En su dimensión de producto cultural, la arquitectura materializa tanto las sensibilidades como el potencial tecnológico de la época en que fue concebida. Así lo explica el decano de la Facultad de Arquitectura, Gustavo Scheps: “Es como una especie de signo que se va construyendo a lo largo del tiempo y que va acompañando las evoluciones culturales”.

Paseo de las estrellas

Cuando se hace referencia a la memoria, quizá una de las primeras ideas que surgen es la de recordar la dictadura. Sin embargo, el hecho de recuperar el pasado o de “mantenerlo vivo” también abarca otros asuntos. Tal es la idea del edil frenteamplista Marcelo Carrasco, quien ideó un proyecto que verá la luz en el mes de marzo. Lo bautizó “El paseo de los soles” y pretende mantener vivo el recuerdo de destacadas figuras uruguayas. Cuando lo presentó en 2005, propuso como primeros homenajeados a Idea Vilariño, Alcides Edgardo Ghiggia, Mario Benedetti, China Zorrilla y Lágrima Ríos. “Es algo del estilo de Hollywood”, dijo Carrasco; “pero no queríamos copiarle totalmente a Hollywod, así que, en vez de estrellas, pensamos en algo que nos representara y elegimos los soles de la bandera”.

La obra arquitectónica no es independiente de lo que la precede y se muestra activa sobre lo que va a venir. “En ese continuo que es la cultura, materializa una herencia”, resume el académico, para quien, a modo de consigna, se puede decir que la arquitectura es un soporte activo de la memoria. “El Palacio Legislativo es un edificio que se construye para dar una cierta imagen de institucionalidad, recurriendo a un estilo neoclásico, es un edificio pesado, que se impone por su masa: el mensaje es tratar de preservar determinada idea de democracia”, ejemplificó el decano. “Hay otros mensajes institucionales que son contemporáneos”, agregó, “como toda la obra renovadora que la institucionalidad uruguaya produce por los años 30”.

Según Scheps, esos edificios públicos podrían “dialogar” con sus contemporáneos europeos y, además, son exponentes de varios significados, “hablan de una institución joven, moderna, pujante, que se adhiere a la vanguardia. Las dos son arquitecturas que tratan de transmitir un mensaje; mensajes muy distintos, muy contrastantes; lo más curioso es que hoy en día ambos son obsoletos”.

Ladrillos que evocan

Al consultar sobre arquitecturas que tengan como fin explícito la búsqueda de la memoria, aparece como primer ejemplo al Memorial de los Detenidos Desaparecidos. Scheps dijo que esta obra, así como el Memorial al Holocausto del Pueblo Judío, son intervenciones urbanas que se plantean claramente el objetivo de “preservar determinado hecho y transmitir una situación, con una vigencia altamente perdurable”. En opinión del decano, logran esa meta “con muy alto nivel”.

El arquitecto Mariano Arana, quien fue intendente de Montevideo durante diez años, opinó que el Memorial de los Desaparecidos “consigue una armónica conjunción entre mensaje ético, convincente configuración plástica, además de una adecuada inserción geográfica y natural”. Lo describió así: “Un estrecho corredor a cielo abierto flanqueado, hacia uno de sus lados, por un espacio rectangular delimitado por un sencillo murete de borde; el corredor está constituido por dos ‘muros’ paralelos de igual longitud, confeccionados ambos por dobles láminas de cristal”.

Allí, como es sabido, están grabados los nombres de los uruguayos desaparecidos en la dictadura, al menos los que se conocían en el año 2001, cuando fue inaugurado el Memorial. “Para su lectura”, continuó Arana, “debemos internarnos en el recinto y comprobar que, mediante la simultaneidad de imágenes y diferenciadas focalizaciones visuales, cada uno de ellos sigue presente en nuestro ‘aquí’ y en nuestro ‘ahora’”. Es en ese momento que la memoria llega al presente. “Sutil y contenida forma de interpelar a nuestra conciencia”, concluyó el arquitecto.

En una charla que brindó en el predio del Memorial, Arana comentó, ante un ataque contra el monumento, que él preferiría no repararlo. El cristal fue roto por una pedrada, aunque no se conoce el origen ideológico de ese golpe, si es que lo hubo. Lejos del movimiento dadaísta de principios del siglo XX y de Marcel Duchamp, quien expuso un vidrio astillado “en gesto iconoclasta y provocativo”, Arana fundamentó su convicción en el hecho de que la pedrada se dirigió “contra una obra contestataria y testimonial, que procura mantener viva la memoria de un oprobioso pasado. Ese ataque podría ser también testimonio de una parte, al menos, de la población”.

En busca de los recuerdos

El trabajo Huellas de la represión, realizado por el Centro Municipal de Fotografía, logró identificar “centros de detención del autoritarismo y la dictadura (1968-1985)”. Entre la lista figuran varias cárceles, casas particulares, la escuela de Nurses Carlos Nery, la Escuela de Mecánicos de la Marina, batallones de Infantería, el Cilindro Municipal, la Prefectura del Puerto de Montevideo y la Isla de Flores. Ese informe establece que “se procura contribuir a la construcción de la memoria colectiva de la dictadura y sus años previos”.

