Un saludable olor a vegetación y un lejano aroma de playa se respiraba ayer en los balnearios canarios que el miércoles fueron escenarios de un operativo policial desplegado por el Ministerio del Interior, en torno al kilómetro 36 de la Ruta Interbalnearia.
La actuación abarcó específicamente la zona norte de los balnearios Marindia, Neptunia y Pinamar. 150 policías de diversas unidades operativas de Jefatura de Canelones trabajaron durante la mañana y detuvieron a nueve personas; tenían diez órdenes judiciales para realizar allanamientos en viviendas. En la pasada jornada, tres de las personas que habían sido detenidas estaban en libertad, mientras que las seis restantes nuevamente fueron conducidas al juzgado.
Ayer el lugar estaba tranquilo y tanto en las casas, distanciadas unas de otras, como en las calles de balasto reinaba la calma.
En Pinamar Norte, a unas cuantas cuadras de donde aconteció uno de los allanamientos, la mayoría de las personas consultadas por la diaria tenía referencias de lo sucedido por los medios de comunicación, más precisamente por la televisión. Sobre la calle que conduce a la única casa allanada en Pinamar Norte se encontraban un hombre y una mujer sentados bajo el alero de su humilde casa; leían un libro recibiendo en su cuerpo el tibio sol que comenzaba a asomarse. Explicaron que al final de la cuadra estaba la casa que buscaban y que el hombre a quien habían ido a buscar se lo habían llevado y no había vuelto. Otra persona contó que el detenido ya había cumplido penas anteriormente por venta de droga y trata de blancas; señaló conexiones con organizaciones del exterior y pactos con la Policía que lo habían llevado a evitar algunos allanamientos, pero también a caer en la trampa en otras ocasiones. De todos modos, los entrevistados resaltaron que era un barrio tranquilo y que lo único que molestaba era el tránsito de las motos hacia el expendedor de drogas.
Notorio despliegue
Yendo hacia el oeste, cruzando la avenida de Los Pinos, está Neptunia, donde se desarrolló otro despliegue en una zona a la que varios vecinos llamaron “asentamiento”. Camino al lugar dos jóvenes que trabajan en un taller de chapa y pintura describieron el operativo: “Policías al palo para todos lados, autos, patrulleros, camionetas, caballos”. Contaron que a las 8.00 del día anterior ellos habían ido a comprar bizcochos y de camino al trabajo, tomando mate, les impactó ver el despliegue y a los policías con el palo en la mano. “¡Pará un poco!”, exclamaron.
Uno de ellos comentó respecto al barrio: “Es tranquilazo; la gente se conoce y si no te metés con nadie, nadie se mete contigo”. El otro apuntó: “Estuvo bien igual, porque sacaron una boca”, dijo en referencia al allanamiento en una casa de una persona con en el que se incautó marihuana y cocaína. El muchacho agregó que de otra vivienda “un ranchito peor que ése [señaló uno bastante precario] sacaron un plasma de 54 pulgadas”. Y agregó: “Igual pueden hacerlo de otra manera, a esa hora andan pila de niños en la calle para ir a la escuela”.
Más adelante dos niños que estaban sentados en la vereda y quienes habían visto el allanamiento en la casa de al lado dijeron que no les gustaba mucho la Policía y destacaron que el barrio “es tranquilo, no sé para qué lo hicieron si yo nunca sentí [hablar de] un robo acá”.
Una almacenera contó que el barrio mejoró a mediados del año pasado, después de un conflicto que ocasionó la muerte de una persona. Relató que cuando siente más mido es de noche porque el lugar “es una boca de lobos”, dado que no hay alumbrado público, aunque marcó que nunca le robaron. La mujer aclaró que es difícil denunciar; contó que una vez fue a la Policía a declarar que un vecino ejercía violencia doméstica contra su mujer y que había escuchado disparos, pero después el vecino fue al comercio y le recriminó la denuncia, porque en la seccional le habían dicho que el informante había sido “el bolichero”. Dijo que si no hay garantías de privacidad es difícil acercarse a la Policía para contar lo que sucede, “te mandan al muere”, declaró.