El informe “Políticas de tiempo, movilidad y transporte público: rasgos básicos, equidad social y de género” fue elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Intendencia de Montevideo (IM), a partir de una propuesta del organismo internacional. Diego Hernández, doctor en Estudios Urbanos, hizo la consultoría cuya síntesis se presentó ayer en la IM. Se basó en dos estudios de la comuna: la encuesta de movilidad origen-destino de 2009 y la sistematización de registros arriba del ómnibus en tres momentos entre mayo de 2010 y agosto de 2011. En diálogo con la diaria el consultor valoró que “los datos obtenidos son muy consistentes con los datos de la región”.

La intendenta Ana Olivera destacó que el transporte colectivo “es un medio que tenemos que mejorar, transformar, hacer más ágil”.

¿En qué se viaja y por qué?

Hernández comentó que “el transporte público tiene mucha influencia en la ecuación de tiempo, dinero y espacio”. La enorme mayoría de los viajes de distancias menores a diez cuadras son hechos a pie. La encuesta de 2009 mostró que el uso de la bicicleta es marginal; 30,8% de los viajes se hace en vehículo motorizado privado (auto o moto) y 29,3% en ómnibus.

El principal motivo de viaje es el trabajo, le siguen las “tareas del hogar” -compras, llevar a los niños a la escuela-, luego estudio, ocio y viajes personales o por salud.

Discriminado por estrato social, las personas de mayor poder adquisitivo realizan mayor cantidad de viajes, cuyos tiempos de duración son más cortos que los de quienes tienen menor poder adquisitivo. El promedio de viaje de las personas del estrato más bajo se sitúa en 32 minutos y el del más alto en 25 minutos. El dato es una constatación: “Esta noción de una ciudad compacta con pocos minutos de desplazamiento pero que esconde muchas desigualdades: esos minutos son un umbral del que algunos sectores están por encima y otros están por debajo”.

De género

Las mujeres caminan y usan más el ómnibus que los varones; 38% de ellos utiliza transporte motorizado privado, cifra que cae a 25% en el caso de las mujeres. Respecto del propósito de los viajes, los de las mujeres son mayoritariamente para hacer tareas relacionadas con el hogar (20%) y en segundo lugar por trabajo (14%); en el caso masculino es inverso: 21% los hace para trabajar y 15% por tareas del hogar. Hernández señaló que los viajes siguen “una distribución muy similar a la del uso del tiempo”. Pero además “las mujeres de los sectores más bajos aportan dos terceras partes de sus minutos” a tareas del hogar, porque “lo hacen en ómnibus y a pie”, aportó.

A su vez, los varones son choferes en nueve de cada diez viajes hechos en automóvil, mientras que la mujer toma el volante en seis de cada diez casos. “Son especulaciones, pero que la persona maneje te habla también de un dominio de ese recurso de movilidad al interior del hogar: cuando es en auto el hombre se hace cargo de esos viajes domésticos, pero cuando es en autobús o caminando la mujer pone muchos más minutos. Habla de un patrón cultural de actividades y de cómo la movilidad responde a esos patrones del uso del tiempo”, complementó Hernández.

Tarifas compensatorias

El estudio encuentra que las personas del estrato social más bajo conforman 81% de los pasajeros que sacan boleto zonal y 55% de las tarifas de una y dos horas. Hernández destacó que con la estructura tarifaria “se logró extender la red”, porque con estos boletos “sin extender físicamente estás dando más red, más velocidad, la persona puede alcanzar desde donde está otros puntos de manera más flexible”. Además, valoró “la apropiación de parte de los sectores populares de ese tipo de mecanismos” y el carácter redistributivo de la medida, puesto que lo usan más los sectores bajos.

El estudio también identifica desigualdad en el uso del espacio público, puesto que en el transporte colectivo una persona ocupa diez veces menos espacio que en uno privado. Olivera calificó como “terrible” que en algunos lugares de Montevideo haya un auto por persona: “Ésas son cosas sobre las que debemos trabajar”. Hernández opinó que el problema no es la propiedad, sino el uso que se le da, y que “hay viajes particulares que se podrían evitar con un transporte colectivo de calidad”.

Advirtió que “casi 40% de los sectores medios usan transporte público; si esa gente está esperando el primer momento para salirse del sistema es un problema”, porque el uso del espacio deja de ser sustentable. Afirmó que “la mejora de la velocidad del transporte colectivo es clave pero también lo es el confort: a nadie le gusta subirse a un ómnibus y compartir con seis personas un metro cuadrado”.