Es extraño el modo como un edificio abandonado, destartalado, desvencijado, descascarado y agujereado puede igualmente encandilar con su majestuosidad. Ésa es la alquimia que todavía produce el Hotel Casino Carrasco, una obra de principios del siglo XX, teñida por el espíritu arquitectónico de la Escuela de Bellas Artes de París, obra de los arquitectos Jacques Dunant y Gaston Louis Mallet, quienes trabajaron junto con el ingeniero uruguayo Félix Elena.

Proyectado en 1912, su construcción se interrumpió en 1914 por la crisis del año anterior, presagiando una cadena de decadencias y recuperaciones. Recién en 1921 la obra se inauguró a pleno para pasar a propiedad estatal no mucho tiempo después.

Por estas fechas y desde hace muchos años, el predio está todo cercado. Los representantes de Carrasco Nobile, la empresa que se encargará de devolverle su antiguo esplendor, estiman que en un máximo de seis meses comenzarán las obras y que éstas se extenderán por un período de veinte meses. El proyecto fue elaborado por el estudio de arquitectos IAG, integrado por los arquitectos Adrián Ibarroule, Óscar Aprea y Gustavo Gradel.

Como parte de la memoria descriptiva del proyecto, el estudio reconoce que tomará partido sobre una “joya del patrimonio uruguayo, testigo de jornadas memorables, y fiel exponente de una época, hito y referencia insoslayable”, y rememora el modo en que “La Cumparsita invade cada espacio, tiñe cada moldura, desdibuja cada palabra o susurro de las voces que entonan embriagadas algunas estrofas que se multiplican por miles: ‘si supieras que aún dentro de mi alma, conservo aquel cariño que tuve para ti...”; todo eso se lee en la gacetilla informativa de la empresa.

Un breve tour por el esqueleto del edificio permite ver dónde y de qué manera se alojarán las nuevas instalaciones. En una de las alas, que ahora luce como un coliseo romano, se instalará el sector cocina del hotel, que será comandado por un chef francés. Otra albergará el spa. En medio de lo que antiguamente era una suerte de calle interna por la que circulaban los carruajes se puede ver los huecos de los ascensores, que, con la creciente, se llenan de agua de las napas.

Las paredes de piedra tienen más de un metro de espesor, lo que obligará a los constructores a utilizar métodos de construcción que no tienen nada de modernos. “Acá se instalarán unas mesas que balconearán sobre la sala de juegos”, “cuando decimos que éste va a ser el hotel más importante del país lo decimos porque no se puede hacer de vuelta lo que se hacía en el 900”, dicen los guías durante el recorrido. Y eso se constata fácilmente al llegar a los magníficos salones de la primera planta del hotel con una singularidad que la crítica le adjudica al “barroco francés”, que alojarán distintos restaurantes que seguramente no tendrán nada que envidiarles a los más exclusivos del mundo. La riqueza espacial de sus interiores, altura de los techos, el despliegue de molduras y columnas es tal que uno tiene la sensación de estar dentro de una escenografía o de un pequeño teatro.

Las dos torres en el último piso del hotel que ahora lucen como palomares alojarán las suites VIP. Para todo se trabaja con asesores especializados: hay uno de iluminación, un agrimensor, un experto en sonido, otro en seguridad, y seguramente haya alguien encargado de restaurar los maravillosos vitraux. Por ejemplo, ya están pensando en cuál será el menú del hotel, porque de eso dependerá el equipamiento que compren. “El edificio acusa el paso del tiempo. Fue objeto de varias intervenciones a lo largo del paso de los años. La primera tuvo lugar en la década del 40 cuando se agregaron los volúmenes delanteros, y del tercer y cuarto piso en los hemiciclos este y oeste. Luego en 2001 y 2002 hubo otra intervención, que quedó inconclusa”, dijo Gradel a la diaria.

En eso coincide con el director ejecutivo del proyecto Carrasco Nobile, Guillermo Arcani. “El estado de conservación del edificio es realmente muy malo, todos los techos están rotos, los suelos están repletos de agujeros, hay obras inconclusas que quedaron abandonadas en el tiempo. El edificio está muy golpeado”, dijo.

Para Gradel, la obra tiene la complejidad de combinar lo nuevo con la restauración de la parte histórica del edificio, que es lo más valioso. “Acá lo que se hace es una puesta en valor, hay que valorizar el edificio con lo nuevo y restaurar lo existente e histórico con las técnicas del momento en que se hizo. Por ejemplo, en cuanto a revoques de fachadas, para reponer los sectores que estén deteriorados hay que usar la misma técnica, no es que se pueda pintar sino que hay que limpiar, recuperar las fachadas y rehacer lo que esté deteriorado con la misma técnica con que se hacía en esos años”, dijo Gradel.

La idea rectora es recuperar todo lo que se pueda y llevarlo a su estado original, así como lograr que las superficies agregadas estén en concordancia con el proyecto original, no lo agredan y lo respeten. Sin embargo, el proyecto prevé demoler las intervenciones realizadas en los años 40, los cuerpos al sur que dan al mar, y la magnífica terraza frente a la playa Carrasco. En su lugar habrá una nueva explanada que, según el arquitecto, “jerarquizará mucho más al hotel”, aunque cuesta imaginar algo más “jerarquizante” que esa terraza...

“Se buscó rescatar el concepto del edificio cuando fue concebido, todos éstos son agregados posteriores, no muy bien logrados. Los vamos a eliminar aun a pérdida de espacio”, dijo Arcani.

Con respecto al mobiliario, ambos mencionaron que se recuperará lo que esté disponible. “Hay cosas guardadas en depósito. Hay tres contenedores de mobiliario, pero gran parte fue subastado. No hemos tomado posesión del mobiliario pero vamos a rescatar lo que pueda ser rescatado para devolverlo al hotel”, dijo Arcani.