En diciembre de 2021 se aprobó el Plan Nacional de Agroecología. Fue fruto de tres años de trabajo de una comisión honoraria integrada por organizaciones sociales, la academia y representantes del gobierno. El camino no fue fácil debido a la diversidad de visiones sobre la temática, pero finalmente se llegó a una primera meta. Luego de mayo de 2022 -fecha en que se presentó a la población este trabajo que bajó a tierra los postulados de la Ley 19.717, donde se define de interés general “el desarrollo de sistemas de producción, distribución y consumo de productos de base agroecológica” con el objetivo de “fortalecer la soberanía y la seguridad alimentaria”, cuidar el ambiente y mejorar la calidad de vida de la población- comenzó la pelea por el presupuesto que se le destinaría para su implementación. Actualmente, la comisión honoraria recibe una partida anual de 1.500.000 pesos, cifra que es poco más de 38.000 dólares.
Este jueves se presentó el libro Aportes científicos y tecnológicos del INIA a las trayectorias agroecológicas, que promete tener una perspectiva alineada a la Ley 19.717. Consta de 523 páginas, 24 capítulos y fue elaborado por más de 70 científicos del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), la Universidad de la República (Udelar) y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Sus editores son Georgina Paula García-Inza, José Paruelo y Roberto Zoppolo.
En el evento, que tuvo lugar en el Palacio Legislativo, estuvieron presentes Ignacio Buffa, subsecretario del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca; Azucena Arbeleche, ministra de Economía y Finanzas; y Robert Bouvier, ministro de Ambiente. También participó Eduardo Blasina, presidente de la Comisión Honoraria del Plan Nacional para el Fomento de la Producción con Bases Agroecológicas (CNPA), quien informó el trabajo que vienen realizando desde el ámbito participativo. Por último, se convocó a cuatro legisladores para tener una “mesa de diálogo” sobre agroecología. Finalmente, llegaron tres: Nelson Larzábal (Frente Amplio), Gonzalo Onetto (Partido Nacional) y Guillermo Domenech (Cabildo Abierto). La poca participación de otros parlamentarios en la presentación y las declaraciones de Domenech -en las que relativizó que el cambio climático actual haya sido causado por el ser humano- permitieron visibilizar que aún falta trabajar desde el sistema político el compromiso para buscar sistemas agroalimentarios más sustentables y resilientes.
Los grandes aportes del libro
Paruelo, quien pertenece al Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias y también es investigador del INIA, fue el encargado de contar los aportes del nuevo trabajo. Expresó que la cantidad de autores que formaron parte de las investigaciones deja en evidencia que se trató de un proceso colectivo, a su juicio “valioso, pero claramente incompleto”, porque “refleja solamente una parte de las contribuciones que se han venido haciendo”. A su vez, contó que la Ley de Agroecología “interpeló” al INIA para que abordara la temática. Definió la situación como “una oportunidad y un desafío”. “Una oportunidad porque nos dio lugar en la discusión del Plan Nacional de Agroecología y nos planteó el desafío como institución al redefinir nuestro rol en el diseño de sistemas agropecuarios, incorporando una nueva dimensión. Nos forzó a sistematizar cosas que veníamos haciendo, ahora en clave agroecológica. Me parece que fue muy valioso, significó un cambio cultural dentro de la institución en relación a cómo nos vinculamos con los sistemas productivos”, enfatizó.
