Philip Owen, fundador de la organización sudafricana Geasphere, expuso sobre el problema de los monocultivos en Sudáfrica, similar a lo que sucede en Uruguay con el desarrollo de la forestación. Según explicó, en el territorio sudafricano hay 1,5 millones de hectáreas de eucalipto y pino plantadas, pero hay 1,6 millones de hectáreas más de plantaciones invasivas, lo que hace un total de más de 3 millones de hectáreas de monocultivos de estas especies en ese país. Tal como advirtió el especialista, son varios los impactos socioambientales generados por los monocultivos.

Papel absorbente

“En lugares donde se han plantado eucaliptos los cursos de agua se secaron completamente. Las raíces de algunos eucaliptos son muy largas y extraen mucha agua sin importar la época del año, sin embargo, los árboles autóctonos no necesitan extraer demasiada cantidad. Hay un gran impacto en el nivel de los ríos y esto afecta directamente a las comunidades que dependen de este recurso”, señaló.

Owen indicó que en Sudáfrica un árbol de eucalipto o pino consume alrededor de 50 litros de agua por día. Se calcula que se utilizan 10 litros de agua para producir una hoja de papel A4. “El agua es un recurso precioso, no se debería sacrificar para producir celulosa para exportación. El papel es muy barato en relación al consumo de este recurso que conlleva producirlo, se le tendría que asignar un valor más alto”, señaló.

La mayoría de las plantaciones de monocultivo son para la producción de papel. Según Winfridus Overbeek, coordinador internacional del Movimiento Mundial por los Bosques (WRM), en Europa se consumen alrededor de 350 kilos de papel al año por persona, mientras que en Brasil y Uruguay la cifra se reduce a 50 kilos. La mitad de este consumo en los países industrializados es para embalaje.

En Uruguay la planta de UPM (ex Botnia), que produce un millón de toneladas de celulosa por año, consume 86 millones de litros de agua por día, que equivalen a 4.300 camiones cisterna de 20 mil litros cada uno, según datos de Guayubira, organización que procura la conservación del monte indígena.

En el marco del Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, los referentes ambientalistas que estuvieron en el país visitaron la localidad de Cerro Alegre, en el departamento de Soriano, y conocieron el caso de 100 familias que padecen, desde hace 10 años, la falta de agua debido a la forestación.

Los monocultivos también producen impactos sobre las praderas y su vegetación. Owen explicó que en Sudáfrica la mayoría de las plantaciones están en las praderas, donde hay una variedad de 4 mil plantas que son hábitat de diversos microorganismos y animales. “Las plantas necesitan sol y las plantaciones forestales les excluyen la luz, por lo tanto mueren. [...]El territorio se está transformando en un bioma de bosque, desplazando al de paradera, que es mucho más diverso”, advirtió y agregó que “las praderas cumplen la función de retener el recurso hídrico, cuando éstas desaparecen se generan inundaciones. Al no haber plantas cuando llueve en verano, no hay nada para retener el agua y se resecan los suelos”.

Por otra parte, se refirió a los impactos sobre la dinámica social de ese país. “En Sudáfrica existían muchas opciones para que las personas pudieran vivir de la tierra. Algunos criaban ganados, otros tenían frutales u otro tipo de plantaciones. Ahora tienen muy pocas oportunidades de trabajo, luego de que se plantan los árboles la intervención del hombre es casi innecesaria. Además los operadores de las máquinas desarrollan una enfermedad nerviosa por trabajar con las sierras mecánicas. Mientras un trabajador allí gana menos de 200 dólares al mes, un gerente de una empresa forestal gana unos 80 mil dólares al año. Muchas personas se están moviendo hacia las ciudades para sobrevivir”, explicó.

Según el especialista, actualmente se exige tener una licencia especial para plantar árboles y es muy difícil conseguirla, porque el gobierno sudafricano reconoció que las plantaciones forestales consumen mucha agua. Por ese motivo las empresas están buscando otros lugares como Mozambique, ya que el recurso hídrico en Sudáfrica es muy escaso. “Queremos generar conciencia en Mozambique para que no suceda lo mismo que en Sudáfrica. Deberíamos reducir el uso de papel, reciclarlo y ver que a largo plazo el monocultivo no es para nada bueno”, concluyó.

Frijoles por eucaliptos

Por su parte, Overbeek expuso sobre los monocultivos en Brasil y la resistencia de las comunidades. “Desde hace cinco siglos Brasil se ha visto afectado por el robo de sus recursos naturales y por la apropiación de su territorio. Cinco siglos de conflicto entre un modelo de monocultivo y la resistencia de comunidades indígenas, campesinas, afrobrasileñas y de todo tipo. Los impactos fueron la expulsión, la matanza de muchas comunidades, la destrucción del medio ambiente y la explotación de los recursos naturales para la exportación. Esto generó una desigualdad tremenda en la propiedad de tierras. Hoy tenemos 85% de la población viviendo en la ciudad. 1% de los propietarios de tierra tiene 46% de todas las tierras en Brasil. Hay 27 mil grandes propietarios de tierras cuya área está por encima de las 2 mil hectáreas cada uno. Juntos tienen 178 millones de hectáreas, eso incluye a las empresas forestales. Tenemos 47% de los trabajadores rurales que tienen sólo 3% del territorio. Somos casi campeones del mundo en desigualdad en la propiedad de la tierra”, señaló.

