El asentamiento se conformó en torno a la octava torre de alta tensión de UTE, hace aproximadamente diez años. Se ubica entre los límites de Francisco Lecocq, Antonio Rubio, Servidumbre y el arroyo Pantanoso; está próximo a la planta de ANCAP de La Tablada, dentro del área del Centro Comunal Zonal 12.
De acuerdo a un censo elaborado por la comisión de vecinos, formada en enero del corriente año, en el lugar hay afincadas 109 familias. El número de niños por hogar comúnmente va de tres a siete hijos, y en muchos casos están a cargo de las madres, únicamente.
Allí no hay calles, apenas unos caminos de mayor o menor anchura, y en su gran mayoría con grandes áreas inundadas. Las casas son de costanero, de chapa y hay algunas de bloques. Exceptuando las casas, lo único que hay son almacenes. Impresionan los tendidos “caseros” de cables de energía eléctrica, armados y sostenidos en condiciones de riesgo total. Impactan también los tendales de ropa de niños en las cuerdas, repletas después de un par de días de lluvia.
Nada por ahora
Torre 8 se encuentra en un terreno de propiedad privada, y éste es el primer obstáculo para la intervención departamental. Daniel Abreu, secretario de la Junta Local del Zonal 12, explicó a la diaria que “son predios privados, hemos llevado algo de balasto o de material de rechazo de la planta asfáltica, pero tenemos que dejarlo generalmente a la entrada. Legalmente es un predio privado, no podemos ingresar porque es como que entráramos a hacer determinada acción a una vivienda particular”.
Abreu indicó que “en los últimos meses los dueños del predio iniciaron actuaciones, manifestando su intención de venderlo a la intendencia, pero la opinión del equipo técnico del comunal es negativa a que vivan bajo las torres de alta tensión”. El jerarca reconoció que “desde el comunal se ha podido hacer muy poca cosa” y agregó que “no se ha podido entrar con vehículos ni hacer ningún tipo de caminería, tampoco hay intención, ni la hubo nunca desde el comunal, de consolidar este asentamiento, debe hacerse un realojo a otro sitio, pero escapa a las posibilidades del comunal. Para eso está el Ministerio de Vivienda con el PIAI (Programa de Integración de Asentamientos Irregulares) y nosotros tenemos también el PIAI municipal, que coordina las acciones con el Ministerio de Vivienda”.
Sin embargo, Fernando Cabezudo, coordinador general del PIAI explicó a la diaria que no es competencia de ellos (a nivel de ministerio ni de intendencia) porque éste sólo interviene en tierras públicas, y porque el programa no realiza realojos.
Por su parte, el titular de la Dirección Nacional de Vivienda, Américo Rocco, cuestionó por qué hablar de Torre 8 “cuando hay por lo menos decenas de situaciones más complicadas”. Respecto al Plan de Impacto Habitacional, Rocco dijo que depende de Presidencia de la República y que “ellos están planteándose unas acciones piloto para esta segunda parte del año y han elegido algunos lugares, Torre 8 no figura”.
Identificó el tema de la propiedad como un impedimento para la intervención. Aclaró que “hay normativa que permitiría actuar en predios privados por razones de salubridad pública. Ya se han concretado realojos desde un predio privado. Uno no puede actuar en tierras privadas, pero sí puede organizar un programa con la gente que esté allí y realojarla en otro lado”.
La comisión de vecinos formada en enero de 2010 para concretar el realojo, realizó un relevamiento de terrenos baldíos de la zona, para que los organismos estatales estudien las posibilidades de concretar el traslado. El trabajo de la comisión está siendo apoyado por una concejala del CCZ 12, y por integrantes del proyecto “Centro de Formación Popular del Oeste de Montevideo”, del Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio de la Universidad de la República. Hasta ahora, los organismos no participan de estas reuniones.
La postura mayoritaria de los habitantes del asentamiento es proclive al realojo, pero también hay un porcentaje que no lo quiere, porque tiene una casa construida con material, en la que han invertido dinero que no quieren perder.
Complicaciones sanitarias
Abreu afirmó que de todos los asentamientos irregulares que hay dentro del CCZ 12, el de Torre 8 es “de los más complicados desde el punto de vista social”. La influencia de las torres de alta tensión vuelve a la zona inapropiada para el hábitat porque genera efectos cancerígenos.
