Soledad Mella se encuentra atenta en una de las tantas salas donde se están llevando adelante las negociaciones para elaborar el primer tratado internacional jurídicamente vinculante que ponga fin a la contaminación por plásticos. Punta del Este, balneario que se definió como sede de la primera reunión, recibió más de 100 delegaciones gubernamentales, representantes de la industria, académicos y organizaciones sociales.
Mella dice que “vive de la basura” y con eso mantiene a su familia. Pero, además, es presidenta de la Asociación Nacional de Recicladores de Chile e integrante de la Red Latinoamericana y el Caribe de Recicladores. Un rato más tarde, luego de escuchar a otros exponentes, toma la palabra. “Somos más de 20 millones de recicladores en el mundo. Lamentablemente, nos hemos visto expuestos a sobrevivir de los residuos y de la basura”, describe para pasar a hablar del deterioro de sus cuerpos y el desarrollo de enfermedades causadas por la exposición a contaminantes ambientales.
Mella pide que no haya más plásticos, que se tenga en cuenta la visión de los recicladores al momento de escribir el tratado, y, especialmente, que se dignifique su oficio. En diálogo con la diaria se define como cuidadora del planeta.
¿Cómo fue el proceso de conseguir representación en este tipo de espacios?
Somos un grupo de hombres y mujeres del quintil más bajo de esta sociedad, consecuencia de los modelos económicos. Vivimos en la calle y recolectamos nuestros residuos para poder generar alimento en nuestro hogar. Esto fue lo primero que nosotros quisimos plantear dentro de la UNEA [Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente], para que entendieran la importancia de lo que nosotros hacemos. Para nosotros es sumamente importante tener voz y que se nos escuche. Pero, sobre todo, que realmente las políticas que se quiera implementar en este proceso sean vinculantes, donde tengamos un activo real y no sean solamente palabras.
Recolectamos más de 60% de los residuos en el mundo, de los plásticos y, aun así, somos los más pobres entre los pobres. Queremos hacer una transformación dentro de este proceso, cambiar los paradigmas y que los actores principales puedan sentar las bases en este tratado tan importante. Debemos ser nosotros los que digamos lo que se tiene que hacer y no la industria del reciclaje, la industria de los productos plásticos. Están instalados con mucha fuerza y a muchas empresas las he encontrado aquí en Uruguay.
En una de las reuniones planteaste que los recicladores y recicladoras sufren exposición a contaminantes ambientales, como el plástico, y están presentando enfermedades por esta razón. ¿Qué observan?
En el mundo de la industria de los productos plásticos no se tiene idea de cómo terminan los residuos ni de dónde van a parar. Los residuos van a parar a un vertedero. En el vertedero hay emisiones de gases; el calor que se genera allí hace que los residuos plásticos suelten sus químicos. Nosotros hemos visto cómo los cuerpos de nuestros compañeros se han ido deteriorando. Empiezan a tener problemas renales, al pasar el tiempo nuestras compañeras y compañeros empiezan a tener cáncer. La mayoría están muriendo de cáncer y están muriendo por problemas renales.
También hay una alteración en nuestra piel; se ve muy dañada al estar expuestos a este tipo de gases y a la exposición que tenemos al sol. Existe un contaminante real, lo que pasa es que no lo quieren aceptar y para nosotros es sumamente grave. Somos sumamente vulnerados en todos nuestros derechos, trabajamos en las peores condiciones. No podemos seguir lidiando con los químicos que generan nuestros plásticos. Es tiempo de hacer cambios reales.
¿Cuáles son los cambios que debería hacer la industria?
De partida, las empresas deben asumir que los químicos que están generando y produciendo los plásticos son dañinos. Deben dejar que se hagan estudios y se transparente la información. Por otro lado, se debe empezar a hacer un proceso de reutilización de los residuos existentes. Sabemos que esto tampoco va a generar un gran cambio en términos químicos, pero por lo menos ayudará a reducir la cantidad de plásticos que están en la calle, en el mercado y que no sigan produciendo más.
No hay límite en la producción de plásticos. Se aplican leyes en nuestros países para hacernos cargo de los residuos, pero nadie le aplica leyes a la industria para parar la sobreproducción. No sacamos nada con recolectar 60, 70, 80% de los residuos si siguen produciéndose más plásticos en el mercado. Vamos a cumplir las metas, pero bajo una falsedad absoluta.
Hoy día se sacan toneladas y toneladas de plástico al mercado, pero mañana van a producir más y más, entonces no hay una reducción. Por más que nosotros sigamos trabajando, por más que hagan cambios dentro de esta forma de economía circular de la que tanto hablan y de cambiar la producción químicamente, siguen produciendo los plásticos. Hay que parar.
¿Qué pensás del término economía circular?
Es un término sumamente cliché. La economía circular se viene gestando desde nuestros antepasados. Nuestros pueblos originarios, de cada una de nuestras tierras, usaban una economía circular: tenían un sistema de trueque, de cambio de producto. No existía este sistema de producir y botar. No existía este consumo impresionante que está generando un tremendo daño. Cada vez que salimos a la calle, recolectamos una botella y la ponemos después como materia prima para que vuelva a ser otro producto, estamos eliminando parte de la economía lineal. Se habla como si fuera un concepto muy nuevo, pero nosotros lo estamos aplicando hace muchos años. Somos cuarta generación, tengo compañeros que tienen hasta 80 años reciclando. Son gente que ha vivido toda la vida de la basura.
