Son muchos los actores sociales que defienden, cada cual a su manera y con sus debidas responsabilidades, a nuestros ecosistemas y bienes comunes. En este entramado, los y las guardaparques son protagonistas. Destinan gran parte de su vida a tareas tan esenciales como promover buenas prácticas y generar lazos con las comunidades, monitorear la presencia de flora y fauna nativa, controlar especies exóticas invasoras, prevenir conflictos sociales y difundir la importancia de la conservación del territorio donde trabajan. Estos territorios son diversos, los más conocidos quizás son los incorporados al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). Sin embargo, a la profesión la rodea un secreto. Detrás de una idealización, se esconde una falta de garantías laborales básicas.
la diaria conversó con Hernán Giménez, presidente de la Asociación Uruguaya de Guardaparques, y con Mariana Pirez, su antecesora en el cargo. La organización tiene una larga historia de conquistas y reclamos, muchos de ellos pendientes, que comenzaron en la década de los 90. “El problema principal es no sentirnos parte de la naturaleza. No la valoramos y no entendemos lo inmersos que estamos en los procesos. En los lugares donde hay guardaparques se ve que las personas que los visitan se van con un mensaje y una reflexión. Las áreas protegidas son una herramienta; pero tenemos que transformar la forma en que vivimos y que nos vinculamos con nuestro entorno, de manera de poder tener naturaleza en todos lados y no tener que ir a buscarla. Tenemos que empezar a dimensionar que somos naturaleza y que todo lo que sucede nos afecta directa e indirectamente. Creo que ese es el rol que tenemos nosotros: transmitir un mensaje de cuidado”, dice Mariana. En este contexto, cabe preguntarse: ¿quién cuida a nuestros cuidadores?
¿Cuáles dirían que son sus principales luchas? Me imagino que se han ido transformando desde que se creó la asociación.
Mariana: Lamentablemente no, son las mismas. La principal lucha es el reconocimiento de la profesión, las tareas que se desempeñan y también las condiciones mínimas necesarias para llevarlas adelante. No tenemos un marco que identifique a la profesión como un trabajo. Por ejemplo, no está reconocida nuestra profesión por el Ministerio de Trabajo, ni en el Banco de Previsión Social. Eso genera que muchas de las cosas que nosotros hacemos no estén dimensionadas y que no haya un marco jurídico o normativo que nos respalde. Cada profesión u oficio tiene un listado de cuáles son sus tareas, sus condiciones. Actualmente no hay una salvaguarda que abarque a todas las instituciones u organizaciones que nos contratan o tienen personal trabajando como guardaparques.
En algunos casos, entramos como funcionarios de las intendencias, pero estás dentro de un escalafón que depende del lugar. En Rocha es operario, en Maldonado es técnico. Esto genera una diversidad de lugares donde hay que estar reclamando y dificulta mucho el poder hacerlo, tener la energía y tiempo para dedicarle. Además, nosotros no tenemos horas para dedicarle a la parte gremial, no las tenemos como profesión. Es decir, si querés ir a una reunión con el Ministerio de Ambiente para hablar sobre nuestras condiciones, tenés que pedirte un día de licencia, coordinar para que sea en tu día libre o que algún compañero te cubra. Siempre a puro pulmón. En otros ámbitos, al estar los fueros sindicales, tenés la posibilidad de dedicar horas que son consideradas laborales a estas cuestiones.
Hernán: Nosotros siempre hemos ido hacia la sindicalización, pero hay una tranca por parte del PIT-CNT. Existe una barrera porque estamos distribuidos en distintos sindicatos, como pueden ser las distintas departamentales de Adeom [Asociación de Empleados y Obreros Municipales] o Atrama [Asociación de Trabajadores del Ministerio de Ambiente]. Es un tema complejo nuestra sindicalización, al pertenecer a tan diversos sindicatos. La respuesta que hemos tenido del PIT-CNT muestra procesos titánicos, como que hay que juntar a todos los representantes de todas las Adeom para ver si están de acuerdo con que se cree un sindicato de guardaparques, para no pasarles por arriba a los compañeros. Hay toda una burocracia.
Entonces el rol de la asociación es reunir a los guardaparques que hoy están dispersos.
