Para el economista Pablo Moya, de la consultora Oikos, la variación del tipo de cambio registrada en las últimas semanas ha implicado un cambio al alza en las expectativas de inflación, debido al aumento en el precio de los bienes importados. “El gobierno manifestó que es de interés mantener un tipo de cambio competitivo y eso va a impactar sobre los precios de la economía”, evaluó.

Pese a ello, interpretó que el incremento “no sería importante” y “no llegaría a estar cerca del fatídico 10%”, aunque “tampoco se ubicaría dentro del rango objetivo fijado por el BCU”.

Asimismo, negó que exista un sobrecalentamiento de la economía, ya que “no estamos frente a un crecimiento que sea desmedido y genere una demanda que provoque un incremento muy importante de los precios”. Por su parte, el economista Jorge Caumont indicó que la inflación “está estabilizada, un poco por encima del rango objetivo”, y consideró que no existen grandes presiones para que se incremente. No obstante, sostuvo que hay dos elementos que podrían cambiar esta situación: “Que el dólar continúe apreciándose”, y que “los acuerdos salariales que surjan de la nueva ronda de negociación sean demasiado elevados y generen más presiones”.

Caumont opinó que existe en teoría una tercera posibilidad, aunque la está “dejando de lado”: que “el propio nivel de actividad genere las presiones alcistas”. La descarta “porque la evolución de la economía vuelve a un aumento más normal y no tan extraordinario” como en 2003-2008.

Respecto a la incidencia que podría tener la apreciación de la moneda estadounidense, el experto prevé que “no habrá grandes cambios y el dólar se va a mantener estable”, por lo cual “no generará presiones inflacionarias excesivas”.

Además, opinó que si estas presiones aumentaran, el gobierno “actuaría como lo hizo en 2007, posponiendo aumentos de tarifas o incluso reduciéndolas”.

La economista Florencia Carriquiry, de Deloitte, coincidió respecto a que la inflación “está marcando cierta estabilidad, ubicándose algo por encima del 7% del objetivo del gobierno”. Asimismo, indicó que la inflación subyacente (la referida a los bienes y servicios cuyos precios son menos volátiles, que se usa para medir tendencias de mediano plazo) “se estabilizó en el entorno del 6%”, mientras que los precios administrados fueron los que “llevaron la inflación arriba del 7%, debido a ajustes que se habían postergado en su momento” (servicios públicos).

Teniendo en cuenta estos elementos, Deloitte proyecta un aumento de precios de 6,6% este año y de 6,5% el próximo. En ese sentido, dijo que “este año se cerraría dentro del objetivo del BCU”, de entre 3% y 7%, pero que en el escenario a 18 meses “difícilmente se llegue al rango de entre 4% y 6%”, proyectado a junio de 2014.

La experta evaluó que “es muy apresurado decir que la economía está sobrecalentada”, ya que “está creciendo con fuerza, pero no de forma desmedida”. Explicó, respecto al incremento de precios en el primer trimestre, que hay una fuerte incidencia de la generación de energía, para la cual se debió apelar en proporción importante a la fuente térmica de enero a marzo de 2009, encareciendo su costo, y que en los primeros tres meses de este año se volvió a basar en fuente hidráulica, abaratándolo. “Sin este componente, el crecimiento se muestra como más sostenible, ubicándose en el primer trimestre en el entorno del 1%, lo que hace un 4% anual”, señaló, reiterando que “por el momento no hay sobrecalentamiento”.

As bajo la manga

Desde el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, Alejandra Picco destacó que “la evolución de los precios se ubicó por encima del rango objetivo, y las expectativas de los agentes para los próximos 18 meses marcan lo mismo”. Asimismo, coincidió en que la apreciación del tipo de cambio podría generar más presiones, y apuntó que “no se están dando señales claras [desde el gobierno] acerca de cuál será la política económica”. No obstante, aseguró que “no estamos hablando de tasas de crecimiento descabelladas”, pero marcó que desde el punto de vista de los trabajadores preocupa que las expectativas de los agentes sean superiores a las del gobierno, dado que es a partir de las segundas que se van a realizar los ajustes salariales.

Picco descartó la posibilidad de que se llegue a una inflación de dos dígitos, en el entendido de que el gobierno “tiene otras políticas, de corte fiscal, que se pueden aplicar, como reducir tarifas o mantenerlas”. “No estamos cerca de que eso suceda, el objetivo más claro del gobierno es evitar el 10% y no tanto que [el alza de precios] se ubique dentro del rango” previsto, comentó.

También negó la posibilidad de que se generen presiones adicionales sobre los precios por un exceso de crecimiento de la actividad económica, interpretando que “es apresurado pensar en algo así”.

Por su parte, la coordinadora del Área de Coyuntura del Instituto de Economía, Gabriela Mordecki, evaluó que se pueden detectar ciertas presiones al alza de precios, pero también descartó que se vaya a llegar a niveles cercanos a los dos dígitos. La inflación “no estaría dentro del rango objetivo, pero tampoco subiría por encima de 10%”, dijo. Además, coincidió respecto a que el gobierno podría utilizar instrumentos fiscales para evitar que ello ocurra.

Mordecki también prevé que el aumento de la cotización del dólar generará un impulso al alza sobre el IPC, por el encarecimiento de los “electrodomésticos, automóviles, excursiones, productos importados y bienes transables como la carne, entre otros”.