No es novedad que el cambio climático generará un incremento de los desastres socioambientales, pero ¿cómo repercute este tipo de fenómenos en las mujeres?

En setiembre de 2020 entró en erupción un volcán ubicado en La Palma, España. Durante los primeros dos meses posteriores al evento, el Instituto Canario de Igualdad alertó que las denuncias de casos de violencia machista se habían incrementado 57% con relación al año anterior. En enero de 2010 tuvo lugar un terremoto en Haití. Más de dos millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares. Amnistía Internacional emitió un comunicado expresando que los campamentos de desplazados eran “una trampa para las mujeres y niñas que viven en ellos” y que allí “la amenaza de violencia sexual está presente en todos los rincones”.

Sólo son dos ejemplos. Uruguay no tiene volcanes, tampoco movimientos sísmicos de gran magnitud. Sin embargo, hay desastres socioambientales.

Ana Gabriela Fernández es doctora en Género y Diversidad por la Universidad de Oviedo, España, coordinadora del Programa de Género y Cultura de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) e integrante del Proyecto Gender, que analiza los desastres socioambientales desde una perspectiva de género en el contexto hispanoamericano. la diaria conversó con ella sobre la importancia de la prevención y mitigación de los desastres, el incremento de violencia hacia las mujeres y cómo los fenómenos pueden continuar o transformar los roles de género, así como la necesidad de aceptar el “impacto diferenciado” para elaborar políticas públicas. “La emergencia nos cuestiona el orden social en el que estamos, nos da vuelta todo”, expresó.

¿Cuándo comenzó a introducirse la perspectiva de género en el análisis de los desastres socioambientales?

Desde los años 90 algunas académicas, que son prácticamente todas del mundo anglosajón, empezaron a colocar este tema. Una estadounidense, Elaine Enarson, que ha trabajado también en América Latina, y Sarah Bradshaw, una inglesa, son un poco las pioneras. Después hay algunos eventos particulares que han marcado el desarrollo de estos enfoques. Uno fue el huracán Mitch, que tuvo lugar en América Central en 1998 y afectó a muchos países. Otro fue el tsunami de 2004 en Asia.

En América Latina, en la década de 1970, se generó una corriente impulsora del estudio de estos eventos desde los estudios sociales. No los miran desde el punto de vista del género, pero de alguna manera dicen que los fenómenos no afectan a todo el mundo por igual. Introducen el tema de cómo la población los enfrenta, las condiciones previas, y lo cruzan más que nada con los temas de pobreza. Ahí surge toda una corriente que en América Latina tuvo mucho peso, que es la corriente de la vulnerabilidad para enfrentar desastres. Las condiciones previas socioeconómicas hacen que estés en una condición de mayor o menor vulnerabilidad para enfrentarlos. Crearon una red de estudios sociales en América Latina que existe hasta hoy. Allí está una compañera de República Dominicana, Lourdes Meyreles, que en América Latina fue nuestra pionera.

¿Cómo debería ser el abordaje de estas problemáticas?

Las condiciones de vulnerabilidad no obedecen a un solo factor, y ahí entra todo el tema de la interseccionalidad: la condición socioeconómica, pero también el género, la raza, la etnia, la identidad de género, la situación de discapacidad. Todo eso hace que tengas mayores o menores condiciones para enfrentar un desastre. La vulnerabilidad, además, no puede ser entendida como “sos vulnerable o no sos vulnerable”. Podés tener determinadas condiciones de vulnerabilidad por donde vivís o por determinada condición socioeconómica, pero a su vez, podés tener determinadas capacidades para desarrollar. Nosotras justamente estudiamos haciendo el enfoque en las capacidades, lo que es particularmente importante para trabajar el tema desde el punto de vista del género. En las investigaciones hemos encontrado mujeres que viven en una condición muy precaria de vivienda, pero son las que se empoderan y se ponen al frente de su comunidad para llevar adelante determinadas acciones.

¿Qué tipo de desastres socioambientales existen?

Los eventos como las lluvias intensas, deslaves de tierra, terremotos o huracanes han existido en toda la historia del planeta. El tema es que el modelo de desarrollo que tenemos hace que estos eventos sean cada vez más frecuentes. Ahí unimos el tema con las consecuencias del cambio climático. Por ejemplo, esta variación del clima que tenemos con las olas intensas de calor provocan sequías. La sequía es considerada un desastre. Hay desastres de distintos tipos. Los que se llaman intensivos son los terremotos o una lluvia fuerte, como lo que pasó el otro día en Montevideo. Pero también están los que se llaman desastres más lentos, como las inundaciones recurrentes en terrenos muy bajos.

