No se puede desprender una sociedad de su arte, ni el arte de los conflictos que se viven en su sociedad. En esta sección abordamos con recurrencia problemáticas ambientales que sufren vecinos y vecinas que viven en el país, acciones cuestionables de empresas u omisiones gubernamentales. Un punto que solemos dejar en un segundo plano es el rol del arte en la difusión de estas situaciones. Pero aparece Utama, un film dirigido por Alejandro Loayza, para recordarnos su importancia. Migración del campo a la ciudad, amor por la tierra que ya nos brinda señales de su colapso, protección de una identidad, son sólo algunas de las temáticas que incluye la historia. Si bien se trata de una coproducción boliviana –lugar donde se desarrolla la película y de donde es originario Loayza– y uruguaya, todo espectador o espectadora se puede sentir identificado de una u otra forma.

Virginio –interpretado por José Calcina– y Sisa –interpretada por Luisa Quispe– son los protagonistas y encarnan una historia de amor que trasciende la pareja de adultos mayores. Hace un año que no llueve en un pequeño pueblo del Altiplano boliviano y se sienten los efectos de la sequía en la comunidad. Tan es así, que no es sólo el planeta quien muestra símbolos de enfermedad debido a la crisis climática. A partir de este punto, se desatarán en la película un montón de dilemas que hacen a la cotidianidad –como el acceso a servicios básicos de los poblados rurales–, así como otros más trascendentales.

Entre los coterráneos que tuvieron participación en el film se encuentran Bárbara Álvarez como directora de fotografía, Fernando Epstein como montajista y Federico Moreira como director de sonido y productor. No nos podemos olvidar de Fernando Cabrera, quien también participó en la banda sonora. El film ha obtenido más de 40 galardones en festivales internacionales, entre ellos el Festival de Sundance y el Festival de Cine de Málaga. Este jueves se estrenó en Cinemateca y la diaria tuvo la posibilidad de conversar con Loayza y Moreira sobre los desafíos del cine independiente, la relevancia de contar historias de los territorios con énfasis en lo ambiental y la necesidad de cuestionarnos a partir del arte.

Cuando hacen cine están creando representaciones de situaciones, personas. En este contexto, ¿cómo conciben este arte?

Alejandro Loayza: Creo que el cine es muy poderoso en lo que tú dices, en la representación, y es una herramienta de comunicación. Puede poner ante el mundo historias que merecen ser conocidas, puede cambiar sociedades y también retratarlas. Las películas son un documento, son memoria y tienen esta habilidad de que pueden cambiar la vida de las personas. Por eso es que es tan importante que se incentiven películas que cuestionen el orden de las cosas, que cuestionen el poder, que cuestionen la sociedad o que simplemente hagan reflexionar.

Federico Moreira: Tiene un alcance que a veces uno no puede cuantificar. No sabés dónde puede llegar una película o el mensaje que puede llegar a transmitir a otro. Por ejemplo, me encanta ver cuando la gente sale del cine después de verla. A veces salen hasta con los ojos rojos. A mí eso es lo que me interesa que pase, que te deje pensando.

Alejandro, además de la ficción, durante tu carrera participaste en la creación de varios documentales que buscaban mostrar la biodiversidad de Bolivia. Parece que las temáticas ambientales y territoriales son de tu interés.

Alejandro Loayza: Como decía antes, el cine puede cuestionar el statu quo de las sociedades, y con el tema ambiental es algo que necesitamos hacer. El mundo está avanzando a una velocidad tan rápida que ya hemos pasado la capacidad del planeta. Muchos de estos documentales habían sido por encargo, muchos para ONG, pero me permitieron conocer realidades ambientales de mi país. A veces uno piensa que los problemas ambientales están en los países más desarrollados y que la culpa la tienen los países más desarrollados. No es solamente así. La primicia del documental que trabajamos era mostrar todo lo que Bolivia tiene como país y luego todo lo que estamos perdiendo. Ver todo lo que estás perdiendo es muy doloroso. Realmente es algo que yo quería cuestionar y trabajar, porque no se puede perder tanta belleza de una manera tan fácil a nombre del progreso, del consumo. Es espantoso.

Hay una gran parte de la sociedad que ignora estos temas y prefiere mirar al costado. Ahí también hay una enorme responsabilidad de los gobernantes de hacer campañas de comunicación para que la gente esté al tanto. Lo que pasa es que en las ciudades se tiende a prestar menos atención. La gente espera que los problemas le golpeen la cara antes de darse cuenta, antes de actuar. Nosotros como humanidad somos así.

¿Cómo surgió la idea de la trama que involucra la película?

Alejandro Loayza: Fue durante la serie de viajes que hice por Bolivia. Vi un par de escenas que me marcaron. Ya tenía en mente la historia de amor que quería contar, entre dos personas resistiendo los embates del tiempo, pero fue con los viajes que se consolidó. Pensaba que la historia de amor más profunda que pueda haber es entre dos personas que hayan pasado una vida juntos y que estén en el momento en que van a dejar de vivirla juntos. Ese era el punto de partida y sentía que había algo que el campo te podía brindar y no la ciudad, donde hay mucho ruido, distracción, muchas cosas. En el campo son ellos dos, su amor y nada más. La historia de amor está llevada a un lugar muy particular de Bolivia y tiene que ver no sólo con el amor entre la pareja, sino con el amor a la tierra, el sentido de pertenencia, a la familia. Creo que las películas siempre van a terminar hablando de familia, amor, muerte, porque es lo más esencial del ser humano. Es algo que todas las personas van a entender.