Overbeek se refirió al problema de los monocultivos en el estado de Espírito Santo (cercano a Río de Janeiro) que luego de la década del 70, con la invasión de la forestación, las 40 comunidades indígenas que allí vivían se redujeron a 3. “Tenemos hoy un segundo ciclo de expansión donde todavía se expulsa mucha gente de las praderas. Hay un incentivo financiero tremendo del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, que es mucho mayor que el del Banco Mundial. En los últimos 10 años ha financiado en el entorno de 5 billones de dólares para plantaciones y fábricas de celulosa. La empresa Veracel (propiedad de la multinacional Stora Enso), tiene 200 mil hectáreas forestales en Bahía y quiere duplicar su área. Por este motivo la Reforma Agraria en Brasil está paralizada, mientras que millones de personas en Brasil están sin tierra”, advirtió.

La empresa Veracel, según datos proporcionados por Overbeek, ocupa 30 mil hectáreas de territorio indígena y además quiere duplicar su producción total. “El proceso está en suspenso y eso tiene que ver con la participación de la gente y sus denuncias. En el área forestada por esta empresa hay diez ocupaciones del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). El 8 de marzo el MST reunió a 1.500 mujeres que ocuparon parte del territorio y dijeron: ‘nuestros niños no comen eucalipto, necesitamos frijoles, maíz y mandioca’, entonces cortaron eucalipto y después plantaron alimentos. Es cierto que es una tierra intoxicada por los agrotóxicos, pero es un acto muy simbólico e importante para demostrar que la tierra es de todos y es para generar la vida”, resumió.

Amenaza corporativa

Sebastián Baldomir, miembro de Redes Amigos de la Tierra Uruguay, desarrolló un panorama general del último tratado de inversión entre el consorcio forestal Montes del Plata (formado por las empresas Arauco y Stora Enso) y el gobierno uruguayo. “Los acuerdos jurídicos internacionales han sido muy determinantes para consolidar el avance del agronegocio forestal en nuestro país. En su gran mayoría se firmaron en la década del 90 en el apogeo de los gobiernos neoliberales. Este tipo de contrato de inversión entre Uruguay y un particular (como Montes del Plata) es el que de alguna manera le otorga un conjunto de potestades, beneficios para su actuación y seguridades jurídicas a las empresas transnacionales, que en definitiva dejan al país en una desigualdad de condiciones e inerme ante este tipo de emprendimientos transnacionales”, señaló Baldomir.

“En el tratado de protección de inversiones Uruguay-Finlandia, que fue el que en definitiva posibilitó la radicación de la planta de celulosa en Fray Bentos, se asentaban una serie de tratos que el Uruguay se comprometía a darle a la empresa. Por ejemplo, no se podía discriminar al inversor extranjero, no se exigía que se contrate un determinado porcentaje de mujeres o se realicen determinados ajustes en la política ambiental, entre otros requisitos clásicos que se le exige a los proyectos de inversión. Este tipo de beneficios y exoneraciones que se le dan a las empresas hicieron posible el boom forestal que nos hizo pasar, en aproximadamente 13 años, de menos de 100 mil hectáreas forestadas a más de un millón hoy. Eso es lo que nosotros consideramos que va a asegurar este reciente contrato de inversión entre Uruguay y Montes del Plata”, opinó.

Otro tipo de ejemplo de lo que se consolida con un tratado de protección de inversiones es, según el integrante de Redes, el hecho de que cualquier diferencia entre la empresa y el Estado son arbitrados en tribunales internacionales, como por ejemplo el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial; Uruguay hoy tiene una controversia pendiente con la demanda de la empresa Philip Morris contra nuestro Estado.

Baldomir explicó que, tal como se dice en el contrato de inversión que fue firmado el 18 de enero de este año entre Montes del Plata y el Estado, la empresa podría basarse también en las disposiciones contenidas en el tratado de inversión que Uruguay tiene con Chile, porque uno de los socios parte de Montes del Plata es Arauco, que es una empresa chilena y también por el tratado de protección de inversiones Uruguay-Finlandia, puesto que Stora Enso es una empresa sueco-finlandesa. “Entonces hay una doble cobertura en el caso de la nueva planta de celulosa en Conchillas: la cobertura que le proporcionó el tratado de protección de inversiones con Finlandia y Chile y además las disposiciones extra que se aseguran en el contrato recientemente firmado. Lo que genera una serie de limitaciones claras de la potestad del Estado uruguayo de amoldar las políticas nacionales a los intereses de esta empresa”, advirtió.

A su entender, estos tipos de contrato son “verdaderas camisas de fuerza para nuestros países, que se ven imposibilitados a futuro de aplicar modificaciones o reformas, o aplicar políticas públicas en terrenos considerados estratégicos”.