En la memoria colectiva

En la ronda de anécdotas varios pobladores de Isla Patrulla recordaron a Chilo Machado. “Era de esos peluqueros con los que había que tener mucha paciencia. Si andaba apurado y quería cortarse el pelo, mejor no ir. Quien llegaba al lugar sabía que debía esperar, pues hacía un cuento o se ponía a tocar la guitarra. Cierta vez un cliente que hacía rato que aguardaba para ser atendido le dijo: ‘¿Me vas a cortar el pelo o me voy? ¿Qué estás esperando?’. El Chilo lo mira y contesta: ‘Estoy esperando a ver si te crece un poco más la barba’”, recordó Casiano, habitante del lugar. También habló de Jubelino: “Un día estaba para arreglar unas tablas en su casa y no encontraba su martillo, para matizar la búsqueda resuelve servirse una caña, llena el vaso y en ese momento empina el trago, alza la mirada y encuentra el martillo sobre la repisa”. A partir de ese momento Jubelino adoptó la frase: “Si será buena esta caña que sirve hasta para encontrar martillos”.

El trabajo se enmarca en la iniciativa “Orgullo local” del proyecto global “Cosas de Pueblo”. La tarea desarrollada culminó con la publicación Isla Patrulla: una patria chica, cuyos autores son Juan Pablo Bonetti y Dinora Gadea e involucró a los vecinos de Isla Patrulla.

Para hacer realidad el libro y saber más sobre la historia del lugar, los responsables del proyecto recurrieron al testimonio de quienes vivieron desde las primeras décadas de 1900. Los relatos estuvieron a cargo de ex alumnos de la escuela Nº 3, nacidos en 1915, dos años después de la fundación de la villa; también se recogieron testimonios de habitantes nacidos tiempo después.

Para reunir más información sobre la pequeña localidad de Treinta y Tres, fueron consultadas publicaciones locales y libros de historia.

Tal como establece el texto, Uruguay se pobló después de sucesivos levantamientos revolucionarios, el exterminio de la población aborigen y las corrientes migratorias. Teniendo en cuenta los apellidos y rasgos físicos de quienes pueblan Isla Patrulla, “es posible afirmar que existe descendencia de las corrientes migratorias europeas, los primeros criollos, de indígenas sobrevivientes (¿guaraníes?), de afrodescendientes que poblaron el lugar, de luso-brasileños que ocuparon tempranamente campos en la zona y del mestizaje que se fue dando entre todos ellos”.

La versión menos difundida sobre el origen del nombre Isla Patrulla refiere a “Un casal de indígenas que vivían en forma salvaje frente a la casa de los Goyenola, cruzando el camino sobre la Cuchilla de los Ladrones, entre una gran manguera de piedra y un monte natural, en una isla de árboles autóctonos: ombúes, higuerones y coronillas”.

Los autores mencionan otras versiones sobre el origen del nombre, pero todas parecen concordar en que la denominación surge de una isla de monte. Las diferencias surgen al momento de mencionar las especies que lo constituyen.

Isla Patrulla en el presente

“Si se ingresa desde Treinta y Tres, el cementerio anuncia las proximidades del poblado y unos metros más adelante el cartel sentencia: ‘Bienvenidos a Patria Chica Isla Patrulla’. […] se distingue el edificio de la comisaría, más adelante un tanque de agua y la escuela. A un costado el local escolar, viviendas de MEVIR (ocupadas por sus pobladores) miran a las otras en construcción (también de MEVIR) y a la oficina de Antel. Cercano al final un edificio que fuera iglesia de los mormones (transformado en policlínica) […] Un almacén y un bar señalan las cercanías del final del poblado. Frente a ese comercio se ubican: la Agremiación Rural, un local de feria y un par de viviendas más. De inmediato, ruta y serranías… para hipnotizar el alma”, describen en Isla Patrulla: una patria chica.

De acuerdo con la información que brindan los censos a lo largo de la historia, es posible percibir la disminución de los habitantes: en 1963 contabilizaron 324 personas, mientras que en 1996 fueron 200.

En la zona priman pequeños y medianos productores rurales, peones, trabajadores de la forestación, empleados públicos, comerciantes, jubilados y quienes viven de diversas zafras.

“La entidad educativa parece ser el centro de reunión más importante en la zona”, aunque los alumnos no son más de 50, y sólo tres docentes imparten clases.

“El horario de entrada y salida de la escuela sacude al lugar, es uno de los momentos de mayor flujo de pobladores. Los días de pago (jubilaciones, asignaciones y pensiones) un desfile de gente se moviliza rumbo al salón comunal. Como acto de magia y luego de un par de horas, las viviendas van tragando a sus pobladores y la Isla se manda a silencio”, se relata en la publicación.

El centro social por excelencia es el salón comunal; los eventos más esperados por los pobladores son las fiestas de la escuela y de la comisaría. En el pueblo no existe equipo de fútbol, ni se realizan actividades deportivas organizadas. Tampoco se registran organizaciones colectivas (sociales, deportivas o culturales) que identifiquen a todos los pobladores.

“La adolescencia (como etapa) es difícil de percibir. Quienes ocupan dicha franja etaria salen con prontitud al mercado laboral (zafra, domadores, cuidado de caballos, vareadores, ayuda en tareas domésticas). El lugar más cercano para continuar estudios después de la escuela es la capital departamental de alternancia en Santa Clara, demasiados kilómetros para quienes el estudio no obra como alternativa real de mejoramiento social”.

Recuperar la historia

Juan Pablo Bonetti, además de ser responsable de compaginar la información en el libro, vivió de cerca el proceso de integración de los habitantes de Isla Patrulla. En conversación con la diaria destacó que lo más importante fue el involucramiento de los vecinos del lugar, quienes aportaron fotos y contaron a voz viva sus recuerdos; enfatizó que se trata de una realidad que se repite en distintos rincones del país. “Isla Patrulla es un ejemplo de una realidad, hay montón de poblaciones del campo de nuestro país que se han ido vaciando”, manifestó.

En su opinión, iniciativas como la llevada a cabo en Isla Patrulla o en Pueblo Valentines -donde se hizo una experiencia similar- demuestran “que no te tenés que venir a la gran ciudad para vos poder ser”. A partir de la acción desarrollada en Isla Patrulla los vecinos quedaron vinculados y están conformando una comisión de vecinos, “que hacía años el lugar no tenía”, expresó Bonetti. Desde Uruguay Integra promueven que la comuna de Treinta y Tres u otro organismo estatal continúe la tarea. “Recién ahora llegás a un nivel de confianza en el que podés realizar o desarrollar una acción de mayor alcance”, concluyó.