Se cumplen cinco años del comienzo de una vertiginosa sucesión de hechos que en conjunto conforman un acontecimiento conocido como la crisis financiera de los EEUU, también llamada crisis de las “subprimes”. Los hechos transcurrieron desde comienzos de 2007 hasta fines de 2008. El lugar y la forma del acontecimiento fueron inesperados, aunque no imprevisibles, tomando como “por asalto”, y de manera endógena, a uno de los centros de la economía financiera internacional, sin duda el más importante. Está abierto el debate respecto a su significado para la evolución secular del capitalismo.

A fin de comprender cabalmente los hechos que conforman este acontecimiento, se requiere conocer con cierto detalle las especificidades estructurales del sector financiero de dicho país, los comportamientos habituales que animan a las empresas e inversionistas que en él participan, así como la performance del sector en términos de su viabilidad, su rentabilidad y sus conexiones con el desempeño general de la economía en años previos. En este sentido, podemos hablar de un modelo de intermediación financiera que entra en crisis, con especificidades propias resultantes de la articulación de las estructuras, de los comportamientos y de su contribución al desempeño general de la economía en cuestión.

Si bien hay unanimidad respecto a que existió una crisis, se pueden identificar tres posiciones sobre sus causas, considerando la relevancia que se le asigna al modelo financiero que entra en crisis. Y esto, simplificando bastante los centenares de análisis disponibles, cuyo volumen sigue creciendo.

En un extremo, se encuentran los que consideran la crisis como la del modelo específico de intermediación financiera conformado en los años previos, con estructuras particulares que posibilitan ciertos comportamientos, los cuales, aunados, llevan al colapso del sector y a la desintegración de la riqueza financiera que se creía sólida, restringiendo la liquidez disponible para el resto de las actividades económicas, camino que culmina en una “Gran Recesión”.

En el otro extremo, se encuentra la posición que considera que la crisis no se explica por el modelo en el que nace, es decir, que no se debe a las estructuras y comportamientos habituales, pero sí al encadenamiento desafortunado de decisiones desacertadas de algunos de los participantes en las actividades financieras, empresas del sector, inversionistas, reguladores y policy- makers. Errores humanos de los cuales la crisis muestra sus consecuencias.

En el medio, se encuentra la posición que no considera la crisis como resultado inevitable del funcionamiento del modelo financiero en su conjunto. Pero advierte que se vuelve imprescindible considerar aquellos componentes del modelo susceptibles de ser corregidos, a efectos de evitar el resultado, que fue la crisis, y de prevenir su repetición en eventuales crisis posteriores.

A base de estos diagnósticos, las recomendaciones de política también distan de alcanzar unanimidad. Por una parte, si la crisis resulta del modelo de intermediación financiera, se trataría de cambiar ese modelo. Si resulta de errores humanos, no debe cambiarse el modelo, sino reconocer tales errores, aprendiendo para el futuro. Si el diagnóstico identifica aspectos disfuncionales del modelo de intermediación, se los debería detectar y corregir para evitar el desenlace en crisis financieras.

La relevancia de esta crisis se liga a la del país en que sucede. En el año 2007, aquél tenía 307,8 millones de habitantes -sólo 4,6% de la población mundial-, producía 25,2% del total de bienes y servicios, implicando un PIB per cápita de US$ 45.592. Es también el país cuyo Banco Central, la FED, trata de lograr el control de la gestión de la moneda de la globalización, es decir, del dólar americano. En dicho año, además, regulaba y supervisaba 878 bancos constituidos de acuerdo a las regulaciones de los estados que conforman la federación, y eran, asimismo, miembros de la FED; 5.070 empresas financieras propietarias o controladoras de uno o más bancos (Bank Holding Companies), de las cuales 459 con activos superiores a los 1.000 millones de dólares; 640 sociedades financieras de inversión (Financial Holdings Companies), 43 de ellas extranjeras. Por su parte la SEC (Securities and Exchange Commission), regulaba y supervisaba las instituciones y actividades bursátiles (entre las cuales 7.500 fondos de inversión, 11.000 asesores, 5.000 brokers-dealers, 500 agentes de transferencias y 10 agencias calificadoras). A estas dos instituciones reguladoras se agregan otras a nivel estatal y nacional.

Las cifras anteriores deben tenerse presentes cuando se habla del modelo financiero de EEUU y su crisis, la cual está en la base de la dilución, en pocos meses, de una riqueza inmobiliaria de más de US$15 billones. Por sí misma tal dilución hace visibles los defectos del complejo sistema financiero considerado, aunque también revela sus virtudes. Por lo demás, la breve información que antecede resulta útil para analizar en detalle y con base cuantitativa las tres posiciones respecto al vínculo entre el modelo y su crisis. Asimismo, permite vislumbrar las virtudes y problemas del modelo americano reciente de intermediación financiera y su importancia en las actividades financieras internacionales. Por último, la información precedente y la crisis sugieren considerar si el modelo americano sigue siendo válido como modelo a imitar, tanto en los países industrializados como en los emergentes.