Calles de Montevideo inundadas en poco tiempo, familias desplazadas, olas de calor en una ciudad invadida por el cemento, cursos de agua contaminados, sequías que afectan el abastecimiento de agua potable y la producción en la zona rural del departamento. Los desafíos que tiene la capital del país son muchos en materia de gestión ambiental y de adaptación al cambio y variabilidad climática. En este contexto, se encuentra en período de consulta pública el Plan de Acción Climática de Montevideo que elaboró la Intendencia de Montevideo.
El plan parte de la premisa de lograr que el departamento sea “CO2 neutral para la década de 2040”, si bien admite que “las emisiones asociadas a Uruguay son de muy bajo impacto en el total de las emisiones globales y la adaptación constituye el aspecto más relevante”. Tiene cuatro “ejes estratégicos”, donde se establecen líneas de acción y metas previstas a corto –año 2025–, mediano –año 2030– y largo plazo –década 2040–. Al primer eje lo denominan “Montevideo bajo en emisiones”, y es donde las autoridades se comprometen a realizar acciones en materia de residuos, energía, movilidad –por ejemplo, para 2030 sostienen que se ampliará a “un total de 100 kilómetros la infraestructura cicloviaria de la ciudad”– y de arbolado urbano –manifiestan que para 2040 habrá un aumento del 50% respecto a la línea de base formulada en 2018–.
Al segundo eje lo llaman “Montevideo ecosistémico” y tiene como objetivo “preservar y adaptar sus ecosistemas a las condiciones cambiantes producto del cambio climático”. Las líneas de acción giran en torno a “prevenir la pérdida del suelo rural y natural”, “fomentar y fortalecer las capacidades para la producción agroecológica”, “profundizar la gestión y los planes de manejo de zonas de interés natural” y mejorar la gestión de la biodiversidad “para su conservación y valoración”. Para 2025, algunos de los compromisos son: “Elaborar la caracterización general de los suelos de Montevideo, atendiendo las reservas de agua en relación a la necesidad del recurso” y “disponer de una evaluación sobre biodiversidad y ecosistemas frente a los desafíos del cambio climático”. Otros ejemplos de propuestas concretas son que para 2030 estarán presentados los “planes de manejo de zonas de interés natural (humedales, cuerpos de agua, ecosistemas costeros)” y que se dispondrán “35 planes integrales de manejo predial, que incluyan las dimensiones económicas, ambientales y sociales”.
Al tercer eje lo definen como “Montevideo resiliente”; allí se pone el foco en la “infraestructura y edificaciones” –por ejemplo, indican que para 2030 se habrán identificado las que se encuentran en situación de “vulnerabilidad climática”– y en la “planificación” y la “gestión integral de riesgo de desastres climáticos”. Entre las medidas propuestas en este eje está el monitoreo del impacto del cambio climático en la salud “en particular las afectaciones por enfermedades emergentes y reemergentes, así como seguridad alimentaria y agua potable” y el diseño de un “fondo de emergencia climática”. Finalmente, al cuarto eje lo bautizan como “Montevideo comprometido” y busca una mayor participación de la población.
la diaria conversó con Verónica Piñeiro, gerenta de Gestión Ambiental de la Intendencia de Montevideo, para conocer un poco más sobre el plan de acción, que aún puede recibir aportes de la ciudadanía.
¿El plan busca centrarse en la adaptación?
El plan busca enmarcar las acciones que la Intendencia de Montevideo lleva adelante desde hace tiempo en torno al cambio climático, pero a la adaptación más que nada y a la preparación para las condiciones futuras o, por lo menos, los escenarios futuros. Las principales forzantes a las que se puede ver sometida Montevideo pueden ser el aumento del nivel del mar, el cambio en el régimen de lluvia, que podría concentrar la mayor frecuencia en otoño, y un aumento de la temperatura. Estas forzantes son las que nos hacen ver cuáles son las cosas en las que debemos hacer mayor énfasis. No dejando de lado lo que puede ser la mitigación, porque Montevideo ha asumido varios compromisos y alinea también sus compromisos a lo que es a nivel nacional, pero viendo que la mayor contribución que se puede hacer es preparar al departamento.
Las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad se van a ver más afectadas por estas forzantes que te comentaba. Tenemos que mejorar estas situaciones, generar un conjunto de acciones concretas, que ya venimos desarrollando, y ponerlas dentro de un plan que nos permite marcar, medir y generar hitos concretos. Este plan tiene medidas a corto, mediano y largo plazo; nos ayuda a sistematizar el trabajo, a ver cómo vamos avanzando y ver si hay que hacer correcciones en los hitos que nos hemos ido marcando.
