-¿Por qué Ediciones Dani en Argentina?
-Había una urgencia de reeditar Miss Tacuarembó allá por el éxito que tuvo la película y quería probar cómo sería jugármela a tener mi propia editorial. Siempre tuve un sueño de artista independiente, que generalmente es el primer paso: muchos artistas se dan a conocer porque ellos mismos se publican sus cosas. Pero yo nunca tuve plata para hacerlo, siempre dependí de que alguna editorial o sello se interesara. Este emprendimiento -que llevo adelante con mi agente, Damián Ríos, y con otro escritor amigo, Mariano Blatt- en un principio va a estar dedicado a lanzar sólo mis libros, porque prefiero asumir el riesgo con mi propia producción. Por otro lado, publiqué Miss Tacuarembó en Uruguay por Editorial Planeta y estoy contento porque tiene una distribución muy amplia y me tratan muy bien. Es más, ya arreglamos para editar mi próxima novela.
-Tenés tres novelas: Aún soltera, Sólo te quiero como amigo y Miss Tacuarembó. ¿Por qué no habías podido editarlas en Uruguay hasta ahora?
-Empecé a publicar en Argentina porque fue donde estuvo primero el interés en mi trabajo. Con Miss Tacuarembó creí ilusamente que me iban a querer publicar acá porque en su momento ganó un primer premio en un concurso de literatura que hacía la revista Posdata, pero a nadie le interesó.
-¿Por qué pensás que te fue más fácil lograrlo fuera del país?
-Es raro, porque a pesar de que vivo en Montevideo, eso me fue más difícil. De todas formas, no tengo el parámetro de que hay que ir afuera para triunfar. Hice cosas allá, pero voy y vengo, no tengo intenciones de mudarme. Además, gracias a internet el afuera y el adentro es relativo. Creo que hay que abrirse, en todo sentido. Hace unos años me cuestioné si tenía que cerrarme en un solo ámbito de creación -sea la música, la literatura o las artes visuales- y concluí que disfruto mucho de lo inestable, del caos, me da una especie de seguridad y me genera una linda adrenalina.
-¿No es peligroso mantener eso durante mucho tiempo?
-Sí, porque de tanta cosa uno siente que no hizo nada. Nunca pude abandonar la dinámica de estudiante del interior, siempre estoy de paso. La cama me la compré recién hace un mes, hasta ahora tenía el colchón en el piso. Ese tipo de cosas me generaban pavor, porque simbolizaban el estar fijo en un lugar, hasta que me di cuenta de que eso también es relativo, porque son sólo cosas. Me siento y pienso que no tengo muchas cosas materiales, pero he ganado otras, menos tradicionales, que no son las que le importan a mi familia.
-¿Cómo surgió la idea de hacer Iumpi en Urbana FM?
-Me convocaron para participar en Talk and pop, que es un programa largo dividido en tres segmentos: uno conducido por mí y los otros por Manuela da Silveira (Causas perdidas) y Martín Buscaglia (La hora del té). Mi segmento va a las cuatro de la tarde. Es un programa de pop y electro pop, con novedades musicales y entrevistas. Creo que la idea de la radio está dando mucho resultado, sé que cuando arrancamos subió muchísimo la audiencia. Me siento re cómodo porque paso música para bailar, que es la que me gusta, y porque tiene un tono informal.
-Ahora estás grabando otro disco. ¿Qué espíritu va a tener?
-Está bastante avanzado pero todavía no sé en qué fecha sale. Al principio iba a tener un estilo ligado a la tropicalia, pero fue cambiando mucho y va a ser más electro pop, como mi primer disco (Perfecto). Incluso las canciones más tranqui tienen un tratamiento más digital. De vuelta a la máquina.
-¿Por qué se da esa vuelta?
-Porque lo extrañaba. Disfruté mucho el estilo acústico de Dramática, pero hay una parte mía que quiere volver a componer canciones con espíritu de discoteca, eso me tira mucho.
-Contame de tu próximo libro.
-Sigue bastante la línea de los anteriores, porque es de corte costumbrista. El relato tiene la diferencia de que se desarrolla en lugares que no conozco mucho porque la protagonista vive en Ballester, en Buenos Aires, y se muda a San Pablo, en Brasil. Eso es poco habitual en mí porque siempre escribí sobre lo que tengo alrededor. El personaje es medio neurótico, al igual que las protagonistas de las otras novelas, pero tiene un pensamiento más aleatorio, menos racional y más emotivo, rozando lo psicótico… Y a la vez, como que es mala, eso me gusta. Mis otros personajes eran medios losers, y ella es segura de sí misma, manipuladora. La novela es como un experimento. Vengo de experimentar muchas cosas, por eso demoré en hacer otro libro. Intenté escribir una novela rosa, pero no me salió muy bien, entonces volví a hacer lo que me sale.