Hernán: Claro, nos agrupamos en una asociación civil, aunque no tenga peso gremial, sindical.
Mariana: Lo que hacemos es trabajar en estas reivindicaciones, que obviamente son más difíciles, engorrosas y requieren mucho más trabajo porque no tenés ningún peso a nivel sindical. Tenés que apelar a la buena voluntad y tratar de generar acuerdos. No está mal tampoco, pero hay situaciones en las que es necesario tener un respaldo. Unos años atrás nos pasó con el tema de las condiciones de los contratados durante la temporada. Las condiciones son bastante precarias y tuvimos que elevar una denuncia en el Ministerio de Trabajo. Generó bastante revuelo, pero es como que estamos siempre atrás.
¿Por qué son precarias?
Hernán: Los que estamos presupuestados o fijos en nuestros cargos venimos remando las condiciones hace tiempo. Imaginate a alguien que se traslada 200 kilómetros y no le dan un lugar para estar en las ocho horas de trabajo. Tiene que estar a la intemperie, con un uniforme que le pasamos los compañeros porque ni siquiera eso le brindan, ni botas, ni nada. Estas cosas nos dan las condiciones mínimas para trabajar. Si vas con una bermuda y una remera que no te identifica como guardaparque a decirle a alguien que no puede hacer una actividad, se preguntan “¿y este quién es?”. Te mandan a la guerra con un escarbadientes. Un caso puede ser [el área protegida] Cerro Verde. Los guardaparques pasaron la temporada pasada y no tenían ni un lugar para hacerse la comida. Los gurises se quedaban acampando y armaron un puesto con ramas y palos que encontraron, por si llegaba a llover.
Mariana: Allí tienen un puesto de madera, una especie de caseta en donde pueden guardar algunas cosas, pero no tienen luz, agua ni baño. Las áreas protegidas son muy grandes y hay varios lugares en los que uno hace control. En algunos casos no tenés absolutamente nada y tenés que cumplir una determinada cantidad de horas. Muchas veces pasa también que son contratos zafrales, en temporada, que es cuando se refuerza el personal. Muchas de las personas que contratan son recién egresados, por lo tanto son sus primeras experiencias laborales y no tienen un marco de referencia para saber qué es lo que está bien o mal. Obviamente, existe el mínimo sentido común. No tener agua o baño en un lugar de trabajo no está bien. Pero al ser su primera experiencia laboral, juegan un montón de cosas al momento de reclamar, que te ponen en aprietos. Querés que sea tu trabajo de largo plazo y está el miedo a las represalias.
Hernán: Claro, arrancás con un contrato que va desde el 15 de diciembre hasta Turismo. Este trabajo es sumamente vocacional y es como que decís “bueno, hago lo que sea”. Pero no es así, al ser las áreas lugares tan remotos, deberías tener por lo menos un lugar digno que te reciba con las condiciones mínimas para empezar a trabajar.
¿Existe una romantización de la figura del guardaparque?
Mariana: Está la idea de que estamos acostumbrados a estar en el monte, pero no deja de ser un trabajo y hay condiciones mínimas que hay que cumplir. Más allá de que nos gusta estar en la naturaleza, que capaz podemos soportar algunos ambientes más hostiles, hay una romanización sí del guardaparque. Nos suelen ver como una persona ermitaña que vive en el campo y mezclada con la naturaleza, que puede ser, pero una cosa es elegirlo y otra cosa es que sea lo que nos toca como funcionarios, como trabajadores.
También han planteado en otras entrevistas que suele haber muy pocos guardaparques en las áreas protegidas, e incluso que algunas de ellas no cuentan con este personal. Se me viene a la mente la Quebrada de los Cuervos y Sierras del Yerbal, donde hay un solo guardaparque para cuidar hectáreas y hectáreas.
Mariana: Sí, en el SNAP es donde está más cuantificado el territorio. Hay 17 áreas del SNAP y seis no tienen guardaparques. Después están las áreas departamentales. Por ejemplo, el cuerpo de guardaparques de Canelones está compuesto por tres personas para cuatro o cinco áreas. El área más dotada es Cabo Polonio, que ahora tiene cerca de 10 guardaparques, pero tiene un puesto de control de ingreso que cubre las 24 horas. Entonces, en realidad, el personal es prácticamente exclusivo para este puesto y algunas otras tareas.
