A raíz de la crisis del petróleo que tuvo lugar en 1973, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) creó la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que cuenta con 31 países miembros y ocho países asociados. En marzo publicó el informe Revisión mundial de la energía: emisiones de CO2 en 2021. En el trabajo se examinó el espectro energético de los países, donde se incluyó el suministro y la demanda de petróleo, gas y carbón, las tecnologías de energía renovable, los mercados de electricidad, la eficiencia energética, el acceso a la energía, entre otras variables. A raíz del análisis, se confirmó que las emisiones globales de dióxido de carbono vinculadas con la energía aumentaron 6% en 2021, alcanzando “su nivel más alto hasta la fecha”. Por lo tanto, sostienen que “el mundo no ha atendido el llamado de una recuperación sostenible tras la crisis” de la covid-19.

Al mismo tiempo, indica que la cifra “compensó con creces la disminución inducida por la pandemia en el año anterior”. Según se explica, la situación se vio agravada por situaciones climáticas adversas y los “picos en los precios del gas natural, que llevaron a que se quemara más carbón”. Por otra parte, la generación de energía renovable registró “su mayor crecimiento histórico”: la producción eólica y solar fotovoltaica aumentó, mientras que la generación hidráulica disminuyó por episodios de sequía, especialmente por los que tuvieron lugar en Estados Unidos y Brasil.

“El mundo ahora debe garantizar que el repunte global de las emisiones de 2021 fue excepcional, y que una transición energética acelerada contribuye a la seguridad energética mundial y reduce los precios de la energía para los consumidores”, plantea el informe. A su vez, agrega que las “inversiones sostenibles” junto con el “despliegue acelerado de tecnologías de energía limpia” es la única forma de mantener “viva la posibilidad de reducir las emisiones globales de CO2 a cero neto para 2050”.

El mayor uso de carbón fue el “factor principal” que impulsó el crecimiento de las emisiones globales de CO2 vinculadas con la energía, representando más de 40% del aumento. Las emisiones vinculadas al gas natural se recuperaron “muy por encima” de los niveles de 2019; sin embargo, las asociadas al petróleo “se mantuvieron significativamente por debajo de los niveles previos a la pandemia”. ¿Cuál sería la razón? La “recuperación limitada de la actividad de transporte mundial en 2021”, principalmente “en el sector de la aviación”.

Por otra parte, las emisiones asociadas a la producción de electricidad y calor representaron 46% de la cifra global, porque “aumentó el uso de combustibles fósiles para ayudar a satisfacer el crecimiento de la demanda de electricidad”. Un punto importante es que el crecimiento de la demanda de electricidad el año pasado fue “15 veces mayor que la caída de la demanda en 2020”. Según se constató en el informe, China representó “casi todo el aumento global de las emisiones del sector de la electricidad entre 2019 y 2021”, dado que “el crecimiento de la demanda superó el aumento de la oferta de bajas emisiones” y el carbón “se utilizó para satisfacer más de la mitad del aumento de la demanda de electricidad”. “Esto fue a pesar de que el país también vio su mayor aumento en la producción de energía renovable en 2021”, añade.

Las emisiones globales del gas de efecto invernadero vinculadas a los sectores de la industria y energía también se “recuperaron a sus niveles de 2019”. Sin embargo, aquí catalogan a China como “la excepción notable” porque sus emisiones se mantuvieron “por debajo de su nivel de 2019 por segundo año consecutivo”.

Finalmente, se concluye que, sobre una base per cápita, las emisiones de dióxido de carbono de las “economías avanzadas” -dentro de ellas se incluyen, por ejemplo, las de Estados Unidos y la Unión Europea- están en 8,2 toneladas en promedio, aunque “siguen existiendo grandes diferencias” entre los países. Mientras tanto, las emisiones per cápita de China son 8,4 toneladas.