Las inundaciones cobraron relevancia porque ahora pasó esto en Montevideo. Pero en Paysandú y Durazno hay un montón de evacuados todos los años. Estoy hablando de cientos de personas que pasan varias semanas o meses en una situación de albergue transitorio. Entre que Uruguay es absolutamente centralista con Montevideo, si bien hay grandes cambios en la producción, las sequías, etcétera, tenemos la sensación de que acá no pasa nada.

Un concepto importante es el “aumento de las amenazas”. La amenaza está latente, la catástrofe es cuando la amenaza se materializa. Cuando dicen “alerta naranja por lluvias”, está la amenaza. Con las inundaciones de Montevideo se materializó. Una cosa es el fenómeno que ocurre muy por encima de la media, producto del modelo de desarrollo y el cambio climático, entre otras variables. Otra cosa es el desastre; el desastre es humano.

¿Qué tipo de respuestas suele darse a la población frente a estas situaciones?

Han sido desde áreas técnicas e ingenieriles. ¿Quién se encarga del rescate? El Ejército. Decime una institución más masculinizada que esa. ¿Qué es la recuperación? ¿Cuál es la respuesta? Construir las casas, las viviendas, las carreteras, los puentes. Es difícil introducir la dimensión social y las dimensiones de género. Está súper comprobado que en los albergues transitorios hay un aumento de la violencia hacia las mujeres.

Entonces se da un aumento de la violencia cuando sucede este tipo de eventos.

Hay algunas autoras que dicen que no es que se dé un aumento de la violencia, sino que la violencia queda más visible porque las familias están viviendo en un ámbito menos privado. Pero hay algunas estadísticas que ya están mostrando el aumento de la violencia. Por ejemplo, ahora con el volcán de La Palma se incrementaron las denuncias telefónicas, y estamos hablando de un país que tiene un servicio telefónico al que la gente se anima a llamar. Además, en los albergues se sabe que hay un aumento de los ataques sexuales. Es más, hay organizaciones internacionales que hacen recomendaciones específicas, por ejemplo, sobre cómo tiene que ser la iluminación en los albergues, el tránsito hacia el baño cuando son comunes.

Hace un tiempo, haciendo una sensibilización en este tema para el Cecoed [Centro Coordinador de Emergencias Departamentales] de Montevideo, les decía que toda la evidencia científica dice que aumenta la violencia en estos contextos. ¿Me van a decir que en Salto o en Paysandú cuando están los albergues no aumenta la violencia? No sabemos, no tenemos datos. En el último tiempo están haciendo lo que se llaman mapas de riesgos, incluso en algunos lugares se hacen procesos participativos para construirlos. Es cuando se establecen, por ejemplo, las zonas inundables, hasta dónde hay antecedentes de dónde ha llegado un río. En San José, en 2016, hubo una inundación grande. La zona potencialmente inundable es más grande que la que había antes, porque el río llegó a zonas donde antes no. Es un mapa también de cuáles son los actores institucionales o de los recursos que tiene esa comunidad para poder dar respuesta durante la emergencia. Dónde está ubicada la Policía, los bomberos, si hay un cuartel militar, los servicios de salud. En esos mapas de riesgo también tenemos que saber si la localidad tiene un servicio de atención a la violencia o no. Esas cosas en general no se ven.

¿Qué es lo que pasa? Cuando ocurre la emergencia te dicen: “No me vengas ahora con esto de género, lo que tenemos que hacer es sacar a la gente”. Es verdad, hay una prioridad que es el rescate. Pero se tiene que pensar en la prevención cuando te preparás para un posible evento, cuando está la amenaza pero no está el evento materializado. Sabemos que si se pronostica un otoño lluvioso y hay precipitaciones fuertes, vamos a tener zonas en Uruguay que se van a inundar.

¿Qué lugar suelen tener las mujeres?

Cumplen un rol protagónico en el rescate de personas aun en la emergencia. Tradicionalmente, el eslogan es “las mujeres y los niños primero”. Eso es mentira. Muchas veces son las últimas en salir cuando tienen personas a cargo, ponen en riesgo su vida tratando de salvar la mayor cantidad de personas. Esto se ha visto, las encuentran solas frente a su familia, llámese niños, personas ancianas con escasa movilidad, etcétera. Son las últimas en salir porque primero rescatan. También las mujeres que desempeñan tareas típicamente feminizadas, como puede ser una maestra en una clase. La maestra dice que tiene que salvar a todos los niños que están en el salón y pone en juego su propia seguridad por salvar a otros.