El objetivo de “construir memoria” también aparece entre las metas de los vecinos de Canelones, que se proponen tener una plaza dedicada a la promoción de los derechos humanos. “Quienes poblamos la costa de Canelones estamos en plena construcción de nuestra memoria, de nuestra identidad, de nuestro sentido de pertenencia hacia este territorio, con sus calles, sus playas, sus plazas y su gente. Actualmente no existe en la Ciudad de la Costa un espacio dedicado a la vigencia de los derechos humanos”, expresaron los vecinos en un manifiesto.

La plaza será “una referencia viva para nuestra memoria colectiva”, según definen. Mediante un llamado abierto a concurso para artistas plásticos, los vecinos de Canelones se plantean concebir esta plaza “pensando en todo el universo de las víctimas del terrorismo de Estado ejercido por la dictadura cívico-militar: los peleadores heroicos que entregaron su vida, los que sufrieron años de encierro, los que resistieron al miedo y la violencia perpetrada desde el poder, los que defendieron sus ideales y lucharon por una sociedad justa”.

En el barrio de Punta de Rieles también hay un proyecto latente respecto a un espacio público para dedicarlo a la memoria, que involucra a la plaza ubicada en Camino Maldonado y Camino Guerra.

Lejos de la intención

La Plaza 1° de Mayo, ubicada frente al Palacio Legislativo, es una obra que podría asumirse como un espacio cargado de memoria. Sin embargo, el arquitecto que la ideó, Franco Comerci, dijo a la diaria que no fue creada con el fin de recordar. “Esa razón está incorporada pero no es mi motivo. A mí no me funciona, no me motoriza ponerme a recordar la lucha de Sacco y Vanzetti en Chicago; yo no llego a ninguna parte con eso”. Aun más: cree que una de las razones por las que ganó el concurso para diseñar la plaza fue “porque los demás proyectos eran ‘demasiado realsocialismo’. Estaban muy preocupados por su significación. Y la arquitectura significa, pero es arquitectura”.

Comerci sostuvo que la arquitectura da la posibilidad de hacer un manifiesto, pero que eso implica “limitar a la arquitectura de sus posibilidades de significación. Es un lugar que a mí no me resulta productivo, capaz que a otros sí”. Por ejemplo, dijo que si se construye “un puño cerrado saliendo de la tierra”, los significados de esa obra son algunos y otros no. “Quien esté dispuesto, que evoque”, concluyó. En ese sentido, el arquitecto sostuvo que su primera preocupación fue que se tratara de un lugar “para ser utilizado”. “A un chico que va allí con una patineta, creo que le va a importar poco Sacco y Vanzetti, y las reivindicaciones sociales de principios del siglo XX”.

A su entender, cualquier obra arquitectónica lleva implícita la memoria, pero no por esa razón debe expresarse de manera evidente. Contó que hay veces en que le preguntan por qué hay doce columnas en la plaza, si fueron ocho mártires. “Porque me gustan doce, porque la composición es mucho más sólida con doce que con ocho, porque mi intención no era ésa; porque si ésa hubiera sido mi intención, habría puesto un cartel grande que dijera ‘acá, cada columna representa’, pero no. Yo quería una plaza, no un monumento con plaza”, afirmó. “Mi preocupación era que la plaza estableciera determinadas relaciones para con la gente, que sirviera como ámbito cotidiano. Buscar esa relación única entre el objeto representado y el motivo que representa me parece que es una forma de bajar su capacidad de diálogo. La arquitectura siempre representa, lo quiera o no quien la haga”, concluyó.

Pasando raya

Según Mariano Arana “cada propuesta arquitectónica debería dar respuesta a requerimientos utilitarios o emblemáticos, utilizar apropiadamente la tecnología disponible para asegurar su mantenimiento, insertarse adecuadamente en su entorno e incidir en el contexto cultural de su tiempo, ya sea reafirmándolo o contraponiéndose a él”.

Arana destacó que hoy en día la arquitectura ofrece varios ejemplos “donde lo antiguo y lo nuevo se potencian y se enriquecen mutuamente”, como la transformación de la antigua Casa Mojana en Centro Cultural de España y la del ex Hotel Colón en la sede del BID. También listó los trabajos de recuperación completados mientras él fue intendente: la reforma del Teatro Solís, la transformación de la Quinta de Santos en Museo de la Memoria, la restauración y ampliación del Hotel del Prado, el reciclaje del ex cine Rex en la Sala Zitarrosa y la reconversión del ex Ministerio de Defensa en el Museo de Arte Precolombino e Indígena.

“La memoria puede conjugarse con el proyecto edilicio”, dijo, pero advirtió que “sería insensato pretender imponer lineamientos normativos inflexibles”. Y agregó: “Descarto que la única forma de rescatar la memoria sea adoptando un conservacionismo radical o plegándose a la minuciosa reconstrucción de las edificaciones primigenias”.