Una botella de plástico tarda aproximadamente 450 años en descomponerse y, si no reside a la intemperie, el lapso de tiempo puede aumentar a 1.000 años. La situación es escalofriante cuando se dimensiona que cada minuto se venden un millón de estas botellas en todo el mundo. Sin embargo, tampoco hay que olvidar que son sólo un ejemplo de los productos que crea la industria del plástico, valorada en 522.600 millones de dólares.

Los datos pertenecen a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que además afirma que la contaminación causada por plásticos pasó de dos millones de toneladas en 1950 a 348 millones en 2017. La cifra es difícil de dimensionar y, por si fuera poco, se espera que se duplique para 2040. En este contexto de emergencia tendrá lugar la primera ronda de negociaciones para elaborar el primer tratado internacional legalmente vinculante que ponga fin a este tipo de contaminación, que deberá estar listo en 2024.

Uruguay fue elegido como sede de esta primera reunión, que finalizará el viernes. Delegaciones gubernamentales de más de 100 países, representantes de la industria, académicos y organizaciones sociales desembarcaron en Punta del Este, balneario que se caracteriza por su actividad turística, para participar en la elaboración y brindar sus puntos de vista.

Como era de esperarse, las manifestaciones para llamar a tomar acciones urgentes no se demoraron. El domingo por la mañana, la escultura de La Mano recibió la visita de activistas de IPEN, una red global de más de 600 organizaciones de 127 países que trabajan para eliminar sustancias tóxicas. “Nuestra salud está en sus manos: prohíba los productos químicos tóxicos en los plásticos”, decía una de sus pancartas. También se podía observar que mujeres portaban vientres de embarazo falsos, con el objetivo de visibilizar los impactos de las sustancias en la salud de las infancias.

Marina Fernández es investigadora en el Laboratorio de Neuroendocrinología del Instituto de Biología y Medicina Experimental de Argentina. Se encuentra en Uruguay como parte de la delegación de la Endocrine Society, comunidad que reúne a médicos y científicos de todo el mundo. “Como comunidad científica los plásticos nos han preocupado durante bastante tiempo. Sabemos que en los plásticos hay químicos que se consideran perturbadores endócrinos, es decir, que pueden interferir en las acciones de las hormonas y pueden predisponer el desarrollo de distintas enfermedades. Nosotros queremos que se tenga en cuenta la ciencia en el tratado y se incluyan los peligros que tiene el seguir estando expuesto a estos contaminantes para la salud de nosotros y del resto del ecosistema”, comentó a la diaria.

Ella fue una de las participantes en la actividad del domingo y se la consultó sobre por qué hacer hincapié en las infancias. Respondió que “la exposición a los contaminantes ambientales es más peligrosa durante el desarrollo”. “Los organismos que se encuentran en esta etapa necesitan las señales de las hormonas, justamente, para desarrollarse. Una señal equivocada en el momento equivocado puede generar efectos a largo plazo. Tienen efectos que cambian la organización de estructuras cerebrales, reproductivas, de distintos tipos”, expresó. También profundizó sobre otra clase de efectos en la salud de los contaminantes ambientales: “Cuando las exposiciones se dan en la adultez, muchas veces también impactan en los óvulos o espermatozoides y tienen efectos en las futuras generaciones. Se dice que este tipo de exposición son activacionales. Por ejemplo, cuando una mujer embarazada está expuesta a un tóxico no deseado, están expuestos tanto ella como su feto. Las mujeres nacemos con los óvulos que vamos a tener toda la vida; después, se van activando en cada ciclo. Si algo funciona mal en ese momento del desarrollo, por ejemplo, puede causar infertilidad”, explicó.

¿Qué camino se debería seguir? Fernández aseguró que es importante la transparencia de la información sobre “de qué están hechos los distintos tipos de plásticos”. Cuestionó que los países regulen las dosis de exposición, porque cada vez existe un mayor cúmulo de evidencia vinculada a efectos negativos en dosis bajas y aún queda mucho por investigar sobre las mezclas de diferentes sustancias. Al mismo tiempo, dijo que es necesario reducir su uso. “No se puede reciclar todo. Además, lo que estamos haciendo al reciclar, es reciclar compuestos que tienen sustancias tóxicas. Estamos volviendo a ser expuestos. Estamos hablando de la salud de la gente, de los ecosistemas, de los animales. Algunos de sus compuestos predisponen a enfermedades como la obesidad, la diabetes, el riesgo cardiovascular, la infertilidad y muchas otras. Es mucho el costo para la salud pública el no prevenirlo”, aseguró la científica. Enseguida relató que ella vino a las negociaciones para acercar información “revisada por pares, que se generó por consenso en base a investigaciones científicas” a los tomadores de decisión y darle visibilidad a la problemática. Busca defender que los efectos sobre la salud estén sobre la mesa de negociación.

Evitar el marketing

Este mes, las empresas competidoras –y destacadas productoras de plástico– Coca-Cola, Nestlé, Pepsico y Unilever se unieron para emitir una “declaratoria de lanzamiento” donde presentaron sus “principios de circularidad justa”. Allí se comprometen a “respetar los derechos de los trabajadores del sector informal de los desechos”, “informar anualmente el progreso” y hacer un llamado a “otras empresas de bienes de consumo de rápido movimiento, empresas de otros sectores y empresas de toda la cadena de valor” a que se unan a su llamado.

