“No es sequía, es saqueo”. La consigna fue gestada por los movimientos populares que protagonizaron la última crisis de abastecimiento de agua potable que padeció el área metropolitana durante 2023. A nivel mundial, el agua dulce es un bien común que se encuentra en disputa y genera conflictos socioambientales. Nuestro país no es –ni fue– la excepción.
En aquel momento, cuando el agua que salía por nuestras canillas era definida por los gobernantes como “bebible” pero no potable debido a sus altos niveles de salinidad, cloruros y trihalometanos, fueron varias las organizaciones que compartieron los hallazgos de la investigación El agua como subsidio ambiental del agronegocio en Uruguay, de Carlos Santos, María Noel González y Martín Sanguinetti, que fuera publicada en el libro Economía ecológica latinoamericana del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales a finales de 2021. Uno de los aspectos que generaron gran interés fue el cálculo de la huella hídrica del agronegocio para el período 2012-2019. En lugar de centrar su perspectiva en dólares, como sucede tradicionalmente, los autores estimaron el agua dulce que consumieron las actividades agropecuarias.
“Durante la sequía se hicieron asambleas barriales. Participé en muchas y me sorprendió ver que la gente llegaba con información generada por nuestro artículo. Esto nos alertó sobre la importancia que tenía difundir esta información actualizada”, expresa Carlos Santos, doctor en Ciencias Sociales especializado en Ecología Política y Medio Ambiente, docente del Centro Universitario Regional Este y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.
Las redes sociales jugaron un papel fundamental en la propagación de aquellos datos. Sin embargo, la situación cambió desde 2019. Por ejemplo, una tercera planta de producción de pulpa de celulosa comenzó a operar en 2023. Por esta razón, redactaron un nuevo artículo, que está siendo revisado por pares y esperan que sea publicado próximamente en una revista de economía ecológica, en el que nuevamente analizan la huella hídrica del agronegocio y también del agua potable que se suministra en nuestro país, en esta ocasión tomando el período 2012-2023 y haciendo una proyección hacia 2024.
¿Qué es la huella hídrica?
Santos, González y Sanguinetti toman el concepto de huella hídrica del investigador que lo acuñó, Arjen Hoeskstra. Lo definen como “un indicador del uso de agua dulce que analiza no sólo el uso directo de agua de un consumidor o productor, sino también el uso indirecto”, considerando “el volumen de agua dulce utilizada para producir el producto, medido a lo largo de la cadena de suministro completa”. A su vez, el concepto incorpora tres niveles de consumo o pérdida de agua. Uno es la huella hídrica azul, que refiere al “agua subterránea disponible que no vuelve a la fuente luego de la evaporación”. Otro es la huella hídrica verde, que considera la “derivación de agua de lluvia de su escorrentía”, y finalmente está la huella hídrica gris, que es el “volumen de agua necesario para diluir la contaminación volcada al agua durante el proceso de producción”.
Los autores apuntan en el texto que el índice es “una de las herramientas que aportan luz” sobre la relación entre “transformaciones productivas y modificación de los flujos de agua”. Además, posibilita “reflexiones y miradas novedosas para pensar y actuar sobre los problemas del agua a escala global y territorial”. Sin ir más lejos, en su trabajo estimaron la huella hídrica de los principales productos agropecuarios del país, pero también la huella hídrica del consumo residencial de agua potable del conjunto de la población de Uruguay. Encontraron que la cantidad de agua dulce destinada a potabilizar es mucho menor que la destinada a la producción y, como dice el artículo, esto permite visibilizar “la dramática brecha entre los usos productivos y el principal uso social”.
“Una de nuestras preocupaciones era parar de mirar las exportaciones en dólares. Podemos traducir la soja, los eucaliptos, la celulosa, la carne a dólares. ¿Por qué no podemos traducirlos a agua también? Hay otra forma de pensar la producción de Uruguay”, dice Santos. Al preguntarle por qué comparar la huella hídrica del agronegocio con la del agua potable, responde: “Porque es una referencia que nos puede parecer más cercana. Cuando decimos que la exportación de celulosa fue de determinados millones de dólares es una cifra difícil de imaginar. Cuando hablamos en millones de metros cúbicos de agua pasa lo mismo, pero sí me puedo imaginar el agua que consumo en mi casa. Es un parámetro de comparación con el uso más cotidiano que tenemos del agua las personas. Un detalle no menor es que nosotros pagamos por el agua de OSE y estos otros sistemas productivos, que están utilizando más agua, no lo hacen. Colocar esta discusión en la opinión pública, en los colectivos, nos parecía importante”.
