¿La crisis hídrica que vive nuestro país marcará un antes y un después en la importancia que le otorgamos al agua dulce? Más allá de las posibles respuestas a esta pregunta, es innegable que se quebró el mito de que Uruguay posee fuentes inagotables de ese bien común. Más que nunca, es necesario preservar su calidad y su cantidad en las diferentes formas que se encuentra disponible.

En este contexto, donde el agua que sale por las cañerías ya no es potable, el agua subterránea se volvió protagonista en la discusión pública como una de las posibles soluciones para el abastecimiento en la zona metropolitana. Comenzaron a gestarse redes vecinales para compartir la obtenida de pozos e incluso OSE realizó perforaciones en varios puntos de Montevideo para abastecer hospitales. Sin embargo, “al incrementarse la demanda de agua subterránea, empiezan los problemas, ya que no está gestionada ni planificada”, dice Paula Collazo, doctora en Ciencias Geológicas por la Universidad de Buenos Aires y responsable del área de Recursos Hídricos Subterráneos del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República.

Mis tiempos no son tus tiempos

“Al igual que el agua superficial, el agua subterránea forma parte del ciclo del agua y también se ve afectada por los prolongados períodos de sequía, principalmente los acuíferos libres que se recargan directamente con el agua de lluvia”, explica Collazo. “Un acuífero es una formación geológica que tiene la capacidad de almacenar y de transmitir el agua, que puede ser extraída por medio de pozos. Una de las diferencias principales con el agua superficial son los tiempos muy lentos de circulación dentro del acuífero. Hablamos de días, meses, años y hasta siglos para que el agua pueda recorrer apenas unos metros”, prosigue.

Según señala, cuando la explotación es intensiva y la recarga no compensa la extracción, se empiezan a utilizar las reservas del acuífero y se está frente a una situación de déficit hídrico. En estos casos, aunque se produjera un cese en la extracción, la recuperación podría tardar decenas de años. Por esta razón, el agua subterránea es considerada “un recurso no renovable en la inmediatez”. Este punto será clave cuando más adelante hablemos del hidrógeno verde.

La investigadora señala que los acuíferos más estudiados de Uruguay son Raigón, Chuy, Mercedes, Guaraní, Salto y Arapey. “Se estudian para determinar sus características hidráulicas y químicas porque son los acuíferos más productivos que tiene el país, los más explotados. La mayoría de ellos presenta anomalías en algunos elementos como arsénico, hierro u orgánicos como nitratos. También son los más vulnerables a la contaminación cuando se encuentran como acuíferos libres”, apunta. Pero, ¿quiénes son los principales consumidores? Collazo relata que se trata de la agricultura, que utiliza entre el 70% y el 80%.

Aquí se suma una nueva dimensión para comprender el agua subterránea: “La contaminación se identifica muchos años después debido a los lentos tiempos de circulación”. “Es fundamental contar con monitoreos continuos en los principales acuíferos del país que puedan mostrar si estamos frente a un agotamiento de las reservas o si estamos frente a contaminación. La única forma de ver estos cambios es a través de datos hidráulicos y químicos que tienen que ser sistemáticos, acompañando las épocas lluviosas y secas. Al día de hoy se generan datos en algunos acuíferos, pero son discontinuos y no se observan las variaciones importantes del sistema”, describe. Consultada sobre cuáles son los orígenes de la contaminación de los acuíferos en la actualidad, manifestó que el “nitrato es el principal contaminante del agua subterránea”.

“Generalmente son contaminaciones puntuales, pero en muchos casos ya es una contaminación difusa. El nitrato evidencia una contaminación de tipo orgánico, generalmente por malas prácticas en tambos, feedlots, por uso intensivo de agroquímicos, pozos negros. Hay valores que son muy altos y sobrepasan el límite máximo permitido por la norma Unit 833/08”, complementa. Por otro lado, expresa que en varios acuíferos del país también se han detectado “altas concentraciones de arsénico, que es un metaloide tóxico y que pone en riesgo la salud de quien lo consume”.

Collazo sostiene que “falta gestión del agua subterránea” y que muchas veces en el ámbito político no se entiende la complejidad de su estudio. “El político quiere datos ya, para tener resultados y mostrarlos, y a veces no se puede. Tan importante como tener datos es comprender que los tiempos del agua subterránea son otros”, agrega, indicando que para su gestión “se necesitan tiempos largos”.