Recién decías que las poblaciones más vulnerables son las que se van a ver más afectadas por el cambio climático. ¿Pensás que en la izquierda falta incorporar esa perspectiva todavía?
Esa perspectiva se va incorporando cada vez más. La incorporación de esa forma de pensar en la izquierda ha llevado un tiempo, pero ya está incorporada. El programa anterior del Frente Amplio sumaba esta premisa. Los problemas ambientales tienen mayor incidencia en las poblaciones más vulnerables, eso ha guiado las líneas de acción y el diseño de las medidas de acción, pero obviamente no fue inmediato. Hay un proceso de acumulación de discusión. El cambio climático tiene mayor incidencia en las poblaciones más vulnerables, mayor incidencia sobre las mujeres, sobre las mujeres jóvenes y sobre las mujeres en mayor situación de vulnerabilidad. No es una cuestión de solamente decirlo, sino que en realidad hay datos que respaldan esto a nivel mundial.
¿Cuál es el rol de la agroecología en el Plan de Acción Climática?
La estrategia hace un fuerte énfasis en el cuidado del suelo y de las prácticas agroecológicas, que tienen un componente importante de cuidar el suelo, pero también de cuidar otras dimensiones del ambiente, pero no dejando de lado otras formas de producción. La producción convencional tiene una gran presencia en Montevideo rural y fuerza a la institución a poder buscar acuerdos con esos productores para que las formas de producción sean las más amigables.
¿La propuesta sería hacerlos transitar hacia la agroecología?
Sí, avanzar en prácticas que sean más amigables. La agroecología es una línea y está incorporada.
¿Con qué plazos se manejan?
El trabajo con productores ya se desarrolla. Por ejemplo, en el marco de la última crisis hídrica se trabajó bastante con productores familiares. Nos permitió aumentar la información que teníamos de las formas de producción y ver de qué manera podíamos acompañarlos. Durante la sequía se brindó apoyo en mejorar los sistemas de acumulación de agua, tajamares y otras cosas, se generó un fondo para la salida de la crisis hídrica enfocado en la producción familiar. No tenía por qué ser sólo producción agroecológica, sino que también incluimos a los productores convencionales en este marco de acción. Lo que también se planteó en el marco de la crisis es cómo generamos un fondo de adaptación. Pensando en una próxima crisis, de qué manera pueden los productores y las productoras estar más preparados. En esa línea, el mejoramiento de las capacidades de retención de agua, de acumulación de agua en los predios, es una línea, pero también favorecer la posibilidad de, por ejemplo, presentar proyectos que impliquen mejoras en sus capacidades de adaptación a estos eventos y dar apoyo.
En la estrategia prometen que para 2030 habrá “planes de manejo de zonas de interés natural, como humedales, cuerpos de agua, ecosistemas costeros”. ¿Incluye el plan de manejo del área protegida Humedales del Santa Lucía, que todavía no está aprobado?
Sí, también. Esa línea de acción lo que establece es que las planificaciones que se vayan generando incorporen la dimensión de la variabilidad climática y del cambio climático, que tengan en cuenta el riesgo, sobre todo para no darse cuenta al final del plan que tendríamos que ver el escenario de variabilidad climática. Se está haciendo en todos los planes. El trabajo en torno al Plan de Acción de Humedales del Santa Lucía tiene nuestra participación, pero es un plan de acción que se maneja con dos intendencias más y con el Ministerio de Ambiente. Hemos hecho muchos aportes. De hecho, estábamos consultando hace unos días, porque se hizo una nueva CAE [Comisión Asesora Específica de Áreas Protegidas]. En realidad es el ministerio el que tiene que terminar de aprobar el plan.
Se plantea que para 2040 va a haber una “incorporación de criterios de protección climática en el Código de Construcción y en edificaciones e infraestructuras en situación de vulnerabilidad climática”. ¿Cuáles serían ejemplos de estos criterios?
Son lineamientos para construcciones edilicias. Aislamiento para cuestiones térmicas, acústicas, que vayan en línea del aprovechamiento de la energía, que también va en línea con el tema de la descarbonización, intentar evitar o por lo menos reducir el aporte de CO2.
Para 2025 el plan dice que se presentará “una guía de recomendaciones para reducir riesgos frente a escenarios climáticos”.
Esto se viene trabajando, no en función de la guía en particular, pero sí en el riesgo hídrico de algunas comunidades o algunos barrios concretos, donde hemos realizado acciones [...]. Por ejemplo, en Punta de Rieles, en el arroyo Manga, hicimos una modificación del curso y se redujo el riesgo de muchos hogares de tener inundaciones. Se está trabajando con el barrio, con las personas que están en el entorno de esa acción, que se ven beneficiadas.