Asimismo hay plomo en algunas partes del terreno. Ana López, concejala del CCZ 12, quien está trabajando con vecinos del asentamiento en la organización barrial, explicó a la diaria que los estudios de plombemia indicaron que más del 50% de los niños tiene plomo en la sangre, y que muchos tienen valores en el entorno de los 5 miligramos por decilitro (mg/dl) de sangre, pero que hay casos que rondan los 30 y 40 mg/dl. Tal como consigna el suplemento “Ecología” de la diaria, publicado el pasado viernes 4 de junio, si bien la Organización Mundial de la Salud sostiene que el nivel de riesgo es a partir de 10 mg/dl, está comprobado que “con 5 mg/dl hay riesgos de efectos adversos en la salud de los niños pequeños”.
La Intendencia de Montevideo realizó estudios para evaluar la presencia de plomo en la tierra. Abreu explicó que “el laboratorio ambiental de la intendencia sacó muestras del suelo y los resultados hasta ahora dieron negativos. Es muy difícil que haya plomo en esos terrenos porque antes eran viñedos, no es que ahí estuviera instalada una fábrica de baterías, por ejemplo. Pero también puede ser que como muchos de ellos son recicladores y llevan materiales, de repente en los lugares donde los prenden fuego para sacar los metales, capaz que específicamente en ese sitio sí puede haber”. La concejala señaló algo similar, indicando que hay plomo en los terrenos donde se han quemado cables (para extraer el cobre y venderlo), pero que “también hay niños con plomo, que no viven en los lugares donde se hacían quemas”.
Wilmar, padre de tres hijos, mostró a la diaria el control realizado en el hospital Pereira Rossell a su niño de 1 año y 5 meses, donde muestra que tiene 40,3 mg/dl, y relató que sus otros dos hijos tienen 30 y 20 mg/dl. “Cuando llueve, el barro queda como verde, como fermentado. Vinieron muchos canales acá, los políticos vienen y prometen cosas, que van a sacar a la gente pero la gente sigue acá. ¿Qué están esperando, que un gurí se muera?”.
El tema del saneamiento también es una problemática acuciante. No ingresa la barométrica de la intendencia y los vecinos deben pagar servicios privados: “pagamos pero se nos llena enseguida, porque viene toda el agua de la esquina, del desagüe y termina en el pozo negro, entonces no podemos pagar todos los meses 300 y pico de pesos”, relató una vecina. El agua estancada se convierte así en un foco infeccioso constante.
Los vecinos -y también la concejala- relataron que los niños padecen problemáticas de forúnculos, parasitosis y problemas de asma y bronquitis, en buena medida por las condiciones de humedad, frío y mala alimentación.
Complicaciones cotidianas
El barrio está situado en un bajo, el ómnibus más cercano pasa por camino Lecocq, ubicado a unas seis cuadras. A partir de allí, se encuentran las instituciones educativas y sanitarias.
La mayoría de los niños concurre a las escuelas de los barrios próximos. Los más chicos van al CAIF de la zona, o al club de niños de la organización no gubernamental Solidaridad con comunidades Desalojadas (Socode), aunque debido a la demanda, no hay cupos para todos. Las madres relatan que de lunes a viernes los niños tienen cubierta parte de su alimentación en la escuela, y que los sábados van al merendero organizado por la Iglesia Anglicana. “Cuando está lindo los misioneros se los llevan a un campito, ahí toman leche, comen pan con dulce de membrillo, bailan y juegan; y cuando llueve, que los niños no pueden salir, ellos llegan hasta acá con la merienda”.
Contaron que solicitaron a la Junta Local que donara leche para armar un merendero los domingos, pero si bien hace más de cuatro meses que la Junta aprobó la donación, hasta el momento no se ha concretado el envío. Más de un vecino afirmó que hay días en que no tienen nada para alimentarse. Muchos tienen la canasta de INDA, pero ésta no alcanza.
También resultan lejanos los centros de salud. Los habitantes de Torre 8 con los que dialogó la diaria afirmaron que allí no ingresan las ambulancias durante la noche, y explicaron que “los niños se atacan del pecho a la noche”. “Si te pasa algo con algún chiquilín acá en la zona tenés que trasladarte hasta el Saint Bois, pero tenés que caminar 30, 40 cuadras y con un niño con fiebre, que se te ahoga con tos, te pasa algo, ¿qué hacés?”. Problemas cotidianos de éste y de los cientos de asentamientos que hay en nuestro país. Problemas de hoy, que lamentablemente, serán peores mañana.