De acuerdo a la clasificación de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM IV), que reconoce a esta enfermedad desde 1980, la ludopatía entra en los trastornos del control de los impulsos. Algunos de los criterios para su diagnóstico son: “fracaso repetido de los esfuerzos por controlar, interrumpir o detener el juego; después de perder dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo; se cometen actos ilegales como falsificación, fraude, robo, o abuso de confianza, para financiar el juego”.
En palabras del psiquiatra Oscar Coll, especialista en el tema desde hace veinticinco años, “la ludopatía es una enfermedad que se caracteriza porque los pacientes no pueden controlar el impulso a jugar en forma desmedida y patológica a juegos de azar, y lo que podría ser un juego para divertirse o salir de la rutina, se convierte en algo perjudicial o dañino para la propia persona o para los que lo rodean”. A diferencia de las adicciones a sustancias, ésta es definida como una adicción psicológica, dentro de la que también entran los compradores compulsivos, los adictos al sexo, al trabajo, a la comida, entre otros.
Según explicó Coll, en nuestro país, entre 1990 y 2000, se dio el auge de las máquinas tragamonedas, “maquinitas” o slots. “Se inventó un microchip que da lugar a estas maquinitas de última generación, que han desbancado a todos los últimos juegos de azar (la ruleta, la carrera de caballos, juegos de cartas). Las primeras maquinitas son de 1850 y eran mecánicas, después fueron eléctricas, las de ahora son de cristal líquido, generan luces y sonidos, son muy adictivas”. El avance de la tecnología y la globalización son, de acuerdo a lo expresado por el especialista, dos factores clave para el aumento de los casos de ludopatía en nuestro país. “Un problema que era menor se transformó en un problema de salud mental, porque está pasando el 1% de la población, y estamos acercándonos lentamente al 2%”.
Actualmente, la enfermedad no respeta diferencias de sexo, edad o clases sociales. “Antes uno iba a un casino y había más hombres que mujeres, ahora se está dando un cincuenta y cincuenta. En cuanto a las edades, ahora afecta a gente de ochenta años, cosa que antes era impensable, y también a menores”, señaló. En el caso de los más jóvenes, el riesgo de caer en el juego patológico viene de la mano de internet, donde la gama de posibilidades es muy amplia, con todo tipo de juegos de apuestas, juegos de póker y casinos virtuales. Para Coll “el juego a través de internet es un problema que se viene”.
Un centro estatal
A raíz del aumento de casos es que se creó, en setiembre de 2009, el primer Centro de Atención a Ludópatas, a través de un convenio entre Casinos del Estado y la Universidad de la República. En opinión de Coll, “el Estado es el principal responsable de este problema, aunque no es el único, todos lo que tienen juegos de azar son responsables y, dentro del hogar, los padres”.
En el Centro, que funciona en el primer piso del Hospital de Clínicas, trabajan seis técnicos rentados y seis honorarios (psiquiatras y psicólogos), pero no dan abasto. “Ni bien se abrió, fue una avalancha de gente, la mayoría por problemas con las maquinitas. Hoy hay 60 personas en tratamiento y 150 en lista de espera. Se acaba de firmar la ampliación del convenio, con lo cual van a venir más recursos para contratar más técnicos”. Asimismo, anunció que a fines de mayo se abrirá un nuevo centro en la Regional Norte, concretamente en Paysandú. La idea inicial era abrir también uno en Salto, pero éste deberá esperar debido a la falta de técnicos capacitados.
El tratamiento consta de cuatro etapas, la primera es individual, dura seis meses, y de lo que se trata es de “confirmar el diagnóstico de ludopatía y ver qué hay atrás. Habitualmente hay que medicarlos porque vienen muy angustiados y deprimidos”. En algunos casos existe otra adicción (alcoholismo, drogadicción) que una vez detectada debe ser tratada, a su vez, en otro grupo o Centro. “A todos los une el mismo problema, vienen porque tienen un problema con el juego, pero cada uno es diferente y entraron en la ludopatía por diferentes motivos. Es frecuente que tengan trastornos de personalidad, pero no todos los tienen. Algunos están enfermos y están deprimidos y van a jugar. En esos casos lo primero es ver la parte orgánica, luego se atiende la depresión y después la ludopatía”, explicó.
En la segunda etapa se le ofrece al paciente ingresar a un grupo terapéutico, con dos técnicos coordinadores. A su vez, y por separado, hay grupos para familiares de los pacientes. “En esta enfermedad está el tema de los límites, la institución médica ya es un límite importante, el segundo límite es el coordinador, el tercero es el grupo y el cuarto es la familia”.
La tercera etapa del tratamiento refiere a la prevención de las recaídas, ya que es habitual que las haya, y la cuarta etapa es cuando el paciente empieza a olvidar el juego y eso genera un vacío, por lo que hay que buscarle sustituciones. Según explicó Coll, “los datos internacionales muestran que luego de dos años de concurrir a un Centro de este tipo y con dos años de abstinencia, la probabilidad de entrar en un desenfreno brutal es muy baja, pueden recaer, pero no es como cuando empieza la enfermedad, que son compulsivos al máximo”.
