El MNHN está situado en la Ciudad Vieja de Montevideo, en la calle 25 de Mayo 582. Está allí de paso, empacando en cajas frascos y material de todo tipo para concretar su mudanza antes de fin de año, hacia el Mercado Central. Se encuentra en la sede actual desde 2006, luego de una infructuosa estadía en una casa-depósito de la librería Barreiro y Ramos, a donde fue a parar en el año 2000 cuando abandonó su histórica sede en el ala oeste del Teatro Solís. Esta vez se muda a un local estatal. Se espera que sea duradero y que al fin pueda volver a exponer su material.

El MNHN está bajo la órbita del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), dentro de la Dirección de Innovación, Ciencia y Tecnología para el Desarrollo.

Colección

la diaria recorrió las instalaciones con la guía de su director, Víctor Scarabino, del curador asociado, Fabrizio Scarabino, y de dos investigadores, Álvaro Soutullo y Álvar Carranza.

Las colecciones abarcan, entre otros, botánica, entomología (estudio de los insectos), mastozoología (de mamíferos), malacología (de moluscos) e invertebrados. La cuantificación es genérica: se habla de 400.000 lotes. Cuenta además con una vasta biblioteca -el archivo científico más importante del país- y con un espacio de geología.

“Es una gigantesca base de datos de nuestro patrimonio natural”, dijeron los entrevistados. “Es algo así como si todos los años tuvieras una maqueta de la biodiversidad del país. Es incompleta pero describe una serie de sitios de Uruguay en términos de biodiversidad, especies, ecosistemas y paisajes, porque cada animal o planta que colectás está asociada con un montón de información. Sabés con qué se capturó, hacés una descripción del lugar, del clima, y podés volver cien años después para ver cómo era la fauna de tal arroyo a principios del siglo XX, cómo es hoy o qué se perdió”, graficó Soutullo.

El MNHN uruguayo surgió varias décadas antes que otros similares, como el de Nueva York y Washington DC. Por los ejemplares que reúne, continúa siendo actualmente un lugar de referencia para científicos de otras partes del mundo. En este sentido, Fabrizio Scarabino explicó: “Hay especies que están distribuidas en gran parte de Sudamérica y fueron descriptas por primera vez acá en el museo, entonces cualquier persona que quiera estudiar esa especie cae acá y nosotros tenemos una responsabilidad a nivel sudamericano o mundial, porque tenemos esos ejemplares de referencia”.

Consultados sobre quiénes amplían y utilizan las colecciones, indicaron que los aportes son múltiples: “Investigadores del exterior que visitan las colecciones y encuentran, por ejemplo, una cantidad de especies nuevas para Uruguay y para la ciencia; investigadores nacionales de otras instituciones; investigadores propios del museo que con campañas asociadas a otras instituciones o financiados por el museo salen y hacen un relevamiento”.

Investigación y educación

La conservación y generación de colecciones, la investigación y educación son los principales ejes de acción del MNHN.

Víctor Scarabino señaló que “el museo tiene seis técnicos [cuenta además con funcionarios administrativos] y más de 60 colaboradores de todo nivel, desde estudiantes que recién están comenzando, naturalistas asociados y gente a la que simplemente le interesa la naturaleza y colabora sin hacer investigación hasta investigadores muy reconocidos, docentes grado cinco de facultad, que hacen publicaciones sobre la base del material del museo”.

Los entrevistados afirmaron que “una de las grandes necesidades pasa por contratar investigadores en el museo. Si bien hay varios vinculados, está la necesidad de tener personal propio rentado, como tiene el [Instituto de Investigaciones Biológicas] Clemente Estable, que cuenta con personal técnico y científico”. A excepción del director, el resto de los entrevistados eran colaboradores honorarios.

Fabrizio Scarabino indicó que “los museos que no realizan investigación están condenados a estar bastante anquilosados, porque no hay dinamismo, no hay actualización, por más que sean exposiciones muy bonitas, muy atractivas, es necesario que esté la investigación atrás, si no son depósitos”.

A modo de ejemplo, señalaron el del roedor gigante, que está alojado en el MNHN y tuvo una repercusión mediática hace un par de años. Si bien los restos del roedor estaban en el museo desde décadas atrás, en 2008 fue descripto por investigadores y presentado a la comunidad, cosa que no se había hecho antes por falta de personal.

Respecto de la función de educación, Soutullo explicó que ésta implica “la formación de profesionales a nivel de grado y de posgrado, y la divulgación, la popularización de la información”.

En menos de un mes saldrá un material de difusión por intermedió del Plan Ceibal, y se prepara un álbum de flora y fauna del Uruguay que incluye más de trescientas fichas, en conjunto con el Museo Nacional de Antropología y la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información (Agesic). También con la Agesic, se está trabajando en la digitalización de todas las colecciones.

Gestión de recursos

Los entrevistados señalaron que otra función básica del museo es “la generación de información de biodiversidad que sirva para la gestión de los recursos naturales”. Soutullo explicó que “los registros de las colecciones fueron la base de la información para el diseño del Sistema Nacional de Áreas Protegidas”, junto con las colecciones del Jardín Botánico y de la Facultad de Agronomía para el caso de plantas. “Lo que se hizo fue revisar todos los sitios donde alguna vez se había colectado un individuo de las especies que queríamos proteger dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Con eso se hicieron mapas de su distribución en el país y, a partir de superponer esos mapas, se identificó cuáles eran los sitios que deberíamos proteger”, dijo Soutullo.

Asimismo el investigador resaltó la importancia de tener en cuenta esta información para proyectarse hacia el futuro, como el problema del cambio climático: “Está el tema de lo que son cambios en la distribución, de especies animales o de plantas, y en particular las que son vectores de enfermedades. Si querés modelar esa distribución, si querés predecir dónde van a estar dados los cambios en las temperaturas, en las precipitaciones, lo que usás para esos modelos son los registros históricos”.

Señalaron que el museo puede aportar en “la línea de enfermedades transmitidas por animales silvestres, también para el tema de evaluaciones de impacto ambiental, para los planes de ordenamiento territorial, de ordenamiento pesquero”. La información de base termina estando acá”, sostuvieron.

Nueva era

Fabrizio Scarabino contó que hubo una época “en que Uruguay realmente tenía impacto en el conocimiento de la fauna del resto de Sudamérica; en los años 50 y 60, por el estado de desarrollo incipiente de la zoología y de la botánica, había gente muy destacada”. Los entrevistados explicaron que a partir de la dictadura (1973-1985) el museo vivió un alejamiento de las instituciones científicas del país, y que generaciones enteras de biólogos no tuvieron vinculación con el MNHN.

La tendencia parece revertirse desde hace una par de años. “Ahora está en plena ebullición, con un montón de gente que tiene ganas de venir a aprender acá, a investigar”. El equipo del MNHN elaboró una propuesta presupuestal para el próximo quinquenio. Conscientes de que los recursos no abundan, aspiran a que el MEC cubra la mitad del presupuesto que estiman necesario y a que la otra mitad sea gestionada con fondos privados.