alquitranosos que no fueron eliminados completamente durante el proceso de carbonización), porcentaje de cenizas y poder calorífico (unidad de calor liberada en una combustión completa por unidad de carbón).

Los resultados indican que la calidad de carbón producido con acacia negra se destaca por su contenido calorífico y cumple con estándares de calidad internacionales. Sin embargo, también contiene una alta cantidad de volátiles y cenizas que podría mejorarse al ajustar las modalidades de su elaboración, sostuvo Sosa. Señaló que, por ejemplo, en Argentina se produjo carbón con esta leñosa invasora en hornos de tipo semiindustrial y se obtuvo “un valor calórico comparable al que se registró acá, pero en mejor calidad en la ceniza y volátiles”.

Por su parte, Rodríguez dijo que los hornos artesanales “no son los más eficientes” porque las y los carboneros “no tienen un control muy grande” sobre la producción. Explicó que para controlar la temperatura y el proceso de carbonización de la madera, se toma como indicador el color del humo. Incluso se registró una variabilidad en los parámetros de las muestras obtenidas según la modalidad de trabajo de cada persona.

Sosa añadió que el rendimiento de la madera de esta especie es bajo en comparación con el obtenido del eucalipto, pero que, de todas formas, el costo de esta madera compensa el esfuerzo de tala. Con estos resultados sobre la mesa, los responsables del proyecto señalaron que el carbón obtenido de la acacia negra se presenta como una materia prima rentable para el trabajo de estas familias.

Control de la especie

El impacto en el ambiente del humo y de la producción artesanal de carbón vegetal no estuvo contemplado en el proyecto, aclaró Sosa. En lo que se trabajó fue en “diagramar un circuito” de las zonas de las que se puede obtener la madera de Gleditsia para producir carbón y así controlar su expansión.

Un año después de realizada la tala se retornó al predio para registrar la altura y el diámetro de algunos ejemplares de acacia negra y observar la viabilidad de reutilizar esa zona para obtener madera. “Cuando volvimos los árboles tenían una altura media de 2 metros y encontramos un mayor número de fustes, rebrotes que se dan luego de que se tala el tronco. No sólo eso, sino que del mismo tronco crecen varias más. Los fustes nuevos tenían un diámetro pequeño por la lógica de crecimiento. Eso no contribuye a que se puedan usar para producir carbón”, señaló Sosa, porque sería necesario una cantidad mucho mayor de madera.

No obstante, la investigadora destacó que “lo interesante” es que en un año la especie no generó frutos. Esto, para Sosa, no es un tema menor, porque “si la planta no chauchea, no produce semillas y así se restringe la propagación de la especie. Si hay monte nativo que no ha sido invadido, de alguna manera, se protege o retrasa la invasión”, expresó.

Utilizar la madera de acacia negra para producir carbón plantea una pregunta lógica sobre la articulación de la gestión de la especie, la disminución de su presencia y su uso como fuente laboral. En relación a este planteo, Sosa sostuvo que “es un problema a nivel internacional. Cuando esta especie se convierte en materia prima se vuelve un recurso necesario”.

En esa línea, y con las experiencias de otros países del mundo como antecedente ‒porque la Gleditsia está en todas partes‒, para la investigadora es necesario construir una “visión más global de la problemática” y pensar “alternativas”. “Quizás no puede ser la única fuente de generación de recursos, o se pueden tomar decisiones como determinar su crecimiento en un lugar y talarla, y usar esta madera para el carbón, muebles de interiores y artesanía, en vez de la del bosque nativo”, manifestó.

Aplicar el conocimiento

Las lecciones aprendidas en este proyecto dieron paso a su aplicación en otros trabajos de la IDR, en especial, en la restauración del parque lineal del arroyo Cuñapirú, que tiene dos objetivos principales bien definidos: por un lado, recuperar el monte nativo y minimizar las consecuencias de las precipitaciones abundantes, y por otro, generar un gran parque central en la ciudad.

El predio en el que se trabajó durante este proyecto, se convirtió en el “primer punto de restauración del arroyo”, dijo Rodríguez. Esa media hectárea de prueba será parquizada con especies nativas. Además, a lo largo de las márgenes del arroyo se construirán diferentes estructuras como puentes, un anfiteatro, ciclovías, una senda peatonal, una plaza, entre otras. “Si no fuera por el proyecto, la construcción del parque lineal iba a tardar un poco más”, afirmó el técnico.