El diario norteamericano Wall Street Journal citó la semana pasada fuentes próximas a la Fed señalando que la Reserva Federal de Nueva York mantuvo durante las últimas semanas "extensas reuniones" con representantes de algunos de los bancos más grandes de Europa "para sopesar su vulnerabilidad a una escalada de las presiones financieras". La autoridad monetaria de EEUU quiere saber si las entidades financieras europeas que operan en su suelo gozan de "acceso fiable" a fondos para sustentar su operativa cotidiana en ese mercado. El periódico indica que las autoridades monetarias están "muy preocupadas" por la eventualidad de que aquellos bancos tengan dificultades de financiamiento en EEUU. Y también informa que esa labor fina de supervisión está a cargo del superintendente de servicios financieros de la Fed en Nueva York, Benjamin Lawsky. El rotativo agrega que entre las instituciones financieras europeas que dependen de fondos prestados para financiar sus operaciones en EEUU se encuentran la francesa Société Générale, la alemana Deutsche Bank y la italiana UniCredit.
En un artículo del analista Simon Johnson publicado por el servicio informativo Project Syndicate se explica que "es la ausencia de capital en los bancos europeos lo que amenaza con hacer descarrilar el tren del crecimiento europeo y global".
Son muchos los bancos grandes originarios de países de la eurozona cuyas posiciones se tornaron altamente vulnerables en función de su elevada exposición a las deudas de los países periféricos del grupo, ya que compraron grandes volúmenes de bonos soberanos.
El autor continúa analizando que entre "los activos susceptibles de ser problemáticos" se encuentran, "por supuesto, bonos emitidos por Grecia, Irlanda, Portugal y otros países de la eurozona, cuyas perspectivas fiscales dependen ahora de los mercados financieros (pero que, hasta hace poco las autoridades competentes definían como de 'riesgo nulo')”.
Johnson vislumbra que las alternativas de salida de esta crisis europea oscilan entre una crisis bancaria en toda la línea y una señal a la baja hacia los inversionistas financiero-bursátiles. "Si los bancos europeos tuvieran suficiente capital, una reducción del valor de la deuda griega y otras similares reduciría el valor de las participaciones bursátiles y decepcionaría a los inversores, pero no ocasionaría una crisis bancaria". Sin embargo, advierte, y "por desgracia, los bancos europeos no tienen el capital suficiente, con independencia de los esfuerzos de rescates en la eurozona, porque los daños no se limitarán exclusivamente a Grecia"; es decir, que puede esperarse una sucesión de nuevos rescates del Banco Central Eurpeo y del Fondo Monetario Internacional, y una subsiguiente tanda de ajustes del gasto público a exigir como contrapartida por los prestamistas.
Hace apenas semanas el periódico británico especializado The Economist informó que nueve de cada diez bancos alemanes, ingleses e irlandeses estarían en una situación de quiebra si no recibieran ayudas de sus respectivos Estados, y esto se procesa mediante diferentes formas de capitalización.
En este punto, el artículo de Johnson prevé que "los grandes bancos europeos no van a dejar de pagar sus deudas" dado que los gobiernos alemán, francés e italiano "han dejado claro que sus bancos son demasiado grandes como para derrumbarse". Asimismo, evalúa que tanto Alemania como Francia cuentan con "la suficiente fortaleza fiscal como para salir al auxilio de sus bancos cuando lo necesiten", si bien Italia "puede que no" tenga esa posibilidad abierta. "Sin embargo, ningún político europeo estaría dispuesto a poner demasiado dinero en juego a merced del Deutsche Bank o de BNP Paribas", aseguró, recalcando que las administraciones gubernamentales "no impondrán una recapitalización a través de fondos públicos". Pero, por otra parte, el autor también vislumbra problemas para que los bancos capten recursos en el mercado, según él: “[Debido a que] a los políticos tampoco les apetece pedir a los bancos que recauden más capital proveniente del sector privado, pues esto sería demasiado vergonzoso para todas las partes implicadas, ya que dejaría al descubierto la magnitud de toda esta locura".
Pagar la fiesta
En otro artículo de reciente publicación en el sitio Arco Económico Europeo, el economista Alejandro Brocato remite a un “detalle” de la crisis europea que ha pasado “desapercibido” para los “escribas y doctos especialistas en crisis”: “¿Por qué los bancos alemanes y franceses, especialmente de estos dos países, tuvieron tanto dinero para prestar?”. El autor contextualiza la coyuntura afirmando que “si en los primeros años de la adopción del euro los agentes privados de distintos países se endeudaron para hacer negocios que desembocaron en burbujas, que acabaron estallando, ahora asistimos a la imposibilidad de la devolución de los créditos”. Así, un nudo del “problema” remite a Alemania, “que tenía un exceso, expresado en dinero, que no sabía dónde colocar”.
Brocato visualiza dos elementos que determinaron la generación de ese excedente de liquidez por el cual el tesoro germano -entre otros- adquirió enormes volúmenes de deuda de varios países ahora en apuros, lo mismo que ocurre en el caso de Francia.
“En el caso alemán, la reunificación compulsiva de la ex República Democrática Alemana supuso un aviso a toda la población de la parte occidental de que vendrían años duros. Y ya se sabe lo que hacen las economías domésticas, familiares, frente a horizontes limitados y pesimistas, ahorran, toman decisiones de precaución, se vuelven más austeros en sus gastos, no se animan, a, por ejemplo, cambiar de casa”, reseñó.
El segundo factor de hiperliquidez debe buscarse, según el autor, en “el esfuerzo que por parte del Estado federal supuso el congelamiento de los salarios por más de 15 años de todos los empleados públicos”.
Aquella política financiera, definida por el articulista como “de nuevo imperio”, no fue acompañada con una orientación que hubiera permitido a los bancos ser “consecuentes” con ella: “Deberían haber dirigido el ahorro alemán a los países del este, en proyectos productivos, que hubiesen servido para ampliar el mercado interior de la Unión y no tener el diferencial de renta entre regiones de los más escandalosos del mundo”. En cambio, prosigue, esas empresas financieras “eligieron dar el dinero para proyectos urbanísticos en Grecia y España. ¿Es ésta la eficiencia alemana que nos llaman a salvar?”, interroga.
En torno al punto de las inversiones elegidas por los bancos, el periódico digital español La Voz de Galicia.es publicó una nota firmada por el analista Manuel Lago Peñas, e la que éste recuerda que al momento del estallido de la actual crisis de endeudamiento “la mayor parte de la deuda estaba en manos de instituciones financieras alemanas y francesas”. No obstante, en los 15 meses de desarrollo de lo que llama “tragedia griega, estas instituciones privadas están reduciendo a marchas forzadas su nivel de riesgo” mediante una “fórmula sencilla. Los fondos aportados por las autoridades europeas en el mal llamado plan de rescate sirven para que Grecia les pague a los bancos privados. Grecia debe lo mismo, en realidad, más, pero ahora su acreedor es el sector público europeo”, explica. Prosigue destacando que el objetivo de esa política es “ir ganando tiempo para evitar que, cuando por fin se reestructure la deuda, los que paguen la factura no sean los bancos, sino los ciudadanos europeos a través del Fondo de Estabilidad Financiera”. E ilustra la situación informando: “Desde el inicio de la crisis, la banca alemana ha reducido su riesgo en deuda de los países periféricos en 90.000 millones de euros”.