Otro punto donde considera débil la gestión es en la falta de controles a las solicitudes de derecho del uso del agua que otorga la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua). “Cuando el destino del agua es riego o industria, se tiene que solicitar un permiso para perforar y después una solicitud de derecho de uso del agua, que se otorga por diez años y tiene un volumen de agua por año establecido. Pero ¿cómo se controla ese volumen? En un acuífero intensamente explotado como el Raigón, ¿hasta cuándo se pueden conceder derechos de uso del agua y cuáles son los volúmenes a otorgar? Tienen que otorgarse de acuerdo con el gasto, con las reservas del acuífero y los usos, siempre siendo la prioridad el abastecimiento humano. Esto no se hace”, resalta. Suma que existe “un elevado número de pozos sin registrar, por lo que se desconoce el volumen de agua extraído de ellos”, así como también hay “perforadores individuales que no cuentan con licencia de perforar, pero que igualmente realizan pozos que luego colapsan o se contaminan por no contar con la supervisión técnica necesaria e imprescindible que se exige para poder estar registrado”. Asimismo, reconoce que para llevar adelante las medidas de fiscalización se necesita “fortalecimiento de recursos humanos, mayor capacitación y aumento de recursos económicos que se tienen que verter a la gestión”.

No hay soluciones mágicas

En 2016, el hidrogeólogo Gustavo Popelka propuso en una entrevista con En Perspectiva comenzar a tomar agua del acuífero que está debajo del río Santa Lucía. Esta medida fue puesta nuevamente en el debate público debido a la crisis hídrica actual. Sin embargo, puede que no sea una buena idea llevarla adelante sin estudios previos. “Se trata de un acuífero que se denomina como aluvial. El agua subterránea de allí forma parte del ecosistema del río. El agua subterránea y el agua superficial están conectadas hidráulicamente. Explotarlo implicaría modificar este ecosistema, con el riesgo de reducir o eliminar en su totalidad el aporte que actualmente tiene hacia el río”, explica Collazo.

Paula Collazo.

Paula Collazo.

Foto: Alessandro Maradei

A su vez, indica que para determinar si es “factible” explotar el aluvial sin perjudicar el ecosistema del río es fundamental “generar un modelo hidrogeológico conceptual de funcionamiento que contemple el recurso de forma integral”. De no hacerse, sería un “gran error”, dice, y advierte: “Actualmente, el agua subterránea está aportando agua al río Santa Lucía. Si se empieza a perforar o explotar sin considerar cuál va a ser el impacto sobre el sistema sería muy peligroso”. Sin embargo, resalta que cerca de Aguas Corrientes se encuentra el sistema acuífero Joanicó, con caudales importantes de hasta 40.000 litros/hora, aunque aclara que, de todas formas, el agua subterránea “no puede ser la fuente primordial de abastecimiento” para la zona metropolitana. “No vamos a poder abastecer todo Montevideo con este recurso. Para 300.000 personas necesitaríamos 85 pozos, suponiendo que todos tuvieran un caudal de 40.000 litros/hora, y conseguir esta cantidad con estas características es sumamente difícil”, describe. Aquí tenemos otra razón para cuidar nuestro río superficial.

Acuíferos protegidos

El sistema acuífero Guaraní abarca el territorio de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. “El Guaraní es una sucesión de formaciones, con distintas edades, que constituyen un sistema acuífero. Tiene un área aflorante, que es la faja que va desde Rivera hasta Tacuarembó, y una zona confinada que está por debajo de los basaltos de la Formación Arapey. La zona aflorante es el área de recarga, es la parte más vulnerable a la contaminación, porque no tiene ninguna otra formación arriba que la proteja”, cuenta Collazo. Para la investigadora, esta delicada zona debería tener una protección especial e ingresar como zona protegida.

“Las masas de agua también se protegen. España tiene reservas de agua subterráneas declaradas reservas protegidas. Sería una herramienta de gestión, que se debería incluir en el Plan Nacional de Aguas, y podría regular cuáles son las actividades que están permitidas en el área y cuáles no. Declarar como reserva hidrológica al acuífero Guaraní es algo que no está planteado y estaría bueno ponerlo en discusión”, señala. Un dato no menor es que Artigas, Tranqueras y Rivera se abastecen de agua potable a partir de esta fuente, por lo que “se estaría protegiendo el abastecimiento humano de más de 150.000 personas”. A su vez, recuerda que cuando un acuífero se contamina, “su recuperación es muy difícil, además de costosa”. “Es más fácil prevenir que después tratar de recuperar una reserva de agua dulce que estamos poniendo en peligro”, suma.

No es renovable en la inmediatez

En el mundo son varios los actores que proponen al hidrógeno verde como una de las promesas para que los países puedan cumplir con las metas de descarbonización asumidas en ámbitos internacionales para frenar el cambio climático. Este combustible se consigue a partir de energías renovables y la electrólisis de agua. En nuestro país, la compañía alemana Enertrag presentó ante el Ministerio de Ambiente la viabilidad ambiental de localización de un proyecto que busca instalar una planta de hidrógeno verde y “derivados, principalmente metanol”, según se expone en el documento enviado a las autoridades.

