Las palas, el rastrillo, la horquilla y la azada, todavía con las etiquetas del precio, utilizadas para decorar el lugar, llamaban la atención. Al costado, una bandera de Uruguay. En el fondo, una cancha en desuso espera para ser cultivada. "La huerta es una excusa para reunir a los chiquilines y que abran su cabecita", comentó Mary Rebollo, profesora del taller, que además da clases en Portal Amarillo y en el Piñeyro del Campo. No obstante, en la jornada no estuvieron presentes personas que se encuentran en situación marginal. Para Silvia Bonino, una de las vecinas organizadoras, esta iniciativa es "una oportunidad" y está "abierta a la convivencia", por eso la idea abarca también a quienes no estén involucrados directamente en el consumo de drogas o en situación de calle.

El pastor Anselmo de la Iglesia Evangélica expresó al respecto: "Primero, hay que empezar con la gente dispuesta, para después integrar a los demás en un proceso de tres meses". Los cursos ya tienen fecha de inicio para el lunes 5 de marzo a las 15.00, pero es necesario que se consolide un grupo.

Bonino y Rebollo coincidieron en que la experiencia de la huerta aportará el contacto con la tierra, además de las posibilidades de comercialización en ferias vecinales y la adopción de hábitos de alimentación saludable.

Creencia

Éste no es el único proyecto. La Iglesia Evangélica, que está enfrente al salón parroquial de la Iglesia Católica, plantea realizar un taller de panadería. Sólo por su ubicación están enfrentadas estas iglesias, ya que se apoyan mutuamente en sus iniciativas. Sin embargo, el sacerdote Raúl aclaró que no es una iniciativa netamente religiosa. Para Rebollo, esto es fundamental, ya que el carácter religioso puede "limitar".

El pastor Anselmo comentó a la diaria que el apoyo entre iglesias se dio por un episodio en el cual un joven resultó baleado por otro. "Todos los participantes de la sociedad tenemos que unirnos", aseguró. Para el pastor, la gente no debe mirar el problema que los trajo, sino la solución que los sacará del mismo.

La disconformidad de los vecinos, frente a incidentes registrados con un grupo de jóvenes en la puerta de un supermercado de la zona, fue tema de discusión en las mesas locales organizadas por el MI y motivó la realización de actividades integradoras y alternativas como el taller Huerta Orgánica. El pastor Anselmo explicó que la propuesta de los comerciantes era tener más guardia policial, pero "eso es sacarse el problema de encima".

Según Rebollo, la cantidad de tierra no es un limitante, ya que para empezar a experimentar se puede utilizar "desde un cantero a una maceta". Una de las virtudes del taller será adquirir conocimiento para "sacarle cosas a la tierra" de las que comúnmente la gente no se percata. La profesora opinó que "nadie está libre de padecer problemas como la drogadicción por más bien criado que esté”. Aunque se excusó de ir poco a misa, citó a la Biblia diciendo que "el que esté libre de pecado, arroje la primera piedra".

Permanecer

Una de las presentes, Ida, comentó que vino a apoyar al pastor Anselmo. “Estoy feliz porque como institución siempre pensamos en la niñez y en la juventud, reunir esfuerzos ayuda, va a haber buena respuesta”, señaló. Diferente es la situación de Leonardo, Pablo y Viviana, quienes se enteraron del taller en el sitio web de Presidencia. Su interés hacia la “permacultura” los llevó a Puntas de Manga. Definieron esta modalidad como el desarrollo sustentable con el ambiente, que abarca todas las áreas de la vida del hombre. “Todo integra, todo se conecta con todo”, acotaron. Esta “cultura permanente” tiene diferentes principios entre los cuales se encuentra no generar basura. En esto se vincula a la técnica de huerta orgánica, ya que los desechos biodegradables se utilizan como abono natural, por lo cual la basura se recicla. Aportar la permacultura al taller de Huerta Orgánica es una idea que ya está en la cabeza de Leonardo.

Los presentes plantearon la inquietud de contar con un asistente social y un psicólogo para acompañar el curso. “No sé de dónde los sacaremos, pero si se necesita vamos a conseguirlos”, comentó Silvia. Para Leonardo, el proyecto no tiene posibilidades sin un psicólogo, porque las personas que se intentan incluir no están internadas con tareas obligatorias ni en algún tipo de tratamiento. Rebollo es optimista: “Ya hay un cordón generado por los vecinos, dándonos la mano fuertemente, no para discriminar, sino para unir”.