Federico Moreira: Esta película tiene una parte en quechua y otra en español, pero se entiende en cualquier parte. No tenés que entender el idioma para darte cuenta de lo que está pasando.

¿Fue una decisión política utilizar el quechua en gran parte de la película y que la pareja de actores no tuvieran experiencia en el sector y fueran de Santiago de Chuvica, el pueblo donde se rodó el film?

Alejandro Loayza: El cine en general es un acto político, en todas las decisiones que hagas estas eligiendo. En el caso de los actores era una mezcla: era muy difícil conseguir en Bolivia octogenarios que hablen bien quechua, que hablen bien castellano y que sepan actuar. Era mucho más fácil buscar personas de la comunidad que pudieran, además, relacionarse con la historia y con los personajes. Sentíamos que la película tenía que hacerse con la comunidad. La película pertenece a la comunidad. No podíamos ir tan fácil y apropiarnos de eso, sino que teníamos que hacerla con ellos, y esa era otra de las razones para seleccionar a los actores.

Vinculado con este punto, la primera vez que mostraron la película fue a los vecinos y vecinas.

Alejandro Loayza: Sí, ese fue realmente uno de los momentos más lindos: presentarla en la comunidad. Pusimos una pantalla grande, llevamos un equipo de sonido. Para muchos era la primera vez que veían una película en pantalla gigante y estaban viendo una película de su lugar. Creo que eso es muy importante para cualquier sociedad. El ser humano logra entenderse a sí mismo a través de historias. Entonces, cuando ves una historia de tu propio lugar, de tu propia realidad, te ayuda a entenderte y te emociona de otra manera.

Uno de los temas centrales también gira en torno a la migración de personas desde el campo a la ciudad. ¿Por qué?

Alejandro Loayza: Las grandes metrópolis son bastante nuevas, teniendo en cuenta la cantidad de años desde que estamos en este planeta. Muchos hablan que te quitan la esencia, que te deshumanizan, y hay países, muchos de nuestra región, que todavía tienen una gran cantidad de población en el campo. Particularmente en Bolivia es muy grande la influencia de la migración del campo a la ciudad. Tanto así que en los años 70, 70% de la población de Bolivia vivía en el campo. Hoy se ha invertido y 80% de la población en Bolivia vive en ciudades. Nos ha cambiado totalmente, pero esto arrastra temas de identidad e idiosincrasia, sociales, también temas raciales, políticos, culturales-idiomáticos. Te marcan el día a día. Es imposible no cuestionarse. Se puede relacionar con muchos países. Cuando estábamos en Japón, había gente que me dijo que la película le recordaba a su abuelo que se había quedado en el campo. Cuando fuimos a España también me decían que perfectamente podría ser la España vaciada.

¿Eligieron rodar en Santiago de Chuvica por alguna razón particular?

Alejandro Loayza: Al pueblo lo elegimos bajo consejo del director en Bolivia de Conservación Internacional. Me reuní con él para contarle la historia y le pregunté dónde se adaptaría mejor. Él me recomendó el sur de Potosí, en los Lípez, así se llama la región. Me acordé que ya habíamos estado allí antes con mi hermano. Es el lugar donde más está afectando el cambio climático ahora en Bolivia. Es muy frágil, ya de por sí es un lugar bastante hostil y bastante difícil, pero si le agregas cambios de la temperatura y los ciclos pluviales, es realmente grave.

¿Cuál dirías que fue tu principal fuente de inspiración para la película?

Alejandro Loayza: Es difícil rastrearlas, pero tiene que ver con la cotidianidad: observar a la gente, lo que hace, cómo se comporta y por qué. Algo que muchos realizadores en América Latina comparten es el cuestionamiento del orden de las cosas, de por qué nuestro continente es como es, por qué nuestros países son como son, una búsqueda de identidad.

Además de abordar la temática territorial, lo hacen desde el cine independiente ¿Cómo definirían la situación de esta ramificación del arte?

Federico Moreira: Al cine independiente lo noto en un jaque bastante particular porque depende siempre de un fondo público y cada vez son menos las ayudas y cada vez son más las personas que quieren entrar a este circuito. En la zona es bastante complicado, son pocas las películas independientes que se pueden filmar. Hay que seguir apuntalando las ayudas.

Alejandro Loayza: Creo que se necesita de tres cabezas. Una comprende a los realizadores, los productores que están comprometidos con el arte. Es la parte más fácil de que se comprometa. La segunda son las autoridades, que tienen que entender el valor del arte para una sociedad y que tienen que hacer las políticas y las leyes que apoyen este arte. La tercera, no menos importante, es el público y la sociedad en general. Tiene que entender que no vamos a tener el mismo poder de fuego que una película de Marvel, pero que quizás sí tenemos un poder de fuego de mensaje mucho más valioso. Entonces, es importante, cuando hay una película independiente nacional, ir, verla y pagar el ticket.