El caso de la Quebrada de los Cuervos no es el único donde hay un solo guardaparque. Pasa lo mismo en Paso Centurión, Montes del Queguay, Cerro Verde. A esa persona se le exige un cumplimiento de labores para garantizar la gestión y cumplir con los objetivos de conservación que es inviable. Con una sola persona es imposible que se pueda desarrollar una tarea de manera eficiente y bajo medidas de seguridad. Estás expuesto a ambientes complicados, tenés que tener como mínimo un compañero o compañera para garantizar tu seguridad. Vas a hacer un control de exóticas, usás una motosierra y te pasa algo, o un desmayo, un mareo, lo que sea, y estás solo.
Entonces en muchos casos están solos o solas, no tienen un lugar físico donde quedarse, no tienen agua potable, no tienen luz. Parece complicado si mezclamos estas circunstancias.
Mariana: El panorama es un poco desolador.
¿La situación a nivel de América Latina es similar?
Hernán: Este año estuvimos en Córdoba, se hizo el primer encuentro de la Federación Latinoamericana de Guardaparques y compartimos experiencias con compañeros y compañeras de distintos lugares. Ellos nos contaban que no tienen un sistema como el nuestro, que es de los más débiles en cuanto a personal y sus condiciones. Estamos bastante atrasados en este sentido si nos comparamos a nivel regional. Sin ir más lejos, Argentina tiene un modelo de áreas protegidas que tiene 100 años y no conciben la posibilidad de que haya un área protegida sin guardaparques o con un solo guardaparque sin uniforme. Hay un sistema a nivel de gestión y económico mucho más fuerte allá. En Uruguay creo que la única área protegida que cobra entrada en algún momento del año es la Quebrada de los Cuervos. A nivel personal, no me parece mal que se cobre entrada, porque de esta forma podemos cubrir nuestros reclamos: desde las viviendas y uniformes para los guardaparques, hasta que haya más personal y así lograr una conservación de verdad.
Mariana: También en otros aspectos estamos avanzados en la región. Uruguay es uno de los pocos países latinoamericanos que tienen una formación para ser guardaparque [se dicta en el Polo Educativo Tecnológico Arrayanes de la UTU]. Yo creo que se tiene que dar una discusión de generar un fondo para áreas protegidas. En el caso de la Quebrada de los Cuervos, el cobro de la entrada va para la Intendencia, no es una plata que se destina exclusivamente al área. Estaría bueno pensarlo. ¿Queremos cuidar nuestros espacios naturales? ¿Queremos que las áreas protegidas se mantengan? Para eso necesitamos estrategias reales y efectivas. Hay problemáticas vinculadas a nuestros bienes naturales que son reales y están sucediendo. Necesitamos cuestionarnos realmente estas cosas para que los cambios se vean.
Quedan entonces en evidencia varias debilidades tanto en sus derechos laborales como en las limitantes para llevar adelante la preservación y conservación de los sitios donde trabajan. ¿Les parece que realmente estamos cuidando nuestras áreas protegidas?
Mariana: Tenemos un sistema muy débil. En la realidad, propiamente diría que no. Es muy duro decirlo, pero de esta forma no estamos trabajando para apostar a largo plazo. Entiendo que hay un abanico muy grande de causas. Se apela mucho a que las personas que trabajamos en ellas tenemos vocación y hay muchas cosas que las hacemos porque entendemos que tienen que ser así, pero la realidad es que el respaldo que tenés no es el necesario para todo lo que se hace. Es bastante duro y frustrante, porque le ponés un montón de empeño y de trabajo, generalmente más de las ocho horas, porque muchas veces nos quedamos en los lugares donde trabajamos y estamos todo el día para ver si pasa algo y responder. Hay un montón de dedicación extra del personal que no está reconocida, ni valorada, que es lo que más frustra y duele. Cuando arrancás a trabajar seguís y seguís porque es lo que te gusta. Pero llega un momento donde te empezás a dar cuenta de que lo que venías haciendo era una motivación personal y no un objetivo institucional.