-¿Cómo manejás los tiempos con tantas actividades?
-Ése es el problema. Porque también tengo una relación de pareja, tengo que lavar la ropa y cocinar. Estoy aprendiendo a organizarme. Por tirarme a la piscina y priorizar la creación artística tuve que sacrificar un montón de aspectos de mi vida, como el económico. Lo noto sobre todo cuando me comparo con gente de mi generación, que ya tiene dos autos, dos hijos y dos amantes.
-Presentaste Miss Tacuarembó en la galería SOA con Laetitia D’Arenberg, que también actúa en la película. ¿Qué relación tienen?
-No somos amigos, pero yo la admiro mucho y ella se interesa mucho en lo que hago. Tiene una vida muy rara y a la vez una visión del mundo que me fascina. Y tenemos algunos puntos de encuentro en cómo vemos las cosas.
-¿Dónde se dan esos puntos de encuentro?
-En cómo buscamos los desafíos. Ella viene de una familia noble, pero siempre desafió mucho su lugar y eligió vivir acá en Uruguay. Pasó muchas cosas y es libre de hablar de todo, de su etapa de alcoholismo, de su recuperación… También me copa como personaje, porque ella está en un lugar muy ambiguo. Es atípica al Uruguay, pero a la vez muy uruguaya, porque participa en las Llamadas, en la Patria Gaucha y tiene emprendimientos de innovación tecnológica en el agro, entre otras cosas. Y la gente a veces no sabe cómo tomarla.
-¿Y a vos eso te pasa con tu personaje de Dani Umpi?
-A veces sí. Y siento que me aprovecho de que la gente no sepa para dónde agarrarme. Capaz que es eso lo que me une a ella.
-Quizás hay gente que se cree el personaje, sin embargo vos parecés tener bien claro quién es Daniel Umpiérrez y quién es Dani Umpi. ¿Alguna vez se te cruzaron los cables?
-No. Juego mucho conscientemente con la fantasía que la gente pueda tener de mí. Cuando estoy en el escenario soy Dani Umpi, y cuando me bajo ya fue. Pienso en Dani Umpi como si fuera otra persona, compro ropa y digo: “Esto es para Dani Umpi”, como rozando lo esquizoide. Eso me gusta, no me creo el personaje, lo construyo. Es algo muy pensado pero a la vez intuitivo y lúdico. Me interesa la imagen del freak y me gusta mucho poder jugar con el prejuicio de la gente. Nunca vi a los prejuicios como algo malo, siempre fueron un incentivo. Te dan más fuerza porque los podés usar a tu favor, son los puntos débiles de las personas. Muchos hablan de vergüenza ajena, pero en realidad esa vergüenza deberían sentirla ellos. Son problemas que están en el que observa.
-Estás parado en un lugar donde inevitablemente vas a generar reacciones extremas, entre lo ridículo y lo estimulante, ¿no?
-Sí, eso me gusta. Ser un personaje ridículo es parte de mi estrategia creativa. A veces la gente se burla y no se da cuenta de que a otros les gusta eso mismo justamente porque es ridículo. La culpa siempre la va a tener el que se ríe, y eso te da un lugar de poder muy interesante. Por eso construyo partiendo de los prejuicios y presento personajes de los cuales te burlarías. La gente se ríe, y yo dejo que se ría, pero al final sé que gano yo.
-¿Vos te reís de ellos?
-No me río de ellos, pero cuando llego a casa digo: “¡Ah! Lo logré”. Me da mucha libertad. Creo mucho en lo relativo, todo tiene un valor que cambia de acuerdo a la mirada del otro, y soy consciente de que lo que haga va a tener varias lecturas. Por eso trato de hacer algo abierto y lúdico, para que la gente lo rellene. A veces los lugares estigmatizados son los más fáciles, como por ejemplo el lugar del bufón, que ya de por sí podría explotar por el hecho de ser gay, porque socialmente siempre ha sido ridiculizado. En cambio me interesaba darle otro giro. No me gusta hacerme la víctima: “Yo soy pobre, gay y del interior”, al revés, es una singularidad a la que le saco provecho. Sé que no soy virtuoso en lo que hago, pero lo que más aprecio de mí mismo, mi mayor valor, es esa visión de las cosas.