El Concilio Vaticano II fue convocado en 1959 por el papa Juan XXIII, pero comenzó en 1963 y fue culminado en 1965 por su sucesor Paulo VI. Apuntaba a la renovación y adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos. Para González Faus ese concilio “fue un hecho importantísimo y en los 50 años siguientes no se ha sido fiel a sus intenciones”.

Muchos documentos conciliares “se redactaron de tal manera que siempre hay una frase en un sentido y otra en otro, y son a veces un poco contradictorios”, explica. “A pesar de que la intención era usar la lengua del pueblo y de que se puso en marcha una reforma litúrgica para eso, hay gente que se agarra de una frase para seguir usando el latín”, ejemplifica. Sobre la Iglesia “se establece la colegialidad, y de eso no ha quedado nada” porque “el Sínodo de Obispos sólo tiene poder deliberativo y tiene muchos miembros nombrados desde arriba”, agrega. En una de las constituciones “se remarca que la Iglesia no tiene la solución de todo y que su único afán es estar sirviendo al mundo como una más. Se acepta que la Iglesia ha recibido mucho a lo largo de su historia de los que estuvieron afuera, y especialmente de los no creyentes”, pero la práctica de las autoridades eclesiásticas luego del concilio “no ha sido ésa: la Iglesia se presenta como la que lo sabe todo, y cuando algo viene de afuera, no se lo escucha”, opina.

González Faus es crítico de las autoridades eclesiásticas, sobre todo de la curia romana. “Se necesita una autoridad, pero es uno de los grandes peligros de la convivencia humana porque tiende a convertirse en autoritarismo y elimina la fraternidad y la igualdad”, expresa. “Jesús tiene una frase lapidaria: ‘en la tierra los que mandan hacen dos cosas: oprimen y se hacen llamar bienhechores, entre ustedes no sean así’. La manera antievangélica en que se ejerce la autoridad en la Iglesia es un peligro y tendría que haber más democracia de procedimientos”, opina. “La curia romana está metida como una cuña entre el papa y los obispos, y muchas veces decide más que ellos, que son el cuerpo apostólico. Se decide sin diálogo y comunión”, agrega.

No penalizar

González Faus no se sorprende de que en Uruguay se discuta sobre la despenalización del aborto, porque eso “se viene dando en todo el mundo occidental”. “En principio no acepto que el aborto sea un derecho de la mujer de disponer de su cuerpo y hacer lo que se le dé la gana. Hay algo en su cuerpo que no es suyo”, opina. Pero una cosa “es eso y otra cosa es que a toda mujer que aborte se la tenga que castigar y llevar a la cárcel”. Según el jesuita, Santo Tomás de Aquino “decía que la misión del poder civil no es implantar el bien, prohibiendo lo malo, sino más bien favorecer la convivencia”. Y menciona una situación que conoció en España, donde una emigrante colombiana con un hijo pequeño y sin papeles “consigue trabajo de empleada en un hogar y el marido de la familia la deja embarazada. Luego la despiden por inmoral y esta chica abortó porque no tenía otra salida”. Se considera “un defensor de la vida”, pero reafirma que en este caso “no se la puede llevar a la cárcel”. “Podrá ser que con la ley de despenalización haya alguien que se aproveche, gente que puede cuidar al niño pero, como le molesta, aborta. Eso no está bien, pero el hecho de que una norma pueda tener abusos no ataca la validez de ésta”, expresa.

Sobre la homosexualidad, González Faus sostiene que “la Biblia se refiere a gente que hastiada de las prácticas sexuales totalmente libertinas, al final probaban otras cosas. Ésos son los homosexuales que critica la Biblia”, pero no a los “homosexuales por constitución, por naturaleza”. A nadie “se lo puede condenar a un celibato obligatorio, contra su voluntad; deben vivir su homosexualidad de la manera más digna, con una pareja, dando amor, y la Iglesia debe tolerarlo”, agrega.

Para este teólogo “en la Iglesia oficial hay ciertas actitudes que no son compatibles con los derechos de la mujer, aunque el papa Juan XXIII dijo que la promoción de la mujer era una señal de los tiempos”. “Parece que nuestras autoridades no se caracterizan por leer bien los signos de los tiempos”, agrega. Las mujeres, explica, “no solamente no pueden acceder al presbiteriado, tampoco pueden acceder a las órdenes menores” como el diaconado, y “en la Iglesia muchas veces tienen tareas de sirvienta”.

Según González Faus, en el Nuevo Testamento “hay ejemplos claros de diaconisas y también de mujeres que serían apóstolas, uno o dos casos, que las han querido poner en masculino, pero son claramente nombres femeninos” como Junia, ejemplifica. Benedicto XVI, el papa actual, dice que “la Iglesia no ordena mujeres porque Dios se lo prohíbe”, explica, y se pregunta: “¿Es tan seguro que la voluntad de Dios es ésa?”.

Pero aun no resolviendo si la mujer puede llegar al presbiterio, González Faus cree que el papa debería “conceder a la mujer todos los puestos que puede tener en la Iglesia”, como ser diaconisas, el 50% del Colegio Cardenalicio, parte de los prefectos de las congregaciones romanas, y además “poner a la Iglesia en estado de oración para pedir a Dios conocer su voluntad” sobre la ordenación de la mujer. González Faus, que reconoce haber “estudiado en profundidad” el tema, no ha encontrado en el Nuevo Testamento “argumentos decisivos contra la ordenación de la mujer”.

La única teología

El jesuita se considera “defensor y puente entre la teología europea y la Teología de la Liberación”. Piensa que ésta “es la única teología posible” porque expresa que “los pobres son los predilectos de Dios” y que “los ricos merecen que la Iglesia les diga ‘¡ay de ustedes!’”. “Eso está en el Evangelio y sólo se desarrolla en esta teología”, agrega.

Además plantea que “el reinado de Dios no es sólo para el más allá sino que sólo llegará al más allá si empieza aquí en la tierra”. “Esto implica poner mayor atención en los problemas materiales de la gente, de los que no tienen. No porque les falte Dios, que les llegará de otra manera, sino porque no tienen para comer, dónde dormir o no tienen educación”, expresa. Un teólogo ruso dijo: “El pan para mí es un problema material, pero el pan para mi hermano es una cuestión espiritual”, agrega. “Aquellos que acusan a la Teología de la Liberación de materialista son los verdaderos materialistas y son los que tienen pan en abundancia”, sentencia.

La Teología de la Liberación “tomó cosas del marxismo, pero sólo de los análisis económicos y no de los metafísicos”, y asegura que en Europa “no se ha intentado salvar todo lo que Marx tiene de bueno”. Juan Pablo II consideró a esta teología “necesaria”, pero su papado significó “un retroceso” respecto del Concilio Vaticano II y generó “un crecimiento de posiciones conservadoras que afectó a toda la Iglesia”, concluye.