Este último hecho podría ser analizado desde la perspectiva del coordinador internacional de IPEN –la organización que convocó a la concentración en la mano–, Bjorn Beeler, quien dijo a la diaria que cuando se habla de plásticos es necesario referirse a las empresas que forman parte de la industria. “El comienzo es la extracción de combustibles fósiles y la producción de productos químicos. Cuando pensamos en los actores más importantes de esta problemática, nadie habla de ellos. Hay que hablar de Coca-Cola, Nike y otras marcas. Son los que producen plásticos y no deberían. Luego hablan de reciclaje, que sigue siendo marketing. Cuando hablamos de desechos plásticos, suelen decir ‘son tu responsabilidad, responsabilidad del gobierno, responsabilidad pública’ y se lavan las manos”, lanzó. Desde su visión, la idea de reciclar plásticos “no coexiste con la idea de sustentabilidad”. “Si les importa la próxima generación, la salud de sus hijos, entonces no pueden creer en el marketing, el greenwashing o lavado verde. Es un fraude”, agregó.

Tadesse Amera nació en Etiopía y es el copresidente de IPEN. Tiene un largo trayecto académico y como activista que se ha dedicado a mitigar los impactos ambientales y en la salud humana de pesticidas y otras sustancias peligrosas en África. En diálogo con la diaria consideró que el nuevo tratado sobre plásticos podría convertirse en “un paso importante” para “resolver el problema” de la contaminación y resaltó la importancia de que exista un mecanismo internacional para controlarlo. Al igual que sus compañeros, enfatizó que “los plásticos no son sólo desperdicios, tienen impactos en la salud de la humanidad y en el ambiente”.

Aileen Lucero es oriunda de Filipinas y coordinadora nacional de Ecowaste Coalition, red que nuclea grupos comunitarios de su país que trabajan temáticas vinculadas a residuos, cambio climático y productos químicos. “Como país gravemente afectado por toda la gama de problemas de contaminación relacionados con la producción, el consumo y la eliminación de materiales plásticos, incluido el tráfico ilegal de desechos, consideramos necesario que Filipinas se alinee con la Coalición de Ambición Alta [uno de los grupos de negociación que trabajan en la escritura del tratado]. Queremos que sean audaces y que dentro de los términos del tratado se incluyan prohibiciones y restricciones que aborden los problemas en su origen y la asignación de responsabilidad financiera a los fabricantes de materiales y productos químicos destinados a plásticos”, manifestó a la diaria. Aseguró que el proceso de elaboración de la normativa internacional será “duro” porque “seguramente atraerá a cabilderos adinerados de los sectores petroquímicos y plásticos”. Pero considera que es necesario que los países se unan para “presionar por un tratado ambicioso”.

Por su parte, María Cárcamo, integrante de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (Rapal) por Uruguay, planteó que “la industria promueve el reciclaje como la solución a la producción de plástico, pero la mayoría de los plásticos nunca se reciclan”. Por tanto, consideró que “se debe evitar los esfuerzos de la industria para cambiar las responsabilidades. Debemos abordar los plásticos y poner la responsabilidad en la fuente del problema: la industria de combustibles fósiles y no en los consumidores. Existe una manera de engañar y se centra en que tú eres el responsable. ¿Quiénes lo están produciendo?”, inquirió. A su vez, se refirió a investigaciones de nuestro país, donde se ha detectado la presencia de microplásticos en peces que nadan en arroyos. También a investigaciones internacionales en las que también se han encontrado microplásticos en leche materna. “Los científicos nos están diciendo: ‘cuidado, tenemos plásticos y los estamos consumiendo’”, agregó.

A su vez, también cuestionó las “pocas” medidas que ha tomado la autoridad ambiental para la eliminación de los plásticos en el país: “Tenemos dos: se prohibieron las bolsas plásticas y los sorbetes de plástico”. “La recuperación y reutilización de los plásticos no es una solución. Se está reciclando tóxicos. Tiene que haber un cambio real, donde se priorice el punto de vista del cuidado del ambiente y, por lo tanto, el cuidado de la gente. Hay que buscar la reducción de los plásticos, comenzando por reducir su consumo hasta eliminarlo del mercado”, finalizó Cárcamo.

Coalición de Alta Ambición

Si bien las negociaciones recién comienzan, Uruguay, junto a otros 36 países, forma parte de la Coalición de Alta Ambición. Este grupo se comprometió a desarrollar “medidas de control internacionales y vinculantes comunes” que reflejen “el enfoque de precaución, la jerarquía de desechos y el principio de que quien contamina paga, para restringir el consumo y la producción de plásticos a niveles sostenibles”. A su vez, buscarán acordar la eliminación de “plásticos, sustancias y aditivos problemáticos, incluso mediante prohibiciones y restricciones”. También intentarán resaltar en el tratado “los desafíos transversales particulares de abordar los microplásticos y los riesgos químicos en la cadena de valor”.

Por otra parte, también reconocen “el llamado del sector empresarial para desarrollar un marco de políticas integral y coordinado para permitir las condiciones más propicias para las inversiones en infraestructura, innovación y habilidades en todo el mundo que facilitarán una transición hacia una economía circular a nivel mundial”.

Uruguay tiene varios desafíos por delante: lograr que la visión de su grupo predomine en el tratado internacional y poder trascender los discursos para aplicarlo en su territorio. Desde la sociedad civil aún se reclama la implementación y reglamentación de la Ley de Gestión Integral de Residuos, aprobada en 2019.