Santos subraya que si bien no hay que dejar de ser responsables en el uso doméstico, “lo que mueve la aguja en la disponibilidad o no de agua es el consumo de los grandes usuarios”. Pese a este último punto, resalta que las campañas de sensibilización no están orientadas a ellos. “Hemos pasado por una sequía histórica y estas actividades se mantuvieron intactas”, agrega. En el artículo, el grupo de investigación apunta que estimaciones realizadas por el ya mencionado Arjen Hoekstra definen que 4% de la huella hídrica de la humanidad está relacionada con el agua que se usa directamente en el hogar y, por otro lado, 90% de la huella hídrica mundial “tiene su causa en la producción agropecuaria”.
Los académicos uruguayos admiten que el indicador tiene “limitaciones”. Martín Sanguinetti, que es docente de la Facultad de Ciencias Económicas, integra la cooperativa Comuna y junto con Santos son parte de la Asociación Argentino-Uruguaya de Economía Ecológica, señala que “un debe” que tienen es analizar los tipos de huella, ya que los productos no son todos iguales. “Por ejemplo, el uso del agua que hace la ganadería es muy distinto, desde el punto de vista de destrucción de ecosistemas, que el que hace la celulosa. La ganadería, de alguna manera, sigue manteniendo la biodiversidad, y esto también tiene una cantidad de efectos sobre la huella hídrica en el largo plazo”, sostiene. A su vez, en el artículo los investigadores apuntan que “la sustitución de pastizales naturales por el monocultivo de eucaliptus tiene consecuencias en las escorrentías, la pérdida de biodiversidad, la acidez del suelo y en los caudales de agua superficiales y subterráneas, cosa que no capta la huella hídrica y puede limitar las comparaciones”. Por esta razón, insisten que la huella hídrica debe verse como un “indicador multidimensional” y considerar los componentes verde, azul y gris por separado.
Movilización por el Día Internacional del Agua, el 22 de marzo de 2024, en Montevideo.
Foto: Ernesto Ryan
Los resultados: la soja y la celulosa como principales consumidores de agua dulce
“La expansión del agronegocio agrícola y forestal, así como la intensificación de la producción ganadera, han generado profundos impactos sociales, económicos y ambientales sobre el uso de la tierra. Sin embargo, no existe un proceso sistemático de producción de datos y debate en relación al papel de la circulación de agua en esos procesos productivos, especialmente en relación al impacto del agronegocio en la transformación de los flujos de agua”, explican Santos, González y Sanguinetti. También manifiestan que “la expansión de los monocultivos destruye procesos ecosistémicos, mayoritariamente de pastizales, que son esenciales para la fertilización de los suelos, la captación de dióxido de carbono de la atmósfera y para la potabilización del agua”.
En este contexto, realizaron la huella hídrica de los cuatro principales productos agropecuarios de Uruguay: la carne vacuna, la soja, el arroz y la celulosa. Por otro lado, también calcularon la huella hídrica de uno de los principales usos sociales del agua en el país: la producción de agua potable. Para los datos de producción agropecuaria tomaron como fuentes principales las estadísticas oficiales del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y para el agua potable, al Instituto Nacional de Estadística y OSE. Fueron complementados con información proporcionada por Uruguay XXI, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y la Asociación de Cultivadores de Arroz.
Los investigadores visibilizan a través de una gráfica “cómo se mantiene constante en el período la producción total de agua para consumo humano, así como la huella hídrica del arroz, mientras que la huella hídrica de la celulosa muestra un aumento sostenido que se consolida en 2023 y 2024”.
Por otro lado, la soja presenta una variación en su huella hídrica. “En 2022 se refleja el efecto de la sequía de la primavera de 2021 que afectó la siembra. La recuperación de 2023 da cuenta de la rápida respuesta del sector a estos eventos de estrés climático. Por otro lado, puede apreciarse que la evolución de la huella hídrica en relación con el volumen de producción está directamente relacionado con la evolución del precio internacional (los picos están ubicados en los momentos de mayor precio internacional de la soja, 2015, 2019 y 2023), mientras que los momentos de caída de la huella hídrica tienen que ver con la caída del precio internacional y con condiciones climáticas adversas”, apuntan.
Huella hídrica del agronegocio y producción de agua potable en Uruguay, 2012-2023
Por tan sólo mencionar un año, en 2023 la huella hídrica de la producción de carne fue de 5.755 millones de metros cúbicos, la de la producción de soja fue de 6.950 millones de metros cúbicos; la de la producción arrocera de 2.175 millones de metros cúbicos, la de producción de celulosa de 4.590 millones de metros cúbicos, y la de la producción de agua potable apenas de 350 millones de metros cúbicos. En 2023, la soja se ubica como “el principal producto del agronegocio en consumo de agua”.