Cuando el evento se da en la comunidad, las mujeres -por las redes que tienen- saben perfectamente quién vive en cada lugar. Son las que les dicen a los rescatistas, a los bomberos, a los militares: “Vayan a esa casa porque ahí está Fulanito que no va a poder salir”. Nosotras decimos en el Proyecto Gender que hay que ampliar el concepto de rescate, introducir la perspectiva de género permite ampliar su noción. El rescate no es solamente la acción física de ir por una persona.

El trabajo de campo de mi tesis doctoral lo hice en Chile, con personas que vivieron el terremoto y tsunami de 2010. Se ve tal cual. Pero además, las mujeres y los hombres rescatan cosas materiales totalmente distintas. Las mujeres rescatan cosas que tienen que ver con su extensión de cuidado. En el momento de la emergencia rescatan alimentos, mantas y agua. En ese momento están pensando cómo va a ser la supervivencia inmediata. Los hombres rescatan bienes materiales más grandes que tienen que ver con sus herramientas laborales, un auto, camioneta, bote. Los roles de género están también determinando esas conductas.

¿Se puede decir que refuerzan los roles de género?

Nosotras hablamos de la continuidad y transformación de los roles de género. Hay dos partes. Una es en la emergencia, cuando lo que hay que hacer es salvar la vida y, si podés, salvar alguna cuestión material. Las mujeres no dudan en ningún momento de que lo que hay que hacer es ponerse a salvo, por encima de lo material. Los hombres se ponen más en riesgo. Hay un vínculo con asumir conductas de riesgo y los mandatos de la masculinidad hegemónica. En Uruguay, según los datos que tiene el Sinae [Sistema Nacional de Emergencias], cuando hay inundaciones las muertes son de hombres. Ellos se animan a pasar el río porque creen que van a poder. Hay una cuestión en la que ahí se refuerza el rol de género.

Hay una continuidad. Si será fuerte el mandato de las mujeres como cuidadoras que, aun en situación de emergencia, están pensando qué van a necesitar al otro día. Pero además hablamos de una transformación. Hemos visto que empiezan a realizar actividades en un espacio público y ellas se sienten seguras. Por ejemplo, en vez de cocinar sólo para sus familias, cocinan para un montón de gente más. Tienen la posibilidad de sentir que contribuyen, pero además la experiencia de hacerlo de manera conjunta; eso las empodera. ¿Qué es lo qué hemos visto? Que hay liderazgos femeninos que surgen en estas situaciones. Eso, para quienes venimos estudiando los temas de género, es súper importante. Si estamos hablando de que las mujeres adquieran roles de liderazgo, ¿qué es lo que tenemos que hacer para que esos liderazgos continúen en el tiempo?

Miremos en el panorama regional la cantidad de mujeres que están liderando temas del cuidado del ambiente; son miles. Yo no caigo en un esencialismo de que las mujeres tenemos mayor sensibilidad con el ambiente, eso no. Para mí hay múltiples factores, es parte de lo que seguimos investigando. Pero es un tema súper interesante porque la emergencia nos cuestiona el orden social en el que estamos, nos da vuelta todo. Entonces, como hay cosas que se refuerzan, también hay cosas que se transforman.

¿Qué recomendarías en materia de políticas públicas?

Las políticas públicas, cuando llega una situación de emergencia o en un proceso de recuperación, se tienen que materializar de manera muy rápida, tienen que lograr cosas en poco tiempo porque la gente está teniendo necesidades muy grandes. Todo eso hace que se barra y se actúe de manera como concebimos las políticas a nivel general, tradicionalmente, como supuestamente “neutras” desde el punto de vista de género. Pero las políticas siempre tienen impactos diferenciados. Si podemos tener esto trabajado desde antes, con prevención y mitigación, vamos a tener más posibilidades.

No podemos desconocer que las condiciones de desigualdad por razones de género, anteriores a una catástrofe, hacen que tenga un impacto diferenciado, y esto aún no está colocado en la política pública. Está de sobra evidenciado y Uruguay no es la excepción. Lo que pasa es que no vemos los impactos desde el punto de vista de cuestiones como la integridad física, los temas de violencia que veíamos, los temas de salud sexual y reproductiva, pero también en lo socioeconómico y en los lugares de decisiones. Si estamos hablando de que el Cecoed se integra por instituciones que están altamente masculinizadas. ¿Dónde están las mujeres que inciden?