Finalizado el año lectivo, en muchos hogares se plantea la interrogante de qué hacer con los niños durante el verano para que puedan estar divertidos mientras los padres trabajan, a la espera de una licencia para compartir en familia. Una posible respuesta son las colonias de vacaciones.
Trenchi comentó que en este rubro existen diferentes propuestas: “Algunas tienen una agenda centrada en el niño, les permiten hacer deportes, manualidades, descansar, estar con amigos de una manera más libre, acompañando lo que tienen ganas de hacer ellos, pero hay otras que tal vez no tanto”.
La entrevistada afirmó que “la colonia podría llegar a ser un mal menor cuando está bien planteada, y siempre y cuando se les respete a los niños que tengan un tramo de vacaciones con sus padres, tranquilos y en sus casas”. Mencionó además que, según su experiencia, los niños por lo general no quieren concurrir a las colonias: “Son muy pocos los que van contentos porque tienen ganas de quedarse en casa, no tener que levantarse temprano y estar tranquilos”.
Sin resolver
Trenchi destacó que la necesidad de recurrir a este tipo de actividades tiene su raíz en un conflicto de organización social. “Cuando los niños son chicos no es lo ideal, pero son parches que la sociedad encuentra para paliar un problema al que, en nuestro país, todavía no se ha encontrado solución”, afirmó. Agregó que lo más frecuente es que ambos padres trabajen y que, por tanto, esa realidad no contempla el hecho de ejercer los roles de madre y padre de la forma que deberían hacerlo. “A mí me encantaría que la sociedad estuviera armada de otra manera. Me gustaría que las vacaciones de los niños no fueran tan largas y que los padres pudieran dedicarse a vivir en familia durante ese período, pero no es lo que pasa”, lamentó.
Por su parte, Dora Yacovazzo, licenciada en Psicología, en diálogo con la diaria reconoció que “hay gente que no tiene otra opción que enviar a sus hijos a las colonias", pero remarcó que "hay personas que aunque pudieran no hacerlo igual los mandarían”.
En cuanto a esta situación, Trenchi explicó que el niño puede percibir una muestra de rechazo de sus padres cuando asiste a una colonia y la madre o el padre están en casa. Amplió el concepto al sostener que esa situación no se produce exactamente por rechazo hacia sus hijos, sino que en realidad no saben qué hacer con ellos cuando están en casa.
Irregular en conducta
Trenchi resaltó que uno de los aprendizajes importantes en la infancia es la capacidad de autorregularse en muchos aspectos, como ordenarse y aprender a esperar. Esto se logra incorporándole al niño hábitos y rutinas que tengan en cuentas sus propios ritmos. “Si ese proceso, que es largo y sostenido, no se hace bien, te encontrás con niños no regulados, aquellos que si los dejás libres y silvestres son insoportables; entonces, naturalmente, tienen menos aprobación social y terminan trayendo infinidad de consecuencias emocionales negativas”. Agregó que "algunos niños que tienen toda su vida pautada y controlada de afuera terminan siendo tratados como disruptivos cuando en realidad tienen un defecto en la habilidad de autorregulación”.
Por su parte, Yacovazzo comparó los problemas de adaptación que viven algunos adolescentes que regresan a su país luego de haber ido a estudiar al exterior con lo que viven a diario los niños que asisten a las colonias. “Los niños van al club, a natación, a pintura, a música, pero después llegan a su casa y se convierten en niños más demandantes”, explicó. Ante el múltiple ofrecimiento de actividades y la sobreestimulación, “se generan en el niño conductas que parecen disruptivas pero en realidad los padres pagan para que le den actividades y lo entretengan”, agregó.
En este sentido, Trenchi describió que la sobreestimulación va a tener consecuencias en los chicos en su desarrollo: “Llega un momento en que para los chiquilines lo normal y natural ya no es divertido, entonces tienen que apelar a otro tipo de reforzador de la diversión, como el exceso de alcohol o el abuso de sustancias de cualquier tipo”.
Pato, pato, ganso
En la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ) funcionan dos colonias de vacaciones, una en la sede céntrica y otra en Carrasco. Damián Enciso es el encargado de la Unidad Centro, donde también supervisa la parte de infancia. Consultado por la diaria transmitió que “muchos eligen la colonia como una solución a que en vacaciones sus hijos no tienen actividades para hacer, pero básicamente buscan un espacio donde puedan jugar y divertirse”.
La ACJ cuenta con diversas actividades como piscina, educación física, talleres de plástica, de expresión corporal, de música, paseos cada 15 días, entre otras. Su costo por los tres meses de verano es de $ 9.800 por niños hasta cinco años y $ 8.000 de seis a 11 años. Enciso destacó que no hay inconvenientes en que los bebés usen pañales ya que “los que usan los traen y las maestras o los encargados del grupo se ocupan de cambiarlos”.
Yacovazzo aportó que “el niño necesita descansar" y que "el juego no siempre descansa, necesita estar solo consigo mismo y con sus padres”. También reclamó que necesitan un tiempo para la creatividad: “No le puedo entregar siempre un juguete armado porque pierde la capacidad de inventiva”. Al respecto, Trenchi coincidió en que los niños necesitan tiempo libre porque “el exceso de actividades pautadas mata la creatividad”.
La gran pantalla
“La peor imagen que me puede perseguir en una pesadilla es ver a un niño en verano, dentro de su casa, frente a una pantalla hora tras hora, que suele ser la otra opción de las colonias”, indicó Trenchi. Concluyó que “el gran problema de nuestra sociedad es el poco tiempo familiar útil compartido, porque cuando el niño está frente a una pantalla y la madre o el padre frente a otra, lo que hay es gente que convive pero en mundos paralelos”.
Enrique lleva a su hijo de ocho años a la colonia del Club Naval. Contó que lo envía por razones laborales, pero principalmente “para que no esté todo el tiempo en casa aburrido, prendido a la computadora o la televisión”. “Llega a casa cansado físicamente pero bien, ahí le damos un poco de vida en la computadora y a la cama”, comentó. Sandra también inscribió a sus hijos, de 10 y 11 años, en el Club Naval con el objetivo principal de que “estén en actividad, entretenidos, puedan hacer pileta, tenis”, pero reconoció que también lo hizo “por un tema laboral”.
Alrededor de 150 niños concurren este verano a la colonia de vacaciones del Club Naval. Allí se ofrecen actividades para chicos entre tres y 11 años, desde 8.00 a 16.00. Uno de los requisitos para ingresar es que los más chicos no usen pañales. La encargada de la colonia, Alejandra Tomás, afirmó, apelando también a su rol de madre: “Lo que buscamos todos es que nuestros hijos pasen unas vacaciones lo más felices posible, entretenidos con niños de su misma edad y disfrutando; a eso apuntamos como profesores”.