John Gurdon, biólogo británico de 78 años, profesor de la Universidad de Cambridge y del Instituto Gurdon; y Shinya Yamanaka, médico e investigador japonés de 50 años y profesor de las universidades de Kioto y California, comparten el Nobel de Medicina 2012.

Los responsables de anunciar el fallo de la asamblea de los premios y del Instituto Karolinska sostuvieron que el descubrimiento de los investigadores "ha cambiado el modo en que entendemos cómo las células del cuerpo se especializan" y que "esto nos ha proporcionado nuevas herramientas para el desarrollo de nuevas medicinas y tratamientos". Los galardonados recibirán el premio (de cerca de 930.000 euros) en la ceremonia oficial que se realizará en Estocolmo el 10 de diciembre, fecha aniversario del fallecimiento de Alfred Nobel. Allí también se entregará el premio a los otros galardonados: hoy se define el de Física, mañana el de Química, el jueves el de Literatura, el viernes el de la Paz y el lunes el de Economía.

En busca de la cura

El trabajo de Gurdon y Yamanaka da una pauta de lo sostenidas y colaborativas que pueden ser las investigaciones a lo largo del tiempo. En 1962 Gurdon descubrió que la especialización de las células podía revertirse; se pensaba hasta ese momento que las células adultas, o maduras, especializadas en determinado tipo de tejido no podrían cambiar su estado. Gurdon experimentó con renacuajos y ranas: reemplazó el núcleo de una célula inmadura de un óvulo por una célula intestinal madura y demostró que el embrión tal cual había sido creado se desarrollaba hasta la etapa adulta. “El hallazgo mostró que el ADN de una célula madura podía mantener toda la información necesaria para convertirse en cualquier tipo de célula en el organismo”, afirma un artículo publicado ayer en BBC Mundo. La técnica empleada por Gurdon fue la que posibilitó la clonación de la oveja Dolly, en 1996.

Diez años después, en 2006, Yamanaka descubrió cómo “células madre adultas intactas en los ratones podían ser reprogramadas para convertirse en células madre inmaduras”, sostiene AFP citando las palabras del Comité Nobel.

Los embriones están formados por células madre pluripotentes inducidas (iPS, por sus siglas en inglés) que tienen la capacidad de desarrollar todos los tipos de células de los organismos adultos. “Yamanaka encontró que al introducir sólo cuatro genes podía reprogramar las células maduras ya diferenciadas -utilizó células de la piel- y convertirlas en células pluripotenciales -similares a las células madre embrionarias- capaces de volverse cualquier tipo de tejido”, explica BBC Mundo.

La técnica de Yamanaka, que permite reprogramar la célula para volver a hacerla polivalente, posibilita la obtención de células madre para fines terapéuticos, sin que sea necesario recurrir al uso de embriones, que es lo que causa mayores controversias, porque implican su destrucción. Por eso, además de su aporte a la medicina, hubo quienes destacaron ayer el aporte de Yamanaka a la ética.

El portal Tendencias Científicas da la pauta del uso para diagnósticos: “Las células de la piel pueden ser obtenidas de pacientes con diversas enfermedades, reprogramarlas y examinarlas en el laboratorio para determinar cómo se diferencian de las células de individuos sanos”. Asimismo, pueden desprenderse de ese estudio las terapias a aplicar. Por otra parte, se ve con buenos ojos que las células puedan salir de la persona a la que se le implanten, para evitar rechazos del sistema inmume.

“Nos gustaría ser capaces de encontrar una forma de obtener células 'de repuesto' cardíacas o cerebrales a partir de células de la piel o de la sangre”, dijo Gurdon en una entrevista previa al fallo de ayer. Pero todavía no se ha llegado a la panacea. Una nota publicada ayer en El País de Madrid advierte que todavía “la reprogramación no es total y las células iPS mantienen algunas características de las adultas, entre ellas, alguna propensión a ciertas enfermedades”. También se teme por una proliferación celular anárquica. Pero la incesante búsqueda continuará.