Estaría ubicada en la localidad de Tambores, cuya administración es compartida por los departamentos de Paysandú y Tacuarembó. Uno de los puntos que ha generado mayor preocupación a los vecinos y vecinas del lugar es el volumen de agua que utilizaría. Según la empresa, estiman que extraerán entre “500 y 700” metros cúbicos por día. Para ayudar a dimensionar la cifra, un metro cúbico de agua equivale a 1.000 litros. Prevén hacer perforaciones para obtener agua subterránea, aunque su reservorio podría ser “complementado” con cursos superficiales. “La zona presenta abundantes recursos hídricos, en particular, agua subterránea proveniente del acuífero Guaraní, capaces de abastecer la planta de hidrógeno sin afectar otros usos del recurso”, dice Enertrag.

Collazo comienza aclarando que, en realidad, Uruguay “no tiene tantas reservas de agua dulce subterráneas como suele pensarse”. “Cuanto menor es la salinidad del agua subterránea, menos son los procesos para alcanzar el agua pura que requiere el electrolizador. Me parece muy peligroso abrir esta puerta cuando nuestro país tiene una inmadurez enorme en lo que refiere a la conservación y protección de los recursos hídricos subterráneos. Es muy preocupante que el hidrógeno se haga con agua subterránea, en vez de considerarla como una reserva estratégica y recurso natural de vital importancia para el abastecimiento humano rural y urbano”, afirma.

Para la investigadora, de aprobarse la iniciativa, Uruguay otorgaría a Enertrag “nuestros mejores recursos de agua dulce, potable” y quedaría demostrado que el país “no tiene estrategias de conservación ni protección de aguas subterráneas”. “Estamos viviendo los efectos del cambio climático, sequías más prolongadas, que van a ir comprometiendo cada vez más los recursos hídricos superficiales y subterráneos. No es lógico comprometer el futuro de las reservas”, cuestiona.

Collazo hace énfasis en la importancia de la academia para “avanzar en el conocimiento científico de los recursos hídricos subterráneos del país” así como en la necesidad de que las autoridades escuchen a la academia. “La localidad de Tambores está siendo abastecida por el acuífero Arapey, que es un acuífero fracturado y se encuentra por encima del Guaraní, confinándolo. Del mismo acuífero se sacará agua para generar el hidrógeno (15%) y el e-metanol (85%). Se desconoce cuánto perforarán el Guaraní, si explotarán los dos acuíferos o sólo uno y qué volumen de agua efectivamente utilizarán”, apunta Collazo. Asimismo, advierte que “el mayor riesgo es que no se habla claro. Este hidrógeno verde es verde solamente porque utiliza energía renovable. El agua subterránea no es renovable en la inmediatez. Si no se gestiona bien y la extracción supera la recarga, la renovación podría tardar decenas de años”, advierte.

Por ello, Collazo considera que emprendimientos como el que se pretende instalar en Tambores deberían “evaluarse estratégicamente, sin poner en riesgo las reservas de agua dulce con las que cuenta el país, principalmente las que se destinan para abastecimiento humano”. “Estos proyectos no sólo están presentes en Uruguay, sino también en otros países de América Latina, donde la problemática dependerá del tipo de fuente de agua a utilizar y el grado de avance en la gestión de los recursos que tenga cada país”, sostiene y señala que, por ejemplo, en Chile, que cuenta con una Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, “varios proyectos apuntan a la desalinización de agua de mar”.

La investigadora resalta que cuando se habla de este combustible, nunca se menciona de dónde se tomará el agua, su materia prima. El caso más reciente es la planta que tendrá lugar en Paysandú y será realizada por HIF Global. La inversión fue anunciada por el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, pero no se detalló de qué lugar se tomará el agua para elaborar el hidrógeno verde. En la misma línea, Collazo cuenta que en la Hoja de Ruta del Hidrógeno Verde que elaboró el Ministerio de Industria, Energía y Minería “no se habla de agua subterránea”. Ni una sola vez aparece la mención. “Se puede pensar que si no se habla del agua subterránea es porque no se va a producir a partir de ella. Sería lo lógico, pero sin embargo lo están planteando proyectos que impulsan. ¿Es tal el desconocimiento del agua subterránea que lleva al poder político a olvidarse o cuál es la lectura? Son cosas que se deberían decir. El hidrógeno verde se hace con agua que es un recurso estratégico para el abastecimiento humano, tanto rural como urbano. ¿Vamos a hacer hidrógeno con agua potable?”, cuestionó. No puede haber una transición energética justa cuando lo que está en juego es la soberanía sobre nuestros bienes comunes.