Por otro lado, para realizar las proyecciones a 2024 se ampararon en que “la producción de carne se mantiene constante”, que la celulosa “duplica la producción de 2022 al entrar en funcionamiento en junio de 2023 la planta de celulosa de Pueblo Centenario”, y que la producción de agua potable para consumo humano también se “mantiene constante”. De esta forma, estiman que en 2024 la huella hídrica de la celulosa ascenderá a 7.135 millones de metros cúbicos. “Mientras que en 2019 la huella hídrica de la celulosa multiplicaba por diez la producción de agua potable, en 2023 la multiplicó por 14 y en 2024 la multiplicará por 20”, afirman en el artículo.
A su vez, calculando el “acumulado de la relación entre todos los productos del agronegocio considerados y la producción de agua potable”, en 2012 la relación era de 1 a 45, en 2023 de 1 a 56 y la proyección de 2024 es de 1 a 63. “Esta relación creciente de los productos del agronegocio con respecto al consumo de agua potable implica un aumento consolidado de los subsidios ambientales de toda la sociedad al agronegocio, impulsado principalmente por la producción de soja y la producción de celulosa”, explican.
En este sentido, presentan el concepto “brecha celulósica” para reflejar el “incremento considerable en un período de dos años (entre el inicio de 2022 y el fin de 2024) en la huella hídrica de la producción de celulosa en Uruguay”. “Esta brecha se corresponde directamente con la puesta en funcionamiento de la tercera planta de celulosa en el país (de la empresa UPM, ubicada en Pueblo Centenario, departamento de Durazno)”, esgrimen. Santos apunta que esta situación sucede “sin que haya un cambio en la composición del sector empresarial” de la celulosa, porque “siguen siendo dos empresas, dos grupos económicos extranjeros” quienes lo lideran.
En el artículo, los tres autores resaltan que el incremento de la huella hídrica de la celulosa sobre los demás productos considerados consolida los “subsidios ambientales de la sociedad uruguaya al sector empresarial del agronegocio”. “Se debe considerar además que en el país no existe cobro de canon por el uso de agua, por lo que este subsidio directo no tiene ningún costo económico para las empresas. Al mismo tiempo, en 2023, la crisis de abastecimiento de agua potable a la región metropolitana del país afectó al 60% de la población”, analizan.
Derroche de agua dulce hoy, sed para mañana
En paralelo a los datos, los investigadores insisten que el “proceso de deterioro de las redes hídricas” y “el estado crítico de los sistemas de abastecimiento de agua potable a poblaciones” han llevado a “generalizar incrementos en las tarifas de los servicios públicos de agua, debido al aumento de los costos de potabilización”. “Un hito importante fue la inclusión de una denominada ‘tasa ambiental’ aplicada desde 2017, que elevó sustantivamente los costos fijos de acceso a este servicio. Este aumento en el costo del agua potable que paga la población es una de las formas más explícitas de subsidio directo a la contaminación de los recursos hídricos en el país”, mencionan.
Santos considera que “cualquier tasa ambiental tiene que apuntar a cambiar la conducta, la práctica de quienes están generando el problema”. “En este caso el problema era el deterioro del agua. Tuvieron que aumentar la cantidad de productos que se le echa al agua para potabilizarla y, en vez de controlar a los que generaban el problema, lo que se hizo fue distribuir el costo entre toda la sociedad”, esgrime.
Sanguinetti recuerda que el sistema de distribución de agua potable tiene un nivel de pérdida estimado en el orden del 50% del agua elevada (también aclara que esta ineficiencia no está contemplada en la huella hídrica del agua potable). “Los usuarios pagamos por el proceso de potabilización del agua. Indirectamente también estamos pagando en la medida en que el agua tiene peor calidad o hay escasez. Pagamos porque se vuelve más caro potabilizarla, porque el agua tiene más riesgos y pagamos con nuestro cuerpo”, describe. El economista señala que existe una “injusticia social” en relación a quienes pagan los deterioros, que afecta fundamentalmente a los sectores más pobres. “Este informe de la huella hídrica muestra que hay posibilidades de pensar en reducir los costos del agua potable, por ejemplo, o de mejorar la eficiencia”, manifiesta.
Tanto Santos como Sanguinetti consideran que el debate no puede quedar reducido al cobro de un canon por uso del agua a grandes consumidores porque es una problemática más compleja. “No tengo claro cuál es la resolución, lo que sí me parece es que, como sociedad, como sistema institucional, deberíamos dar señales de que el agua es valiosa y que tenemos que gestionarla de una manera integral, más adecuada, contemplando las necesidades de la sociedad por encima de los demás intereses, como dice la Constitución”, finaliza Santos.
El miércoles 30 de julio a las 18.00, en el local de la Federación de Funcionarios de OSE de Montevideo, tendrá lugar la presentación de los resultados de la investigación actualizada. La actividad es organizada por el sindicato y la Comisión Nacional en Defensa del Agua y la Vida. “Es particularmente significativo hacerlo allí, porque empezó toda la movida de la reforma constitucional de 2004”, comenta Santos. Los autores están expectantes por generar intercambios sobre los usos del territorio y del agua.
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