Dos científicos fueron los beneficiarios del premio Nobel de Medicina 2012: un británico (John B Gurdon, del Instituto Gurdon, Cambridge, Reino Unido) y un japonés (Shinya Yamanaka, de la Universidad de Kioto, Japón). El campo de investigación de ambos está relacionado con la capacidad de las células especializadas (células, por ejemplo, del corazón, del hígado o de la piel) de revertir el camino recorrido y perder su especialización, pudiendo posteriormente, por lo tanto, reconvertirse en cualquier otro tipo de célula.

En el caso de Gurdon, sus experimentos más famosos datan de la década de los 60, cuando logró clonar una rana, en lo que fue el primer antecedente de la popular oveja Dolly. En concreto, extrajo el núcleo de un óvulo de rana y lo sustituyó por el de una célula intestinal, también de rana. En otras palabras, introdujo un núcleo diploide (con doble dotación cromosómica) en una célula que antes contenía un núcleo haploide (el óvulo, que tiene un solo juego de cromosomas, el cual normalmente se completa con el juego que le aporta el espermatozoide durante la fecundación). Pero lo notable es que ese núcleo diploide pertenecía a una célula especializada.

Aclaremos: las células del organismo tienen todas los mismos genes; lo que diferencia a una neurona de una célula renal es, básicamente, qué genes están activos y cuáles no. El núcleo de la célula intestinal, al ser introducido en el interior del óvulo sin núcleo, logró de algún modo “reprogramarse”, apagando algunos genes y encendiendo otros para controlar las divisiones celulares que llevaron finalmente al nacimiento de un renacuajo totalmente normal, que genéticamente era un gemelo idéntico a la rana donante.

Lo trascendente, por lo tanto, del trabajo de Gordon es que demostró que una célula diferenciada puede dar marcha atrás y convertirse en una célula pluripotente, no especializada, lo mismo que las tan mentadas “células madre” que se extraen de los embriones. Las células madre pueden ser usadas, en principio, para reparar zonas de tejido dañado en regiones tan delicadas como el corazón o el sistema nervioso.

Yamanaka, nacido en 1962 (más o menos cuando Gurdon clonaba su rana), fue un poco más allá e investigó el mecanismo por el que una célula especializada se puede transformar en una célula pluripotencial. De paso, intentó solucionar dos problemas: el rechazo inmunológico que, en caso de ser utilizadas como parte de un tratamiento regenerativo, reciben las células madre extraídas de un embrión (dicho rechazo no existiría en caso de células madre producidas a partir del propio organismo) y el rechazo de los sectores religiosos que se oponen, entre otras cosas, a la manipulación de embriones.

Lo llamativo de los resultados de Yamanaka es que descubrió que apenas cuatro genes eran los responsables de revertir el proceso de especialización, es decir, que eran capaces de convertir células especializadas en células similares a las de un embrión, a las que llamó “células madre pluripotentes inducidas”.

No hay duda de que esta vez el Nobel fue otorgado a trabajos que tendrán consecuencias importantísimas en la vida de muchas personas en un futuro no lejano. Entre las más notables, se abre la puerta a la posibilidad de regenerar tejido nervioso destruido, permitiendo eventualmente a pacientes con parálisis de distinto grado recuperar la movilidad de las zonas afectadas.

Un hecho curioso es que Yamanaka estaba arreglando su viejo lavarropas cuando recibió la noticia de que había ganado el Nobel. Si bien la parte del premio que le toca (la mitad del total de 1,2 millones de dólares) le alcanza para comprarse unos cuantos lavarropas nuevos, integrantes del gobierno japonés tuvieron el simpático gesto de hacer una colecta para regalarle uno, con todas las connotaciones que, para los malpensados de siempre, tiene la palabra “simpático” cuando se refiere al gesto de un político, especialmente en los tiempos preelectorales que vive el país del sol naciente.

Ratones y uruguaya

Es de destacar que en el Instituto Gurdon trabaja una científica uruguaya, Florencia Barrios, egresada de la Universidad de la República. Concretamente su trabajo se centra en develar cuándo y de qué manera se forman, durante el desarrollo embrionario, las células primordiales de la línea germinal (de las que derivarán óvulos o espermatozoides), utilizando como modelo embriones de ratón.