El investigador sostuvo que en el libro se abordan temáticas diversas, “fundamentalmente relatando prácticas, contando cómo se desarrollaron herramientas y tecnologías que contribuyen a hacer los sistemas más sostenibles que los que vienen a reemplazar”. Dos ejemplos que citó fueron la producción de bioinsumos y el mejor manejo de los recursos naturales, pero son tan sólo la punta del iceberg del conocimiento que se construyó. También incluyeron la discusión que rodea al concepto de agroecología. “Distintas personas entienden de manera distinta el concepto. Yo diría que es distinta, pero no necesariamente antagónica. Alternativamente se lo concibe como un movimiento social y político, como una disciplina científica, como un conjunto de prácticas agropecuarias. Todas esas acepciones del término describen entidades que son valiosas y que tenemos que considerar. Cuando en una institución tenemos que incorporar este concepto, como lo hacemos en un determinado contexto, tenemos que precisar a qué nos referimos. Esa definición tiene que estar en línea con la visión y con la misión del INIA, que no es cualquiera, y también tiene que ser lo suficientemente amplia para dar cabida a las distintas perspectivas filosóficas, culturales, de trayectorias ideologías que hay detrás”, puntualizó. De esta forma, desde la perspectiva del INIA, la agroecología es entendida como “la aplicación de principios y conceptos ecológicos al diseño y al manejo de agroecosistemas más sostenibles”. Remarcó que implica incorporar la dimensión económica, social y ambiental.
“Nosotros, desde el INIA, no podemos cuantificar qué es o no agroecológico. En buena medida es una discusión política, en el sentido amplio del término, donde se contraponen valores, intereses de distintos actores, clases, sectores. Nuestra responsabilidad como instituto de investigación es poner a disposición de la sociedad y de todos estos actores tecnologías y herramientas que contribuyan a transitar esa senda hacia sistemas más sostenibles y también generar indicadores que permitan evaluar esto. Es muy difícil plantearse estas transiciones sin tecnología y sin ciencia que la respalde. También pensamos que es muy difícil tener transiciones serias si no evaluamos los cambios que está teniendo cada lugar, para lo cual necesitamos indicadores que tengan una sólida base conceptual, objetivos, socialmente legitimados y auditables”, relató. Aclaró que la posición “no implica una visión tecnocrática”, porque los indicadores deben ser construidos con “los movimientos sociales, consumidores, productores” para lograr “el mayor nivel de consenso”.
Paruelo puso sobre la mesa que en torno a la agroecología se plantean disputas. “Es un campo en disputa, porque cada uno de los actores llega con intereses, valores, posiciones, bagajes culturales y perspectivas ideológicas distintas. De alguna manera, la visión agroecológica se contrapone al modelo agroalimentario hegemónico o dominante y ahí es donde se generan tensiones que hay que procesar. Cada uno de los sectores que tiene visiones diferentes, también plantea metas para estas transiciones que son distintas. Algunos proponen simplemente una adecuación de los sistemas actuales en respuesta a algunas demandas que se puedan plantear en términos ambientales y otros se plantean una transformación radical de los sistemas alimentarios. Yo creo que desde el sistema de ciencia y técnica, desde el INIA, tenemos que atender estas perspectivas y generar herramientas que contribuyan, más allá de la discusión, a que estas cosas puedan ocurrir”, describió.
Por último, el investigador resaltó la importancia de construir “ciencia propia”. “Tenemos que preocuparnos por nuestras malezas, por el sistema climático con el que tenemos que trabajar, nuestros sistemas socioecológicos, por las características de nuestros productores, nuestros suelos, la biodiversidad que está presente acá. Ni el conocimiento ni la tecnología se pueden importar, ni siquiera, a veces, se pueden adaptar fácilmente. Tenemos que ser constructores de nuestras soluciones”, manifestó.
El problema es que detrás de los hallazgos científicos -donde muchas veces parece que se concibieron por generación espontánea- se encuentra el esfuerzo de trabajadores y trabajadoras. “La ciencia tiene que ser sólida y la ciencia en Uruguay está haciendo mucho esfuerzo, a lo mejor este trabajo es un testimonio modesto de esto. La ciencia en Uruguay, en la cual nos queremos apoyar, recibe bastante menos recursos cuando consideramos el PIB de la media de Latinoamérica. No es la media de los países desarrollados. La cantidad de investigadores que tenemos cada 100.000 habitantes también está por debajo. Tenemos una urgencia de dar ese salto cualitativo, de fortalecer el sistema científico. Le estamos planteando demandas, tenemos que fortalecerlo para que puedan ser cumplidas”, esgrimió el científico.