También está el problema de quién se enriquece y quién no en la industria del reciclaje.
Es triste. En realidad, nosotros nos hicimos cargo de algo que nadie se quiso hacer cargo. Salimos a la calle y nos inventamos este trabajo porque no teníamos para comer. Como decía, somos consecuencia de modelos económicos de nuestros países, que lamentablemente encarecen al más pobre. Con esto llevamos sustento a nuestro hogar. Por otro lado, está el tema de la informalidad, somos trabajadores informales. La formalización de los recicladores tiene que ver con que el Estado se haga cargo, hay una deuda histórica con nosotros. Si bien ayer lo hacíamos por necesidad, hoy también lo hacemos porque necesitamos entender y ser parte de esta cadena virtuosa del medioambiente. Como dice una amiga mía, somos médicos. Somos los que cuidamos, los que sanamos al planeta, inconscientemente y por necesidad.
Es una labor importante, hemos evitado que miles y miles de toneladas de residuos plásticos terminen en rellenos, vertederos, mares, ríos. Es una labor nuestra; no lo ha hecho la industria, no lo han hecho las leyes que están apareciendo ahora. Lo que también hemos hecho nosotros es enriquecer a la industria. Cada vez que recolectamos residuos y se los entregamos a ellos a un precio muy bajo, ¿quién gana? Nosotros sobrevivimos, subsistimos. Ellos se enriquecen y nosotros seguimos siendo la última piedra de este proceso.
¿Existe una contradicción entre querer que no se produzcan más plásticos y su trabajo?
No hay contradicción. Mucha gente nos dice que si baja la producción de plásticos nos vamos a quedar sin trabajo. No, claro que no. No vamos a parar de comer, vamos a seguir alimentándonos, vistiéndonos y generaremos residuos. No existen solamente los residuos plásticos. El plástico es un gatillante muy importante hoy día, porque la cantidad de material que hay en las calles y en los basurales realmente es sorprendente. Pero nosotros no perdemos, al contrario. El trabajo de nosotros es indigno, es una esclavitud oculta.
Ir a un vertedero a ver compañeros trabajando en las condiciones más infrahumanas es realmente un golpe en la cara. Es un golpe para estas sociedades donde se dice que estamos avanzando y no ven que tienen problemas graves. ¿Dónde están los vertederos? ¿Están en Barrio Alto? ¿Están acá en Punta del Este? No, están en las zonas de sacrificio, donde vive la gente más pobre, más vulnerable. Ahí es donde estamos nosotros, alimentándonos de esa basura, sosteniendo nuestra vida y familia, dándoles educación a nuestros hijos. Es la realidad de cada uno de nuestros países latinoamericanos y del Caribe.
Nosotros no queremos que haya más producción de plástico. Estamos pidiendo que haya procesos de transición justa. Nosotros queremos que ellos digan que van a cerrar los vertederos, pero también que nos den condiciones dignas. Podemos entrar en la cadena, pero con herramientas, maquinaria, recursos. Si hacemos una labor tan bonita y estamos salvando el planeta, ¿por qué no nos quieren ver?, ¿por qué otra vez le quieren entregar algo que nosotros inventamos al mundo privado, a las transnacionales?
¿Cómo ves las posiciones de este tipo de empresas?
Hoy día creo que las empresas están tomando un rol de blanqueamiento. Se quieren limpiar de todo el daño que han causado y están generando escenarios propicios para nosotros. Las empresas quieren que nosotros hagamos el trabajo porque ellos necesitan cumplir con las metas. No lo hacen porque nos quieren. Dicen que tienen que salvar a los recicladores del mundo, pero no lo hacen por eso. Lo están haciendo porque realmente también somos útiles en esta cadena de contaminación que han generado ellos.
¿Qué esperan del tratado?
Nosotros esperamos que se reconozca un proceso de transición justa. Si no existe, lo más probable es que cierran vertederos, que la empresa se meta con todo a la gestión de residuos y nos saquen. Queremos que se reconozca que nosotros somos trabajadores y brindamos un servicio. Queremos que nuestro oficio se dignifique y proteja.
También necesitamos inversión directa. Tenemos capacidad, tenemos organización y, sobre todo, necesitamos que en el tratado se comprometan los Estados a disminuir realmente la sobreproducción de plástico. Nosotros no necesitamos más plástico para vivir, nosotros necesitamos que se pague por lo que nosotros hacemos. Y vamos a seguir recolectando porque nosotros amamos lo que hacemos, nos sentimos orgullosos de ser recicladores. Hoy, más que nunca. Ayer era una necesidad, era hambre, era pobreza. Hoy día, es conciencia ambiental y el legado que les queremos dejar también a nuestros hijos y nietos. Es la protección no solamente de nosotros, sino también de toda la humanidad. Hacemos una labor muy importante y no la quieren visibilizar.