Antes que ellos, al Parlamento arribaron los invitados especiales y los legisladores. Uno de los primeros en ser reconocido por el público fue el ecuatoriano Rafael Correa, que debió subir la escalera con muletas, debido a su reciente operación en una rodilla. Previo a su ingreso saludó hacia donde se encontraban los espectadores, desde donde se escuchaban gritos como "Rafa, Rafa", en busca de que el mandatario ecuatoriano saludara para las fotos.

Cuatro minutos más tarde, a las 13.26, arribó el presidente de Paraguay, Fernando Lugo. Minutos después le tocó el turno al príncipe Felipe de Borbón, fuertemente aplaudido, que dejó en evidencia su estatura en comparación con la custodia que rodeaba la escalera del palacio. Más aplaudido aún fue el venezolano Hugo Chávez, quien se bajó del auto mucho más acompañado que los demás mandatarios. Pero quien se llevó el máximo nivel en el aplausómetro, sin contar en este ranking a Mujica y Astori, fue el boliviano Evo Morales.

Poco antes que Morales y Chávez habían entrado en escena, junto al comité de recepción, la presidenta de la Cámara de Representantes, Ivonne Passada, junto a la presidenta del senado, Lucía Topolansky, lo que advertía que la formula presidencial se acercaba, algo que ocurrió a las 14.00. La fórmula ganadora en las elecciones ascendió la escalinata y, antes de perderse en los interiores del Palacio, saludó al público. Poco después llegaron el brasileño Lula Da Silva y la canciller estadounidense Hillary Clinton, pero para ese entonces los ojos del Uruguay y del mundo ya estaban en lo que ocurría puertas adentro.

Esperando el Pepemóvil

Los militantes y las personas congregadas en los alrededores del Parlamento siguieron el discurso por radio, mientras que aquellas que estaban por Libertador, e incluso por 18 de Julio, pudieron verlo por pantallas colocadas a lo largo del recorrido que luego harían Mujica y Astori. En su mayoría, lo hicieron en silencio o con cánticos aislados. En cambio, los aplausos estallaron en cuatro momentos: ante las expresiones de Mujica cuando tras dar fidelidad al mando le dedicó un “mi querida Lucía” a su esposa, que estaba ubicada al lado suyo, cuando proclamó “Mercosur hasta la muerte”, y cuando dijo “este gobierno no lo ganamos, en parte lo heredamos”.

El último fue al cierre, tras lo cual unos 700 militantes identificados con camisetas que decían “Cambio de mando 2010” conformaron una cadena humana a modo de seguridad. “La comisión de organización del FA definió que así se hiciera para que no haya tanta presencia policial”, comentó uno de los militantes a la diaria. Primero salieron las delegaciones extranjeras. La dinámica era la siguiente: los coches estacionaban frente a la puerta principal del Palacio, retiraban a los mandatarios y los conducían por Circunvalación Avenida de las Leyes pasando por delante de la multitud que aguardaba detrás del vallado. Lugo, Lula y Correa fueron los más aplaudidos.

Por la misma puerta que los presidentes latinoamericanos salió el ex presidente Julio María Sanguinetti. La prensa internacional esperaba saber “qué le grita la gente”. En cambio, cuando el encuentro se produjo la militancia frenteamplista hizo un silencio que mantuvo hasta que el auto se hubo alejado, momento en que los cánticos se retomaron. “El silencio dice más cosas”, reflexionó un periodista argentino. Mujica y Astori salieron finalmente acompañados de Lucía y Passada. Ellos subieron en la parte trasera de la camioneta ecológica, que comenzó a circular por Libertador hasta Río Negro y 18 de Julio. La cadena humana intentaba impedir que las personas se acercaran.

El interés principal era poder tomarles una foto. Muchos con las ceibalitas de sus hijos. “Mirá, mamá. Ése es un niño de los que Vázquez le dio una computara. Mirá”, reclamaba insistente y tenaz un niño. En un momento, como de la nada, apareció rodeando el Pepemóvil Daniel Martínez, que regalaba abrazos y saludos con los brazos en altos. Pero así como apareció en escena, uno de los eslabones de la cadena humana lo llamó al orden apartándolo de la gente. Al llegar a la plaza del Entrevero, Mujica continuó camino a pie. “Lo vi bajar, al lado mío”, celebraba una señora. Todo el camino se tiñó de rojo, azul y blanco pero no sólo había banderas frenteamplistas y uruguayas. También las hubo de Paraguay, Cuba, Palestina, la Unión Soviética, de la comunidad de gays y lesbianas, de Nacional, Peñarol e, incluso, se pudo ver alguna del Partido Nacional o de Pedro Bordaberry que colgaban de los más altos apartamentos de algunos pocos edificios de la calle Libertador. A eso hubo que sumarles las manos naranjas de la salud reproductiva, que esta vez decían: “Aborto legal 2010 Uruguay”.