Con respecto a las inundaciones que se dan en otros lugares de la ciudad, ¿se está planificando alguna medida?
El aumento en la intensidad de la lluvia es parte de la variabilidad climática, no tiene por qué ser el forzante el cambio climático, pero sí hay un cambio en la frecuencia de las lluvias y esto ha aumentado el riesgo que tiene la ciudad. Lo hecho en estos barrios se suma a otras acciones de saneamiento, de mejora del drenaje pluvial y nuevas obras. Por ejemplo, en la zona del arroyo Mataperros se generó una obra concreta que redujo la inundación que tenían los hogares en esa área. La inundación era sistemática y no por lluvias muy intensas, sino por lluvias normales, por un cambio en las características de la ciudad. El aumento de la impermeabilización junto con el aumento en la intensidad de las lluvias generan una combinación que es complicada para el drenaje urbano y para el efecto que esto tiene sobre las personas y los hogares. En el barrio Manga se han hecho obras de drenaje y saneamiento. También está lo que son los jardines de lluvia y laminaciones, que se han generado varias.
Hace un momento comentaste la necesidad de crear un fondo para la adaptación. En la estrategia se propone crear un fondo de emergencia climática. ¿Sería lo mismo? ¿A quién estaría dirigida la ayuda?
Las poblaciones que se ven más afectadas dependen del tipo de crisis climática del que hablemos, tenemos que tener la posibilidad de ajustar el enfoque. En el caso de la emergencia hídrica, inició con un trabajo concreto dirigido a Montevideo rural y después avanzamos en el acceso a agua potable a las poblaciones con alguna dolencia o con algún problema de salud. Tenemos que tener fondos a los que echar mano en momentos de crisis, pero también poder tener la flexibilidad dependiendo de qué crisis se trate.
Me pareció interesante el enfoque de cambio climático y salud. Se plantea que para 2030 se van a hacer “monitoreos del impacto del cambio climático en la salud”. ¿Podés profundizar sobre cómo desarrollarían esto?
La variabilidad climática tiene un efecto sobre la salud. De nuevo, esto marca cosas que ya se hacen, pero, por ejemplo, si pensamos ahora en el dengue, las acciones que se desarrollan desde salud tienen que ver con esto. Nos enfrentamos a desafíos nuevos. El avance del dengue en Montevideo lleva a un problema, lo mismo sucedió con la gripe aviar. Comienzan a aparecer cosas que no teníamos antes en la agenda y para las que tenemos que estar más preparados y con capacidad de poder flexibilizar nuestras acciones.
En el plan también se hace hincapié en el arbolado urbano, las áreas verdes y su importancia por las islas de calor.
Tienen aportes hacia la contribución en la disminución de emisiones, en el Montevideo ecosistémico y en la posibilidad de brindar mayor albergue a la biodiversidad dentro del área urbana. Hay dos acciones claras a partir del compromiso que asumió Carolina Cosse sobre que Montevideo sea carbono neutral en la década de 2040. [La primera] implica una medida bastante desafiante para Montevideo, que es aumentar 50% el arbolado. Desarrollamos dos bosques urbanos, uno en el Jardín Botánico y otro en el Pagro [Parque de Actividades Agropecuarias]. Se plantaron más de 8.000 árboles nativos.
¿Todos concentrados en estos dos lugares?
Todos concentrados en esos dos puntos. Viene funcionando, lo estamos monitoreando. Implica una línea de bosques, de pequeños bosques, es de un japonés la técnica, pero decidimos aplicarla acá y ver cómo funciona. Obviamente si vamos a aumentar 50% el arbolado, la única línea no puede ser plantar veredas. Vimos esta opción de implantar bosques urbanos que vamos a seguir monitoreando y viendo la posibilidad de poder avanzar. Lo mismo en las islas de biodiversidad, que son 15 puntos en diferentes partes de Montevideo, donde también plantamos especies nativas, árboles, arbustos y flores, que lo hicimos asociados a cursos de agua, sobre todo donde generamos estos cambios en el cauce y en algunos lugares dentro de la trama urbana.
¿De dónde se va a obtener financiamiento para llevar adelante el plan?
Esta estrategia les da un marco a las acciones que ya se hacen, muchas son presupuestales. Otras se hacen en el marco de préstamos. Por ejemplo, la introducción de nuevos ómnibus eléctricos, los 90 [que se sumaron en febrero] y 210 [que se estima incorporar en 2024], implica la generación de un fideicomiso. La búsqueda no se agota en lo presupuestal, sino que aplica a buscar otros fondos. Por ejemplo, los bosques urbanos tuvieron el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. A través de ellos hicimos un fondo compartido. Es buscar herramientas que permitan financiarlo, más allá del aporte grande de las acciones presupuestarias.