Consultado sobre las diferencias de este tratamiento con los grupos de autoayuda, Coll señaló que “si bien hay grandes diferencias, yo no establezco rivalidad, y les digo a mis pacientes que el que quiere a su vez ir, puede hacerlo; hay muchos pacientes que vienen acá y también van a Jugadores Anónimos”.
Otros como yo
En el país hay nueve grupos de Jugadores Anónimos (JA), cinco en Montevideo y cuatro en el interior. En uno de los salones del Colegio Fátima, en Pocitos, donde funciona uno de los grupos, la diaria conversó con Julio y Mario sobre sus experiencias en JA. Según contaron, JA se define como un grupo de autoayuda, autodiagnóstico y autofinanciación, una comunidad espiritual (no religiosa) en la que no hay jerarquías, todos son iguales y los une el mismo propósito: dejar de jugar.
Julio, que tiene 62 años y once de concurrir a JA, explicó que “el único requisito para entrar es tener el deseo de dejar de jugar”. Pero para eso primero hay que asumir la enfermedad; “ahí empieza la recuperación”, afirmó. Según contó, es importante concurrir asiduamente a los grupos, “hay gente que deja de venir y que no juega más, pero normalmente el que deja de venir, recae”.
Mario, de 52 años, va hace once meses a JA y detalló que la concurrencia asidua también es importante. “Nos sugieren que los primeros 90 días hay que hacer 90 días de grupo. Yo ahora hago cinco o seis reuniones semanales. Me gusta venir, vengo para mantener mi abstinencia y porque me siento bien con los 'hermanos', como nos llamamos nosotros”, contó.
Ni Mario ni Julio han sufrido recaídas y, si bien uno lleva años y otro apenas meses en JA, ambos están “a la misma distancia del próximo juego” y eso es así porque, según explicaron, “hacemos todo por 24 horas, lo que pasó ya pasó, uno se tiene que cuidar de lo que viene; hoy no juego, mañana no sabemos”.
Otras sugerencias que les dan son no llevar dinero, sólo lo justo; no andar por lugares de juego; no juntarse con gente que juega; y frente a cualquier inquietud emocional, llamar a uno de los ´hermanos`. Contaron que “todo el tiempo está ingresando gente nueva a los grupos y ahora con más razón, porque hay muchas más salas de juego, más gente jugando, mucha más publicidad. Antes no veías una publicidad del casino ni del hipódromo, ahora sí, y la publicidad llama mucho”.
También destacaron la aparición de las maquinitas o slots como las grandes responsables del aumento de la enfermedad y, aunque JA no emite opinión sobre las políticas estatales sobre el tema, se refirieron de modo personal al gran daño que están haciendo las maquinitas ilegales, ubicadas fuera del casino, en bares o almacenes. Asimismo, repararon en el aumento de mujeres en los grupos de JA, “ahora casi el 70% de los que ingresan son mujeres, el promedio de edad es de 50 años, y normalmente se enganchan con las maquinitas”. También es cada vez más frecuente el ingreso de jóvenes, de entre 18 y 35 años. Consultados sobre la permanencia de los nuevos en los grupos, Julio explicó que “lamentablemente hay mucha gente que empieza y no vuelve, el porcentaje que se queda es muy bajo, pero eso es a nivel mundial”.
En JA se siguen los programas de 12 pasos de Recuperación y 12 pasos de Unidad, dos programas similares a los que se utilizan en otros grupos de autoayuda, aplicados por primera vez por Alcohólicos Anónimos.
Mario, que fue un jugador toda su vida, contó que “la única manera de parar de jugar fue llegando a JA. No importa lo material, jugando destruí moralmente a mi familia. Ahora mi familia me apoya, ve mis cambios, no sólo porque no toco nada, sino porque el carácter de uno cambia”. Julio agregó que “uno logra ser más honesto, deja de mentir, de robar, aprende a ser una mejor persona, en ese sentido JA es también un programa de vida”.
Para JA, jugar compulsivamente tiene tres terminales: la muerte, lo locura o la cárcel. Julio agregó, como opinión personal, la situación de calle, porque “perdés la familia, perdés el trabajo o porque robás o por lo que sea, entonces vas preso o te pegás un tiro, o te volvés loco, o si no estás juntando monedas en la calle. Es una enfermedad y no tiene cura. Uno se recupera, recupera muchas cosas pero, al menos lo que yo considero, es que si bien puedo hacer de todo en la vida, lo que no puedo hacer es volver a jugar”.
Hacer contacto
Jugadores Anónimos: 2575 5392/ 098 111 533.
Página web www.jugadoresanonimos.com.uy
Centro de Atención a Ludópatas: 0800 8631.