Pocos parlamentarios en la presentación
Blasina es el presidente de la Comisión Honoraria del Plan Nacional de Agroecología. Durante la presentación del trabajo expresó: “Este libro es urgente, no sé cuántos parlamentarios lo irán a leer, apostaría a que no muchos. Primero, porque es un libro de ciencia y requiere su atención; pero, por otro lado, aunque estamos en el Palacio, son pocos los parlamentarios que están aquí hoy. Esto también habla de que a estos temas todavía les cuesta arraigar la importancia enorme que tienen. Yo creo que los libros nacen en un contexto y el contexto de esto es que estamos tomando agua salobre por primera vez en la historia de la capital de Uruguay. No es casualidad”.
Al mismo tiempo, declaró que se pudo lograr la Ley 19.717 y el Plan Nacional de Agroecología por consenso. Y planteó: “Hemos logrado consensuar cómo utilizar este pequeño presupuesto y, ojalá, hagamos un trabajo lo suficientemente bueno para que los parlamentarios de todos los partidos coincidan en un próximo período de gobierno que el mismo merece ser reforzado”.
“La Biblia nos habla del diluvio universal”
El carácter de la presentación, donde todos los participantes enfatizaron la urgencia de tomar medidas para tener sistemas agroalimentarios más sustentables, se rompió cuando le tocó asumir la palabra a Domenech. Comenzó diciendo: “Creo en la ciencia, creo en la importancia del conocimiento científico”. Pero acto seguido sumó: “La Biblia nos habla del diluvio universal, quiero decir que quizás cambios climáticos ha habido siempre. Me impacta el relato bíblico del arca de Noé, conservando algunas especies, quizás fue el primer conservacionista de la historia. Independientemente de la acción del hombre, ha habido cambio climático. ¿No desaparecieron los dinosaurios y los pterodáctilos y no sé cuántas especies más? Quizás el cambio climático sea una permanente en el horizonte humano. Se habla de que la civilización maya decayó mucho antes de la llegada de los españoles, por sus prácticas agrícolas que agotaron la tierra que cultivaban. Babilonia, mucho antes que los mayas, desapareció por haber agotado las fuentes de agua en la zona en que esa civilización realizó grandes jardines colgantes. La verdad no creo en el catastrofismo climático”. El senador de CA relativizó la actual crisis climática y ecológica que está viviendo nuestro planeta, pese a que existe consenso científico entre los expertos del clima de que la acción humana ha sido la causa del calentamiento global actual.
Pero no bastó con realizar la anterior declaración frente a un cúmulo de científicos. Continuó: “Tenemos que tener mucho cuidado, estas cosas tienen que ser profundamente estudiadas y que no se utilicen como barreras en el comercio o como factores de imposición de políticas ajenas a nuestros intereses. Tenemos que invertir más en ciencia y tecnología. Tenemos que hacernos con la cabeza abierta, acá no puede haber dogmas. Yo digo que la ciencia no es exacta desde que en algún momento se dijo que era el sol que giraba alrededor de la tierra o se dijo que la tierra era plana. Bueno, hay gente que todavía sostiene que la tierra es plana hoy”. Durante su alocución, no habló sobre el tema que debía ser tratado: la agroecología.
Los diputados Onetto y Larzábal -quien fue uno de los promotores de la Ley de Agroecología- se posicionaron desde otro ángulo. Por ejemplo, el diputado del Frente Amplio, defendió el enfoque político de la agroecología: “Cualquier persona puede hacer una producción integrada, cualquier persona puede hacer una producción orgánica si no usa productos de síntesis, pero no es cualquier persona que puede hacer producción agroecológica. La producción agroecológica es una forma de vida. La transición agroecológica debe ir mejorando esa forma de vida”. También se comprometió a defender la necesidad de más recursos para llevar adelante el Plan Nacional de Agroecología.