La llegada de cruceros a Uruguay creció significativamente en los últimos años. Los desembarcos aumentaron de 99 en la temporada 2005-2006 a 194 en 2009-2010. Este verano, algo más de la mitad de los arribos será en Punta del Este. Las estadías duran entre cinco y quince horas. Sólo en tres ocasiones a lo largo de la temporada un buque que pasará la noche en el este permanecerá un día y medio en Uruguay.
Los dos mil pasajeros del Infinity que llegaron el 31 de diciembre viajan en un tour de 14 días. Vienen de Puerto Madryn (Chubut) y en diez horas partirán hacia Punta del Este. Algunos descienden mapa en mano, resueltos a conocer la ciudad por sus medios. Hay quienes son conducidos directamente desde el puerto a tiendas de prendas de cuero. Otros eligen un tour con guía, en ómnibus o en camionetas para una decena de pasajeros. Ésta es la opción de dos familias mexicanas de Saltillo (400 km al sur de Texas): dos matrimonios con niños y adolescentes, una abuela y otra señora “que es como de la familia”. Cálidos, tolerantes con el fotógrafo, un poco aletargados a causa del viaje y el calor, hacen lo posible por moverse juntos en ese grupo heterogéneo de tres generaciones. Saben muy poco de Uruguay. Las dos señoras mayores conocen a Benedetti por su poesía y lamentan su reciente fallecimiento.
La guía faltó, así que el chofer intentará sustituirla confiado en que de tanto escucharla sabrá cómo hacerlo. El 31 no es un buen día. El Solís está cerrado por el semiferiado o por el conflicto de ADEOM y lo mismo ocurre en el Palacio Legislativo. El tour de tres horas comprende entonces Iglesia y Plaza Matriz, Plaza Independencia, el monumento a la diligencia en el Prado, pasaje frente a la casa de Vázquez y a la residencia de Suárez, Iglesia de las Carmelitas (también cerrada), monumento a los últimos charrúas, monumento a la carreta en Parque Batlle, Estadio Centenario (donde nadie se interesó en tomarse una foto al pie del bronce que lo señala como monumento del fútbol), una vista de la playa del Buceo desde lo alto del bulevar Batlle y Ordóñez y vuelta por la rambla hasta el Mercado del Puerto. Hubo tiempo para visitar una tienda de artículos de cuero y otra de prendas de lana. Frente a las casas presidenciales uno de los hombres se sorprende ante la aparente ausencia de guardia. En el mercado el chofer se pone a disposición para la tarde cuando, a juzgar por algunas consultas y la ausencia de otras ofertas, el destino será un shopping. Antes de despedirse recomienda almorzar temprano porque en un rato el lugar se colmará de festejantes findeañeros. Dudo, prejuiciosamente, que la farra que se avecina asuste a mexicanos del norte. O quizás sí y ésa sea la impresión más vívida de su breve pasaje por Montevideo.