La quinta jornada del ciclo “Políticas sobre drogas y regulación de mercados”, organizada por la Junta Nacional de Drogas y la Fundación Friedrich Ebert Uruguay, se desarrolló ayer en el Hospital de Clínicas. ¿Cómo actúa el cannabis en nuestro cerebro? fue el tema de la conferencia de Manuel Guzmán Pastor, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides.

A partir de 1990 se investiga sobre las posibles propiedades del cannabis como medicamento y sustancia de uso. Según Pastor, es la única planta que produce una familia de compuestos exclusivos: los cannabinoides, responsables de los efectos bioactivos de la sustancia en nuestro organismo. Entre los aproximadamente 100 cannabinoides conocidos hasta ahora, se destacan ocho o diez que son los principales componentes activos, entre ellos la molécula descubierta en 1964, conocida como THC. Detalló la estructura del THC y del resto de los cannabinoides, y cómo dicha estructura determina la eliminación de la sustancia (el tiempo medio de permanencia en el organismo es de días o semanas). La abstinencia es “bastante más suave” que en otras drogas y esto se sustenta con la “baja tasa de eliminación que tienen los compuestos”.

En los años 60 y 70 se estudiaron las propiedades farmacológicas del THC; sin embargo, el “mecanismo de acción de la molécula permaneció como una incógnita durante casi tres décadas”. El experto contó cómo a principio de los 90 se descubrieron los receptores específicos para los compuestos activos del cannabis y cuál fue su nueva caracterización, entre otros temas.

Buenos y malos usos

Consultado sobre los efectos del consumo en adolescentes, el especialista señaló que “el riesgo de salud psiquiátrica se limitaría casi exclusivamente a consumidores muy jóvenes (antes de los 16 años) que consumen grandes cantidades de cannabis (unos ocho o diez cigarros al día), rico en sustancias psicoactivas, y en combinación con otras sustancias”. En estos casos, el principal riesgo es la psicosis, sobre todo la aguda, aun cuando las investigaciones no den 100% de relación causal entre psicosis y consumo. Otras consecuencias que pueden verse alrededor de los 20 años en este tipo de consumidores son “defectos en procesos de integración de tareas, defectos en distintos test cognitivos, en memorización de algunas tareas, y un síndrome amotivacional, con apatía y desinterés”. En adultos con consumo moderado, los efectos son transitorios, explicó.

Sobre los usos terapéuticos y medicinales del cannabis, señaló que hay muchos estudios que apoyan estos usos. “Hoy en día sabemos que son buenas sustancias para impedir las náuseas y los vómitos en pacientes en quimioterapia; en la atenuación del dolor; en casos de esclerosis múltiple pueden producir un efecto beneficioso al disminuir los espasmos y los temblores; e inhiben la pérdida de peso masiva que ocurre en enfermos de cáncer y de sida”. En este sentido agregó que “falta un gran reto” que es buscar un efecto realmente curativo del cannabis y no sólo paliativo.

Su acción terapéutica no ha podido ser estudiada aun en profundidad, en parte, por factores ajenos a la academia, según dijo, ya que al ser considerado por la mayor parte de los países un compuesto activo de una sustancia ilegal, “su producción, extracción, importación y exportación es extraordinariamente laboriosa”, señaló.

Al ser consultado sobre la legalización de la marihuana, opinó: “En general, la experiencia nos dice que las terapias represivas han fallado durante muchos años en todo nuestro entorno occidental. Toda apuesta novedosa debe ser estudiada con seriedad y muy probablemente va a funcionar mejor de lo que lo han hecho las estrategias utilizadas hasta ahora. La única experiencia previa que tenemos es la holandesa y ha conseguido separar bastante bien la marihuana, una droga más blanda, frente a otras drogas más duras que tienen mayores consecuencias sobre nuestra salud y mayor conflictividad social”.